El veterano empresario, tercera generación al frente del centenario llagar, recibe de manos del Ateneo Jovellanos el XX Premio al Desarrollo Económico e Industrial, en un acto convertido en un llamamiento a la preservación de la cultura sidrera

¿Qué sería Asturias sin sus Picos de Europa? ¿O sin ese poderoso Cantábrico que baña sus costas? ¿O, por qué no, sin la minería, la siderurgia, la construcción naval y tantas y tantas actividades humanas que han contribuido a configurar la historia y realidad de esta región? Algo radicalmente distinto a lo que ahora se conoce, por supuesto. Incluso podemos llevar ese juego un paso más allá… ¿Qué sería el Principado sin la sidra, probablemente su producto más icónico e internacional? Una pregunta utópica, sí, pero que esta mañana ocupó la mente de las decenas de asistentes a la ceremonia durante la cual, en el marco de la 68ª Feria Internacional de Muestras (FIDMA) y aprovechando como escenario el pabellón del Banco Sabadell Herrero, el Ateneo Jovellanos hizo entrega de su XX Premio al Desarrollo Económico e Industrial a todo un referente de dicho sector: Samuel Trabanco, gerente del ya centenario llagar Trabanco. Tercer y, por ahora, último miembro de una longeva familia entregada en cuerpo y alma a la producción y difusión de la sidra, a este veterano el reconocimiento le llega en un momento en el que aún dura el buen sabor de boca dejado por el reconocimiento, el año pasado, de la cultura sidrera como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), y justo cuando los Trabanco se preparan para abrir el que será su primer establecimiento en Madrid.
«Nunca creí que estaba trabajando… Siempre he disfrutado mucho haciendo lo que hacía, y para mí fue más ocio que negocio«, reconoció, emocionado, el propio Samuel Trabanco instantes antes de comenzar el evento, conducido por Álvaro Muñiz, presidente del Ateneo. El uso del tiempo pasado no es un mero capricho, ni tampoco un error… El momento de la jubilación ya se perfila en el horizonte aunque, como no dejó de apuntar, «mientras que disfrute y Dios me dé salud, voy a seguir ahí, porque no sé hace otra cosa; mi abuelo murió en el llagar, mi madre y mi tío murieron en el llagar, y voy a morir en el llagar». Hasta ese momento, y con la tranquilidad de saber que «el relevo generacional está prácticamente asegurado«, ahora el compromiso de Trabanco se mantendrá sin cambios: continuar no sólo con la producción, sino también con la internacionalización de esa laureada cultura sidrera. Algo, por otra parte, más necesario que nunca… «No hemos imaginado la importancia que tiene, y creo que desde todas las instituciones esto no debe quedar en el olvido«, planteó el gerente de la firma, instando a las Administraciones a «apoyarlo mucho más de lo que se está haciendo«. Ni qué decir tiene que, en la estrategia para lograrlo, la expansión del negocio juega un rol clave; y no sólo hacia Madrid, sino también «a Londres, París, Ucrania… ¡Yo qué sé!». Eso sí, con una petición sobre el tapete, nítidamente expresada por el galardonado durante el acto: la confianza en que «no os imaginéis Asturias sin Trabanco«.

Esa llamada a la preservación de la esencia sidrera de Asturias también estuvo en el discurso de apertura ofrecido por Muñiz. «Después de otorgarle el reconocimiento a El gaitero, hace muchísimos años, era hora de darle también a la sidra natural esa categoría«, confesó el presidente del Ateneo Jovellanos, consciente de que el guiño hecho por la UNESCO «ha contribuido al mejor desenvolvimiento de nuestra región«. En ese sentido, el hecho de que Trabanco esté ultimando su desembarco en suelo madrileño es un síntoma de ese buen avance, de ese destierro de aquel prejuicio, dicho por «los asturianos y nuestro ‘grandonismo’«, según el cual «cuando la sidra pasa el Pajares, pierde su identidad y su idiosincrasia; eso es una bobada«. Pero es que, por si fuera poco, para Muñiz el que esté siendo Samuel Trabanco el artífice de esa búsqueda de nuevos mercados cuenta con un valor especial. «Lo conozco desde que era chaval, cuando los llagareros decían que teníamos suficiente sidra para todos, que no había que producir más; frente a eso, fue capaz de hacer evolucionar tanto la forma de elaboración como la de llevar a la sociedad esta cultura», recalcó. No en vano, «todos conocemos a alguien que elabora vino y tiene bodegas, que organiza visitar, que levanta hoteles… Eso fue lo que empezó a hacer Samuel aquí«.
Claro, que los parabienes no terminaron ahí. Acompañando a Trabanco y a Muñiz sobre el escenario también estuvo Pablo Junceda, director general adjunto del Banco Sabadell Herrero, quien se sumó a la corriente de críticos con el apoyo dado por las Administraciones a la cultura sidrera, y que alertó en su discurso de que, en estos instantes, es «necesario y urgente que protejamos nuestros orígenes para impulsar nuestro futuro como comunidad; si no lo hacemos, difícilmente seremos capaces de ganar el futuro que merecen nuestros hijos». Con su voz más puesta en la persona y menos en el contexto general, Félix Baragaño, presidente de la Cámara de Comercio de Gijón, celebró que «Samuel tiene mucho de empresario y de humano«, dos atributos acordes con la filosofía del galardón, y destacó la «sinceridad y claridad en la defensa de lo que consideraba relevante» que el homenajeado ha demostrado a lo largo de su dilatada trayectoria, demostrando un carácter innovador en un mundo como el de la sidra, con cierta tendencia al conservadurismo«. La estela trazada por Baragaño la siguió Marcelino Marcos, a la sazón consejero de Medio Rural y Política Agraria del Principado, que optó por aplaudir la obra de «un hombre cuya trayectoria encarna lo mejor de esta tierra; cogió una herencia y la modernizo sin perder la tradición, la llevo a otros países y profesionalizo el sector«. Y no se quedó atrás la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Gijón, Montserrat López, al enfatizar que el acto de esta mañana «une la luz de la empresa con la luz de la cultura«.