
«En lo que respecta a la movilidad, este tipo de situaciones nos permite contrastar con la normalidad habitual. Son momentos que, sin haber sido provocados, nos ofrecen una oportunidad valiosa para observar comportamientos difíciles de estudiar en condiciones normales, por cuestiones éticas, legales o de simple prudencia»
Conviene prestar atención a todo lo que ocurre en la calle durante un evento excepcional como el apagón del pasado lunes. En lo que respecta a la movilidad, este tipo de situaciones nos permite contrastar con la normalidad habitual. Son momentos que, sin haber sido provocados, nos ofrecen una oportunidad valiosa para observar comportamientos difíciles de estudiar en condiciones normales, por cuestiones éticas, legales o de simple prudencia.
Este punto es importante, porque, a diferencia de las pruebas de laboratorio, una ciudad es un organismo complejo, donde las variables resultan difíciles de aislar. Aun así, se investiga: se puede medir el aforo de una calle para saber cuántos vehículos la recorren por hora, estimar o simular la capacidad de una vía, o analizar qué pasaría al cambiar sentidos o eliminar semáforos. Es decir, existen metodologías, experiencia, datos (como los provenientes de la telefonía móvil), herramientas… pero sigue siendo difícil anticipar con precisión las consecuencias de una transformación urbana hasta que se prueba.
Sin embargo, hay un factor que sigue siendo especialmente difícil de medir y que resulta determinante en nuestra forma de movernos: la psicología al volante, nuestra manera de reaccionar ante eventos, señales o indicaciones. Este comportamiento está influido por nuestras condiciones físicas, nuestros hábitos sociales, culturales y, sobre todo, por la interacción con otras personas que comparten el espacio. Por ejemplo, no todas las personas interpretamos los colores igual, y eso puede afectar la forma en la que leemos las señales luminosas.
¿Y qué mejor forma de comprobarlo que con un apagón de semáforos?

La oportunidad de observar cómo somos capaces de negociar el paso en un cruce concurrido sin regulación es escasa, porque rara vez se estropean todos los semáforos a la vez. Pero este lunes, en Gijón, como en el resto de España, se dio una situación extraordinaria: todos los semáforos dejaron de funcionar. Lo sorprendente fue que apenas hubo incidentes. Muchos vecinos y vecinas comentaban cómo se podía cruzar con seguridad y cierta tranquilidad, tanto en coche como a pie. Algo llamativo en una ciudad donde los pasos de peatones no regulados parecen, a veces, meros elementos decorativos.
Entonces, ¿por qué apenas hubo problemas? ¿Qué factores lo explican? ¿Qué podemos intuir o aprender de esta experiencia?
En primer lugar, la situación era claramente excepcional. Las personas estaban más atentas, con la conciencia de que se debía extremar el cuidado. La conducción era más pausada, más empática. Nadie quería llegar a casa con el coche abollado. La cortesía entre conductores y peatones se volvió la norma, no la excepción. Y sí, también vimos cómo los coches cedían el paso con facilidad. Algo que, en el día a día gijonés, lamentablemente cuesta ver.
Si observamos lo sucedido, lo fundamental fue la velocidad de aproximación. Todo el mundo se acercaba a los cruces con precaución. No resultaba extraño, porque es precisamente la forma en que nos comportamos cuando llegamos a un cruce sin señalizar: miramos, negociamos, decidimos. En cambio, cuando los semáforos funcionan, nuestra única obligación es obedecer el color de la luz. Podemos llegar al cruce a 50, 80 o incluso más (aunque la vía sea de 30 km/h), siempre que sepamos que vamos a poder frenar a tiempo. Delegamos toda la responsabilidad de la interacción en una señal luminosa. Eso reduce nuestra atención al entorno, y puede volvernos menos sensibles a lo que ocurre a nuestro alrededor. ¿ Les suena ese momento en que la luz ámbar crea confusión entre frenar o acelerar? Una fuente constante de peligro, sobre todo para quien cruza a pie, en bicicleta o en patinete, en los numerosos pasos de peatón/bici peligrosamente regulados así.
Fluidez frente a velocidad media

Una lección clave -que, por cierto, no se enseña ni en autoescuelas, ni en las cocheras de EMTUSA, ni en muchas compañías de taxi- es que no importa tanto la velocidad a la que vamos, sino la velocidad media que conseguimos. Es decir, la sensación de moverse rápido al volante suele ser engañosa: podemos acelerar mucho, pero si nos detenemos continuamente por semáforos, el tiempo total del trayecto no mejora. Lo comido por lo servido, vaya.
Lo que verdaderamente importa es la velocidad constante y fluida, no necesariamente rápida. Sin embargo, esto es difícil de lograr cuando la vía no se ajusta a su función. A menudo encontramos calles limitadas a 30 km/h pero con un ancho de autopista, lo que invita al exceso de velocidad salvo que haya obstáculos o elementos físicos que nos frenen.
¿Se pueden entonces eliminar semáforos y mejorar la fluidez y la seguridad?
Depende de la intensidad del tráfico, pero en muchos cruces urbanos sí se podría, siempre que el diseño acompañe. ¿Cómo? Calles más estrechas, buena visibilidad, badenes, cruces elevados, pasos de peatones anchos, entre otras medidas ampliamente probadas. ¿Dónde está el obstáculo, más allá del rediseño físico? En que una conducción más atenta y responsable exige más esfuerzo y rompe con la lógica de comodidad del uso abusivo del coche.
Pero es justamente esa ciudad más tranquila, más humana, la que nos merecemos. Una ciudad como las que ya están transformándose en otras partes de la península. Desgraciadamente y aunque hemos tenido la oportunidad de comprobarlo, en Gijón parece que seguimos apostando por lo contrario, sin considerar los costes sociales, económicos y ambientales que ello implica.
¿Como que no hubo accidentes?
A las 5 de la tarde en el trayecto desde Alcampo al Natahoyo vi dos accidentes, y uno de ellos bastante importante….
Menuda tonteria..
Siempre habrá accidentes, pero seguro que de menos consideración ( menos velocidad = menos daños). En mi calle y aledañas se notó un cambio sustancial, para bien, en la circulación; y es una calle de paso constante de vehículos privados, camiones de reparto y servicios de emergencias.
Lo normal, con semáforos o sin ellos
Me parece que esa ciudad mas amable, más tranquila y más humana, que nos merecemos, no está en la cabecita de nuestro ilustre concejal de movilidad.
La nueva tortura a la que nos somete este impresentable, es duplicar el precio del autobús municipal…
Cual será la próxima?
Tortura???
Tortura son los miles de camiones que pasan por Cuatro Caminos a diario… ¿de veras quieres multar a todos los vecinos de la Calzada cuyos vehículos no cumplan con la zona de bajas emisiones???
Manifestaros por el vial de Jove y dejar de enmierdar¡¡¡
Pero claro como es el gobierno «progresista» de Pedrito Sanchez el que caga pa Gijon pues nada…
Lo dicho unos psicopatas todos¡¡¡¡
Pues nada volvemos a los años 60 que no había semáforos en Gijon…tampoco coches.
¿De verdad alguien condujo un coche en las horas del apagón??
Sois unos psicopatas¡¡¡
Y por cierto mi medio de transporte habitual para moverme por Gijon es la bicicleta, pero por favor los semáforos son necesarios¡¡¡