El PP local lucha por sacar la cabeza con su política local de empleo sin poder tapar el malestar en sus filas por la continuidad de gestores de la anterior administración socialista

Hay que ver el desenfrenado ímpetu empresarial que, en solo dos años, ha germinado en el Ayuntamiento de Gijón. Todo huele a iniciativas rompedoras, a jóvenes talentos, a proyectos con marca local, en suma, a promover o, al menos, a ‘vender’ un ambiente propicio para que esos jóvenes no se vayan con su sabiduría a hacer las Américas. Entran escalofríos al recordar como Tini Areces, en sus momentos de mayor gloria política, aseguraba, pleno de convencimiento, que la huida de los noveles a buscar su futuro fuera de nuestra ciudad, sobre todo con destino en Madrid, eran sólo habladurías, una mera “leyenda urbana”. Han pasado, de todo aquello, muchas tormentas, pero ahora las tornas se han cambiado o, al menos, eso se publicita desde el gobierno local. El PP cree tener ahí su mejor baza, igual la única, para sacar la cabeza que Foro les tiene metida en un viejo secador ‘de casco’ para señoras, modelo años 60 del pasado siglo, que no permitía, me dicen, escuchar nada del exterior. Ni que decir tiene que en los asuntos relativos al Natahoyo Azul y Playa del Rinconín, por más ‘verde Emulsa’ que se pinten ambos, el logo de los populares ni aparece. Dicen que el concejal Pintueles, responsable del ramo, está que trina, y puede que no le falte razón porque, al menos en apariencia, le siegan la hierba bajo sus pies sin el menor disimulo.
Pero volviendo a la efervescencia del empleo local, es inútil volver a renombrar los innumerables proyectos e infografías en marcha. Seguro que todas las familias de la ciudad con jóvenes parientes en el extrarradio nacional (casi todas) ya tienen “in mente” el próximo regreso triunfal de todos sus vástagos. Lo fían todo al ‘Think tank’ de Naval Azul que, por cierto, suena a los toques previos, los cuartos, de las campanadas de Nochevieja en la Puerta del Sol, o al desbordable desarrollo del parque científico y tecnológico en la vieja Pecuaria de Somió. La ciudad, en suma, rezuma empleo. Se palpa en el ambiente. Tanto es así que el pabellón municipal en la Feria será este año también, además de un homenaje a la sidra (digno, pero escasamente original en su temática), un vivero de empresas, una especie de mercado de jóvenes y brillantes iniciativas que buscan encontrar un camino donde abrirse paso en el actual difícil mercado. Ángela Pumariega, de hecho, confiesa que ha dejado aparcada la vela, que tantos éxitos le reportó, para dedicarse, en cuerpo y alma, a levantar el ánimo de los decaídos jóvenes gijoneses, buena parte de ellos y con suerte ‘mileuristas’, aunque para ello la portavoz del PP en el ayuntamiento local haya elegido algunos compañeros de viaje que no son del agrado, más bien al contrario, de muchos de sus colegas y jefes de partido, los mismos que desde hace tiempo auguraban que, a estas alturas de mandato, esos asesores repescados de la anterior corporación socialista ya estarían en la cuneta. Nada de eso. La portavoz municipal y vicealcaldesa se partió el pecho en defensa de ‘todo’ su equipo y ya se puede asegurar que, pese a todos los intentos y pesares, no habrá ninguna baja. Quizás, eso sí, alguna, digamos, ‘herida de guerra’ en forma de nuevos nombramientos de más rango para quitar visibilidad, que no sueldo, a quienes fueron fieles seguidores de la política de la anterior alcaldesa Ana González durante sus cuatro años de Alcaldía. Al cambio, un pequeño parche para tapar bocas aunque, visto lo visto, es evidente de Ángela Pumariega ha ganado el pulso y el relato al sentir del ‘nuevo’ partido y refuerza su posición en unos tiempos en los que el juego de las sillas empieza a ponerse en marcha.
Con esos precedentes, no resultó sorprendente que en el acto inaugural de la Feria hubiera mensajes de optimismo con vistas al próximo futuro, dentro del habitual tono tedioso de un acto protocolario que se antoja prescindible, salvo para mayor gloria de sus ponentes. Cierto es que el presidente cameral Félix Baragaño cumplió, en su discurso, con su labor institucional relacionando las decenas de proyectos pendientes en la ciudad que, básicamente, son los mismos que hace uno, dos o tres años. La alcaldesa de Gijón, eso sí, no necesitó mucho tiempo (con mucho fue la más breve) para soltar una serie de aguijonazos al ministro Hereu, haciendo suya la singularidad de Asturias y reclamando respeto para que las aspiraciones de determinados personajes no deriven en crear una España de dos velocidades. Vamos, en tono de presidenta regional. La alusión al representante del gobierno de Sánchez, para más señas catalán de pura cepa, no podía ser más directa. Desde luego, su intervención fue la más aplaudida por la concurrencia. A continuación intervino el señor Hereu que pareció no haber escuchado a doña Carmen Moriyón. Por supuesto, ni mención a la financiación singular catalana y sus daños colaterales. Eso sí, en un tono siempre muy guay, para no ofender a la concurrencia, glosó los valores de la muralla del siglo XIII recuperada en Avilés y la belleza de las playas de Gijón. Los compromisos, para otro día. De hecho, ni siquiera se llegó a enterar de la ‘banda sonora’ con reivindicaciones varias que le esperaba en la puerta principal del recinto, al que accedió por la trasera. Tras poco más de una hora, concluía la inauguración ferial con los sones de Asturias, Patria Querida y, por primera vez, al menos que yo recuerde, el himno nacional de España, quizás en honor al señor Hereu. Algún maledicente comentaba a regañadientes y con sonrisa burlona: “Sólo falta que ahora entonen Els Segadors”.