«Crecí a la sombra de la Comisaría de Moreda, que transmitía la certeza de que había gente dispuesta, a cualquier hora del día, a protegernos»
Insultados hasta la médula estos días, los policías españoles vuelven a ser un colectivo “sospechoso”. Como todos los humanos, hay temas que me escuecen particularmente. Este es uno: jamás entenderé la calumnia y, en muchos casos, la violencia hacia unos profesionales que basan su vida laboral en proteger a las personas. Porque todos, en menor o mayor medida (según suerte), hemos querido tener un policía cerca en algún momento.
Yo siempre fui afortunado. Oriundo del Natahoyo, crecí a la sombra de la Comisaría de Moreda, que transmitía la certeza de que había gente dispuesta, a cualquier hora del día, a protegernos. Recuerdo volver a casa de adolescente, a horas intempestivas y cansado tras una larga noche en Cimata, con una gran pachorra. Una sensación de gran seguridad causada en parte por las luces azules de los coches patrulla, que recorrían aleatoriamente la avenida de Juan Carlos I.
Todo mi apoyo a los jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión en las calles. Ayer en Barcelona, hoy en la Puerta del Sol.
— Pablo Echenique (@PabloEchenique) February 17, 2021
La violenta mutilación del ojo de una manifestante debe ser investigada y se deben depurar responsabilidades con contundencia
Quizás la novedad de estos tiempos posmodernos sea ver cómo, de forma descarada y sin pudor alguno, representantes del pueblo atacan a los encargados de defender a ese mismo pueblo: el portavoz de Podemos en el Congreso, Pablo Echenique, era denunciado estos días por varios sindicatos policiales por “alentar” los disturbios callejeros en los que ellos se jugaban la vida.
Este despropósito me lleva a recordar aquellas palabras del por entonces presentador de TV Pablo Iglesias en 2012, cuando “se emocionaba” al ver a una turba ensañándose con un policía que apenas se podía mantener en pie, porque el acto “expresaba una rabia creciente”. Si nos atenemos a la hemeroteca, es verdad que la actual cúpula del partido morado nunca engañó a nadie. Y de aquellos barros etc.
Pero la profundidad del mensaje es mucho más terrible. La criminalización de un colectivo es un activador del miedo que, parafraseando a un viejo maestro jedi, conduce a la ira, luego al odio y termina provocando sufrimiento. Si ese grupo es encima el encargado de mantener el orden público, entonces, ¿para qué queremos más?
Gijón lleva años posicionada como una de las ciudades más seguras de España. En 2019, el ministerio de Interior reflejaba que nuestra ciudad tenía una paupérrima tasa de 27,48 infracciones de carácter penal por cada 1.000 habitantes. Negar que una gran parte de ese mérito corresponde a los hombres y mujeres del cuerpo sería una babayada.
Sirva este ejemplo gijonudo y cercano para que nunca nos olvidemos que son esas mismas personas a las que se insulta con gratuidad desde los púlpitos públicos. Palabras de brocha gorda que intentan deteriorar la imagen de una policía que lleva décadas sirviendo y protegiendo a los ciudadanos. Ese es su mejor aval, el que impide que la mentira se extienda, el que hace que muchos nos sintamos orgullosos.
Agustín Palacio es director de miGijón
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