Extraña que el Día de la Construcción se haya caído hace tiempo de la programación ferial cuando es un tema polémico y candente. Al margen de la disputa política actual, en Gijón hay más de 300 inmuebles centenarios que esperan un triste futuro e insulsos recrecidos, en medio de un olvido oficial absoluto, por no hablar de los desahucios en diferido vía ruina

Cuando toca hablar del “ladrillo”, a nadie le resulta extraño que salten más chispas que dentro del mismísimo corazón de un alto horno. Por ello, es una pena y hasta puede que un error, que la Feria, siempre atenta a los asuntos de plena actualidad en la sociedad, no haya rescatado el histórico día dedicado al sector de la construcción, máxime cuando es indiscutible su importancia social ligada a la falta de viviendas y, por qué no decirlo, a los puntos de vista políticos diferentes y más que divergentes a la hora de tratar de paliar esa preocupante carencia que afecta a todos los sectores de la sociedad. Principado y Ayuntamiento de Gijón se las tienen tiesas y, de momento, la “llave” parece que tardará en abrir nuevas puertas. El proyecto municipal se ha atrancado y le llueven críticas de la oposición por aquello de, aseguran, favorecer en exceso los beneficios de los promotores en detrimento de unos compradores ávidos de acceder a una vivienda a precios razonables. Además, los empresarios se quejan siempre de la falta de mano de obra, de la carencia de suelo, del absentismo, de la pretendida reducción de horas o incluso de días de faena.
Puede que tengan parte de razón aunque, ya se sabe, la verdad absoluta no existe y siempre hay quien encuentra argumentos, tanto actuales como pasados, para desmontar no pocos lamentos. Basta darse un paseo por el Muro o sus calles aledañas y cercanas al Náutico, véase Capua o Casimiro Velasco, para sacar conclusiones tan aterradoras como poco modélicas. Edificios con más de cien años en sus cimientos y una riqueza histórica fuera de toda duda, se ven abocados a la ruina, se vienen abajo en pedazos, en medio de una indiferencia absoluta de sus propietarios y, desde luego, con la complacencia de una administración local que no hace cumplir con el mínimo de decoro y seguridad. Uno de los últimos ejemplos, el centenario inmueble en el que vivió Nicanor Piñole en la plaza de Europa. Claro que bien sabido es que detrás de ese abandono está el interés de conducir a los históricos edificios a una obligada declaración de ruina. Con ese aval luego todo será más sencillo, incluso los insulsos y cantosos recrecidos de los que Gijón es un ejemplo a no seguir. Un estudioso local, con currículo para merecerlo, calcula que son más de trescientos los edificios en la ciudad que, en la actualidad, están en esas condiciones de abandono total, la mayor parte tapiados y esperando un triste final. Muchos, al lado mismo de la plaza Mayor. En otros, también junto a San Lorenzo, algunos inquilinos que llevan como cuarenta años pagando su renta, conviven puerta con puerta con pisos tapiados y con agua de lluvia en sus cocinas porque la propiedad se niega al mínimo mantenimiento. Su único objetivo es que se vayan. Al cambio, un desahucio en diferido, modelo la Barceloneta. Y es que la construcción da para mucho. Asombra saber que el Marqués de Casa Valdés, que tiene el honor de llevar el nombre de una de las mayores calles de la ciudad, fue un contratista local que compró ese título tras hacerse millonario con el ensanche del arenal de San Lorenzo (el que ahora lleva su nombre), en una zona que estaba destinada, en su momento, para parque. En suma, le importó todo “un pito” y, además, se fue con un tren repleto de pesetas, un título ficticio y una calle como homenaje. Claro que nada puede extrañar porque también el barrio de El Coto se dibujó como parque, por no hablar del Continental, que lo era y se esfumó.
Y es que, lo dicho, el “ladrillo” da, si se quiere, para mucho debate, incluso para propietarios “desagradecidos”. A saber: nadie parece querer una estación de autobuses al lado de su domicilio. ¿Acaso saben esos vecinos que si se va la estación de Alsa de su actual ubicación sus propiedades perderán un 20% de su valor? Eso, al menos, dicen algunos expertos. Quién sabe, igual es verdad. Claro que no deben de preocuparse porque la EFG (Estación Fantasma de Gijón) va para largo, para muy largo. Queda mucho por construir y por destruir. Que se lo digan a los entusiastas componentes de la plataforma defensora del solarón como pulmón verde para la ciudad. Para mediados de este siglo habrá posiblemente en ese entorno (¡hay que ser optimistas con los plazos!) una grandiosa estación de tren. Incluso otra exclusiva y con hangares para autobuses. Es posible. Pero mucho antes, la actual zona verde sólo existirá en las fotografías y en la memoria colectiva. Y no será por falta de debate aunque, en esta ocasión, no estará la cosa para que nadie trate de llevarse, encima, y vía ladrillo, un título nobiliario, caso del marqués citado con anterioridad. Lo dicho, rescatar el día dedicado al sector de la construcción y sus muchos derivados parece una asignatura pendiente obligatoria para próximas ediciones feriales. Para entonces, además, ya se sabrá algo, se supone, del famoso Plan Llave que promueve el gobierno de Moriyón y hasta estarán habitadas las casas modulares del solar de Peritos, de la mano del Principado, por no hablar de las nuevas ‘mil quinientas’ o similar de la falda de Los Pericones con vistas a Ceares. Otro pulmón malherido como el solarón. Por cierto, y a modo de aviso a navegantes.
El protocolo cameral debe de avisar con antelación al alcalde de León que, a buen seguro, asistirá hoy a los actos en la Feria en honor a la querida ciudad castellana, que su vehículo oficial tiene que respetar las normas de tráfico. Vamos, que no puede estacionar en dónde le venga en gana porque igual, como pasó hace dos años, se lleva un ‘multazo’ muy merecido. Cierto que luego se le ‘levantó’ la sanción, pero costó sudor y lagrimas porque la trasgresión de las normas la ejecutó, digamos, con cierto recochineo y previo aviso de la autoridad competente. Igual se puede saltar en su querida ciudad la peatonalización de la céntrica calle de Ordoño, auténtico rompedero de cabeza para locales y turistas, pero en Gijón se respetan las normas. Atento, pues, querido edil, a las señales. Sobre todo, a las rojas.
Bueno, y, supongo que estarà ya muy abanzada la construcción de la cuota parte gijonesa de las 184.000 viviendas de promoción pública, totalmente pública, que prometió Pedro Sànchez en la campaña electoral de las autonómicas y municipales de 2023. Creo que están quedado muy guapas. Yo todavía no las he podido ver.
Perdón, avanzada con «v»