
«Parece que tengamos que tener más miedo de un oso que de nuestro colesterol»

Pues esta semana me lanzo a escribir sobre osos, lobos, salmones y angulas. Iba a meterme en el terreno de la protección, de la conservación y de la gestión, pero, documentándome para ello, me he dado cuenta de que quiero apuntar a algo distinto. Compartir con vosotros un par de ideas, a ver qué os parecen.
Las especies que señalo al inicio se encuentran en plena controversia en nuestro querido Principado de Asturias. Cada una tiene sus motivos. Los osos, porque tiene pinta de que el incremento del tamaño de sus poblaciones (poco reseñable si tenemos en cuenta que estamos hablando de una especie en peligro de extinción, y que se supone que está en recuperación) empieza a generar molestias en cierta parte de la opinión pública, y ya se leen titulares -algunos, bastante terribles- en los que parece que tengamos que tener más miedo de un oso que de nuestro colesterol ¿Qué os voy a contar del lobo que no hayamos hablado ya?. Una especie que va a pagar con su muerte la incompetencia en la gestión del medio natural por parte de muchas Administraciones. El salmón -quizá uno de los mayores emblemas de nuestros ríos astures- lleva ya unos años entre que si se pesca, se veda o qué se hace. Comienza ahora una campaña más de pesca con muerte, aunque se encuentra en un difícil equilibrio que genera que cada año las capturas bajen y las medidas para su conservación salgan a la palestra, pero acaben quedando en nada. Y, por último, las angulas, ese capricho gastronómico para ricos (o gente que cree serlo). Se hace difícil de entender que su captura esté autorizada, dado que permitir pescar el alevín de una especie que en su vida adulta, anguila, está protegida, es un sinsentido. Y lo está porque la anguila está en peligro crítico de extinción en Asturias, a un triste paso de desaparecer. Pero se pescan sus crías… Muy, muy difícil de explicar a un extraterrestre que llegase ahora a nuestro planeta azul.
Pero a donde quiero ir esta semana es, precisamente, a cuestionarme por qué los datos en relación a determinados asuntos no importan a nadie. Voy a tratar de explicarme: que el lobo no es un peligro para los humanos es un dato científico, real, estadístico, que no lo aportan cuatro indocumentados, sino toda la comunidad científica e incluso las propias instituciones. Es decir, en todo el siglo XXI, ningún lobo ha atacado a un humano en Asturias, y van veinticinco años, lo que cualquiera que ande por el mundo rural y por el monte sabe que vale para el lobo, y para cualquier animal salvaje de nuestro entorno. En esos veinticinco años, las muertes por accidentes de caza o por imprudencias en la montaña se cuentan por decenas. Y no se plantea ni que dejemos de cazar, ni que dejemos de salir al monte. Pero esto da igual, la mentira y la ignorancia han colonizado de tal manera la opinión, los titulares y el odio a lo que no nos gusta, que se va a llevar a una especie por delante. Lo mismo me vale para el oso. Escuchando las declaraciones de algunos responsables públicos ante el último avistamiento en Villayón, da por pensar que los osos van a acabar con nosotros, mientras lo que de verdad acaba con nosotros es el consumo excesivo de carne roja, por ejemplo, cosa que solo asumimos cuando enfermamos y nos lo dice un médico -ahí sí, la ciencia nos parece útil-. Los salmones y las angulas, pues un poco lo mismo; dan igual los datos científicos, se tienen que seguir pescando porque lo dicen unos señores. Cuando no son señalados cormoranes o nutrias por “robar los peces”, dos especies vulnerables que están en la picota, cuya presencia incomoda a algunos y los empuja a promover su exterminio.
Y he aquí el problema. Y las dos ideas que quería plantear de principio. Sin duda, en la actual sociedad, hiperinformada y desinformada a la vez, todo el mundo puede encontrar un artículo o una opinión que coincida con el enfoque que nosotros tenemos y, por tanto, llevarnos a creer que esa opinión es lo cierto. Creer que el número de salmones en nuestros ríos aumentará pescándolos es, de manera evidente, un error. Pero tirando de esta línea, y enlazando con la segunda idea, creer que se puede eliminar la pesca del salmón y ya está es otro error, a mi entender. Es precisamente el argumento que ha utilizado la extrema derecha para entrar en el imaginario público, escudarse en mentiras -pero también en alguna debilidad de nuestro sistema- para entrar a degüello con mantras populistas. La única herramienta para arrinconar los argumentos cerriles es trabajar de manera conjunta, todo tipo de colectivos con voz autorizada, junto a la gestión e intermediación de las instituciones públicas. Vale que el primero en asumir esto tiene que ser el Gobierno de turno, pero vale también que debe haber una mano tendida de todos.
Y acabo con esto: no estoy de acuerdo con la crítica constante al estado de nuestro medio natural. No es verdad. Vivimos en una región en la que, gracias a una gestión administrativa y política acertada, no tenemos la costa plagada de adosados, ni los montes cosidos con líneas de alta tensión. De igual manera que, gracias al civismo de la inmensa mayoría, ya sean cazadores, ganaderos, ecologistas o urbanitas, nuestro entorno natural está prácticamente libre de plásticos, papeles o basuraleza (hablo en términos generales). Esas virtudes deberían servirnos de acicate, y de tracción para el Gobierno de Asturias, que asuma que toca darle una vuelta al modelo de gestión de las cuatro especies mencionadas, y que para ello tiene que sentar a todos en las sillas. Y eso por no hablar de los invertebrados, los anfibios, o el sacro santo urogallo. Necesitamos hablar, pensar y trabajar por el interés común.
No parece difícil, ¿no?