El deterioro avanza en varios edificios catalogados de Gijón pese a su nivel de protección urbanística
Cuatro edificios históricos repartidos entre 2El Coto, el centro de Gijón y el barrio alto de Cimavilla afrontan un futuro incierto. Pese a estar protegidos por el Catálogo Urbanístico municipal, el paso del tiempo, la falta de intervención adecuada y ciertos elementos degradados amenazan su conservación, tal como ha puesto de manifiesto la asociación Apadrina un edificio. Algunos muestran grietas preocupantes, otros sufren alteraciones visuales impropias, y todos comparten una misma alerta: si no se actúa a tiempo, el patrimonio podría resentirse gravemente.
Uno de ellos es la vivienda unifamiliar situada en el número 72 de la avenida de Pablo Iglesias. Construida en 1942 por el arquitecto Pedro Cabello Maíz, es un ejemplo singular del racionalismo gijonés de posguerra. Con un diseño funcional, volúmenes limpios y sin adornos, su fachada de mortero visto comienza a mostrar signos de desgaste. Aunque conserva parte de sus carpinterías originales en buen estado, los morteros exteriores presentan deterioros puntuales. El edificio, que conserva su uso residencial, forma parte del nivel 1 de protección integral, lo que obliga a una conservación rigurosa tanto de elementos exteriores como interiores.
En la calle Casimiro Velasco, dos edificios colindantes de finales del siglo XIX ofrecen una imagen muy distinta pese a compartir calle y origen temporal. En el número 2 se alza un inmueble protegido también con nivel 1. Construido en 1896, representa la llamada “tradición regional”, con fachadas simétricas, balcones acristalados y galerías. El edificio ha sido recientemente pintado y no presenta patologías relevantes, pero la conservación futura depende de intervenciones fieles a sus materiales y estructuras originales, como los miradores metálicos y las galerías históricas.
A escasos metros, en el número 21 de la misma calle, se encuentra otro edificio entre medianeras, esta vez protegido con nivel 3 (protección ambiental). Su fachada, de notable valor estético para el paisaje urbano, padece la proliferación de cables y cajas de instalaciones que distorsionan su imagen. Aunque se permite su reestructuración interior, la normativa exige preservar elementos como el cortavientos o los azulejos del zócalo, testigos de un diseño interior que aún conserva valor patrimonial.
Quizás el más delicado de todos sea el inmueble ubicado en la calle Vicaría 2, en pleno corazón de Cimavilla. Construido en 1930 y también protegido a nivel ambiental, presenta una fachada apuntalada para evitar su derrumbe. Los acabados están visiblemente deteriorados, y los elementos decorativos han sido alterados o cubiertos. Ubicado dentro del Conjunto Histórico de Cimadevilla y en plena zona arqueológica, su restauración debería seguir los criterios del Plan Especial de Rehabilitación Integral, pero la intervención parece no llegar. La retirada de elementos incongruentes y la recuperación de carpinterías y ornamentación en mortero son actuaciones urgentes que aún no se han ejecutado.