Hay anécdotas que pueden marcar una Feria. “Ahí no, que eso es muy casposo”. El comentario de una ‘ilustre’ asturiana se refería al pabellón del Banco Herrero dedicado hace dos años a la ópera, en especial a la de Oviedo. Y tampoco afinó, a decir de los expertos, quien, en el pabellón de Gijón, ubica una pomarada de los años 50 del pasado siglo al lado mismo de El Molinón. Era un vivero municipal. El verbo y los detalles sí que importan
Quien iba a siquiera sospechar que la Feria, nuestra Fidma, aunque de manera indirecta, esté siendo uno de los obstáculos para que, al menos hasta el momento, no haya salido adelante la pretendida compra por parte del BBVA de lo que queda de nuestro ancestral banco Herrero, en su actual versión de nombre Sabadell. Ni beneficios, ni canje de acciones, ni Gobierno, ni líos de bolsa, ni opas cariñosas o guerreras, ni Europa y sus millonarios burócratas, ni zarandajas similares. La realidad es que la principal traba ha sido la resistencia numantina del Banco Sabadell, al menos su sello asturiano, a ceder a su pretendiente vasco el flamante pabellón situado en primera línea de entrada a la Feria de Muestras de Asturias, en nuestra Fidma. Esa fue, y sigue siendo, se comenta en sesudos medios camerales, la auténtica piedra en el zapato para cerrar la multimillonaria operación bancaria. ¿Será verdad? Es posible que nunca se llegue a saber. Lo cierto es que el BBVA no tiene presencia alguna en la Feria y el Sabadell, por el contra, presume, y con todo el derecho, de tener un pabellón vivo y muy cuidado en todas las ediciones. Incluso prevé y anuncia una total reforma para la edición de 2026, si es que antes su pretendiente no le pone los grilletes. La batalla sigue en todo lo alto.
Especial, en todo caso, fue la exposición de 2023, que se dedicó el mundo de la ópera, concierto incluido, con un nivel de visitas muy destacado, aunque en esta Feria, como en las taurinas, también hay detractores más o menos atrincherados. Si no, que se lo digan al vicepresidente cameral Pedro López Ferrer, siempre atento a todos los detalles, cuando, en su buena fe, pretendió llevar a una ilustre figura del socialismo asturiano, últimamente muy de moda y con amplia presencia mediática, a visitar la citada y llamativa exposición de trajes y sonido operístico: “Ahí no, que eso es muy casposo”, fue la airada respuesta de la política en cuestión. El protocolo obligó a un discreto silencio por parte de don Pedro, pero en la Feria todo se escucha. Ella, esa ‘figura’, seguro lo recuerda. Y es que en este terreno de la cultura, sea o no sea con cuernos, siempre suelen saltar chispas. ¿Quieren ejemplos? Uno lo tenemos muy a mano, no en la Fidma, pero sí en Gijón. Ahí está el flamante Festival Internacional de Cine cuya dirección siempre está más en entredicho que el puesto de entrenador en el Sporting, y ya es decir.
El viejo Cerinter de películas para niños y jóvenes que ideara hace una eternidad el recordado Isaac del Rivero y que, como tal, tenía marca propia y prestigio internacional, es, ahora y siempre, tan glosado por unos como denostado por otros, mitad y mitad. Al menos la marca FICX se quedó en casa, porque, como recordará muy bien Teresa Sánchez, ex directora del Teatro Jovellanos, hubo algún otro ilustre que, no hace tanto tiempo, tuvo la osadía de intentar registrar el logo citado a su nombre, vaya usted a saber con qué propósito. Doña Teresa frustró a tiempo la misteriosa operación, o más bien intento de expolio. Las salas tienen un nivel de respuesta del público más que aceptable, dicen sus defensores del certamen. La parte critica, sin embargo, aduce que más allá de Cenero no se entera nadie de su existencia, mientras que de los festivales de Sevilla, de Valladolid o de Málaga, queda uno ‘fartucu’ de información televisiva. Y es que hay que tener mucho cuidado con todo, con lo casposo y con lo ultramoderno. En la variedad y el equilibrio, como sucede en la Feria de Muestras, está la fórmula del éxito, aunque coches y sofás cada día se apropian más del recinto hasta el punto de que ya ha saltado alguna voz de alarma en la propia Cámara gijonesa.
Hasta el ministro Hereu hizo su propia broma ‘catalana’ sobre la cantidad de coches que vio expuestos en el recinto, y eso que, como es sabido, accedió al palacio de congresos para el acto inaugural por la puerta trasera. No quiero pensar qué hubiera comentado el ilustre visitante de haber visto el nuevo entorno asfaltado anexo a la avenida del Doctor Fleming repleto de vehículos. Igual, en medio de tanto viaje oficial, creería que se había confundido de feria y que en realidad estaba en la dedicada de forma monográfica al automóvil en la ciudad de la que fue alcalde, en Barcelona. En cuanto a la sobredosis de sofás, sólo es necesario visitar el pabellón central y el de Asturias. El asunto se comenta por sí mismo. El nuevo y flamante gestor David Argüelles, con amplia experiencia comercial, seguro que habrá tomado buena nota a fin de corregir ese peligroso rumbo. Y hablando de pabellones y de cuidados, el de Gijón, a tenor de los expertos, ofrece algún que otro patinazo digno de mención y que, desde luego, pasa inadvertido para el común de los mortales. ¿Un ejemplo? En el panel de las fotos aéreas que muestran los pomares a mediados de los años cincuenta del pasado siglo en Gijón, se ubica uno muy cerca de El Molinón. Dicen quienes saben de esto que allí (dónde ahora se ubica el Instituto El Piles) no había pomarada alguna.
Era un vivero municipal. Todo es verde, pero no es lo mismo. Dicho queda a los efectos oportunos, tan oportunos que el citado pabellón, el del ayuntamiento local, costó 60.000 euros. Como para no afinar en su contenido. Por cierto, y por no concluir con la controvertida Opa bancaria en la que están inmersos Sabadell y BBVA, una pregunta sencilla y anexa al asunto para la ‘ilustre’ parroquia: Si Giuseppe Verdi levantase la cabeza, ¿tendría caspa? La respuesta correcta del ‘pasapalabra’ la pueden encontrar en la ovetense plaza de España.
