

«Los hosteleros han tomado conciencia desde hace meses de que el gobierno les ignora«
Los bares van despareciendo como desparecieron los mamuts si es que alguna vez hubo mamuts en la cuenca de El Piles. El bar es como la academia de los periodistas, el diván de los borrachos, el psicoanalista pobre de los suicidas. Tienden a extinguirse por razones biológicas, políticas, naturales, cósmicas. Es la vida en vilo, siempre implacable ante el yugo de un gobierno o un virus. No hace mucho el poeta Manuel Vilas, el Gran Vilas, poeta de los pobres, me advertía que lo que mata al virus también está matando la vida. Lo peor del COVID no es que haya atomizado la vida, lo peor es que está desintegrando el átomo.
Hay fiebre en los bares. Los hosteleros han tomado conciencia desde hace meses de que el gobierno les ignora. Pero el rumor que corre como la pólvora de bar en bar, de chigre en chigre es que este sábado podrán abrir el interior de sus locales, si las cifras de contagios y la presión sanitaria en los hospitales continúa descendiendo. Los camareros de Gijón observan de soslayo a los camareros de Oviedo que han podido abrir durante la tarde de ayer sus negocios.
«Mi pregunta es si todos los proyectos que anunció este domingo la alcaldesa de Gijón logrará aplacarlos«
El café Dindurra también ha vuelto a abrir su terraza. La senectud ha tomado las calles, como si el COVID-19 no fuera con ellos. En cualquier caso, ese es el mejor dato que anuncia una reducción de las restricciones que nos tienen en un sin vivir. El caso es que hay una guerra entre OTEA y Hostelería Con Conciencia extraña, basada en la desconfianza, el reproche que debilita a unos y a otros y más aún cuando el Tribunal Superior de Justicia ha tirado al retrete las demandas de los grandes hosteleros.
Mientras tanto, en la iglesia de San José continúa el encierro de Antonio Permuy y David Tejerina, dos hosteleros de raigambre cervantina, cual Quijote y Sancho peleando contra molinos de viento. Hay algo nostálgico y crepuscular en ese encierro que nos retrotrae a la figura de Merchán, el arzobispo rojo que puso en serios aprietos a los gobiernos socialistas de la reconversión cuando ofreció la catedral, en los tristes y locos ochenta, a un grupo de mineros. Permuy y Tejerina tienen todo nuestro apoyo. Suelo pasar a verlos cada cierto tiempo, siempre militantes y beligerantes, han devuelto cierta dignidad a la política local cuando reclaman medidas a las administraciones que garanticen su existencia. Cada día aumenta más el clamor de los vecinos contra las restricciones. Mi pregunto si todos los proyectos que anunció este domingo la alcaldesa de Gijón logrará aplacarlo. Veremos.
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