Cientos de fieles se congregaron en el centro de la ciudad para presenciar, en la plaza Mayor, la reunión del Nazareno y de la Verónica con la Dolorosa y San Juan Evangelista
«Nunca llovió que no escampó», suele decirse para tratar de encajar el mal trago que supone un imprevisto cualquiera, refugiándose en la esperanza de que llegarán tiempos mejores. Y ayer, Miércoles Santo, el popular refrán se cumplió a rajatabla en lo referente a la Semana Santa de Gijón. Un día después de que la procesión del Silencio tuviera que suspenderse a causa de la lluvia, cientos de devotos pudieron disfrutar del que es uno de los hitos más importante de esta celebración: el Encuentro en la plaza Mayor de las imágenes de Jesús Nazareno y de la Verónica, procedentes de la capilla de San José, con las de la Dolorosa y San Juan Evangelista, llegadas de la iglesia de San Pedro. Efectivamente, el tiempo dio un respiro a los fieles, vecinos o visitantes, y devolvió a todos y a cada uno de ellos la esperanza de que, en las jornadas que restan, esa buena fortuna se mantenga sin mácula.
No hubo incidentes reseñables que lamentar en una marcha que, eso sí, partió con un cuarto de hora de retraso, fruto de una llovizna inesperada. Pronto quedó claro que la envergadura de ese fenómeno no era, en absoluto, suficiente para ensombrecer el momento, y los miembros de la Hermandad de la Santa Vera Cruz se pusieron manos a la obra. La Verónica, a hombros de ocho cofrades femeninas, fue la primera en cruzar las puertas de San José, seguida por el Nazareno, bajo una escolta de agentes de la Policía Nacional, ataviados con sus uniformes de gala. Media hora más tarde, alrededor de las nueve y media de la tarde, hacían lo propio en San Pedro la Dolorosa, portada por la Hermandad de la Santa Misericordia, y la efigie de San Juan Evangelista, movida por una comitiva de cofrades del Santo Sepulcro. Ambas marchas cumplieron con sus respectivos recorridos, desafiando el orbayu y el frío, para, por fin, darse cita ante el Ayuntamiento de la ciudad.
Ya en ese céntrico espacio tomó la palabra Fernando Llenín, párroco de San José, encargado de la lectura del sermón. En su intervención, destacó el rol de Gijón como ciudad «abierta, integradora, solidaria y compasiva», e hizo un llamamiento a la solidaridad mutua, invitando a que, como la Verónica, «en vez de comparecernos a nosotros mismos, enjuaguemos las lágrimas de los demás». Sólo en este punto hubo que destacar un pequeño incidente, ciertamente nimio: los gritos que cierto miembros del público comenzó a proferir, quebrando el silencio del momento. Dicho sujeto fue rápidamente acallado, y los pasos, con paso cadencioso, pusieron rumbo a la seguridad del templo de San Pedro. Allí, el día finalizó con la imposición de medallas a catorce nuevos integrantes de la Hermandad de la Santa Misericordia.
En este Jueves Santo el protagonismo lo acaparará el Vía Crucis, que se iniciará a las 20 horas en San Pedro, encabezado por el Santo Cristo de la Misericordia y de los Mártires. Por su parte el viernes, desde el mismo lugar y a la misma hora, harán lo propio la Piedad al pie de la Cruz, el Santo Sepulcro y la Virgen Dolorosa, máximos exponentes de la procesión del Santo Entierro.