Ambas entidades, dos de las más eficaces en la difusión de casos de personas ausentes, dejarán de publicar las alertas del ente estatal, una respuesta a los intentos de la Administración de que abandonen sus propios mecanismos; «las que sufrirán son las familias», advierten

A la Asociación SOS Desaparecidos y a la Plataforma Adonay, dos de las entidades no gubernamentales más eficaces en la visibilización de casos de personas sin rastro, se les ha agotado la paciencia. Hartos de lidiar con las constantes trabas puestas por las Administraciones para que abandonen sus respectivos mecanismo de difusión, y que ya acumulan años, ambos colectivos han anunciado públicamente que dejarán de publicar las alertas emitidas por el Centro Nacional de Personas Desaparecidas (CNDES), y se limitarán a las suyas propias; también en Asturias. La medida no es definitiva claro, y los responsables de las plataformas voluntarias están abiertos a retomar la colaboración en cuanto haya voluntad pública de ello, pero sí confían en que sea un puñetazo sobre la mesa que haga a los ciudadanos tomar conciencia del hartazgo que acumulan. Un hartazgo, por cierto, alimentado por una actitud, la del CNDES, que bebe, opinan, de la pura y simple envidia.
«En nuestro caso, llevamos casi cuatro años siendo víctimas de esta campaña de boicot, y ya está bien«, explica Joaquín Amills, presidente y coordinador nacional de SOS Desaparecidos. Ese afán entorpecedor se ha traducido, fundamentalmente, en una falta de comunicación poco menos que absoluta, algo ilógico si se tiene en cuenta que, como indica el más elemental de los sentidos comunes, para hallar a alguien ausente se deberían unir todas las fuerzas disponibles, no disgregarlas. «Nuestros mensajes no han sido atendidos, las peticiones de cooperación que hemos lanzado se han ignorado… Hemos llegado a remitir al CNDES cincuenta correos informando de avistamientos de desaparecidos, y han pasado de ellos«, ahonda Amills. Y es que la eficacia de la asociación que lidera ha quedado sobradamente demostrada… Casi un 80% de los casos llegan a su conocimiento y, por extensión, a sus redes sociales, siempre «con la debida confirmación, investigación y autorización de los afectados, y manteniendo el contacto con las familias». Sin ir más lejos, en el Principado ese rol ha sido clave en casos como el de la langreana Samary M. M., de feliz resolución, o como los de Luis Alberto R. H. y Nazaret A. H., aún en curso.
«Aquí no tendría que haber ninguna lucha de egos; nadie se va a quedar sin trabajo por nosotros. ¿No sería mejor trabajar juntos y coordinados para localizar a esas personas cuanto antes?»
Joaquín Amills, presidente y coordinador nacional de SOS Desaparecidos
Contra este esfuerzo… ¿Qué alega el CNDES? Oficialmente, la necesidad de unificar modelos de notificación de desapariciones y, a mayores, evitar los riesgos legales en materia de protección de datos personales que la labor de SOS Desaparecidos y Adonay puede entrañar. Sin embargo, para Amills hay algo más de fondo. «A la Administración no le gusta que haya gente trabajando eficazmente, y gratis, sin subvenciones de ningún tipo; quieren justificar esos 3,5 millones de euros de presupuesto«, opina. Ante eso, el contraargumento es claro y directo: ninguna de las dos plataformas «está para quitarle el sueldo a nadie; somos un complemento, nada más». Un complemento, ojo, con recursos… «Ponemos a disposición de los afectados mecanismos de apoyo, equipos de búsqueda, drones… Además, somos rápidos, y ese contacto directos con los allegados es crucial«, detalla Amills. Frente a ello, el CNDES «carece de ese enlace, pues su nexo son los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado; tampoco dan teléfonos de contacto a los familiares, ni informan del avance de las investigaciones«. Más aún, los tiempos de publicación de las alertas y, una vez descubierto el paradero de la persona, de supresión de las mismas son más dilatados en lo referente al organismo oficial.
Ahora tanto en SOS Desaparecidos como en Adonay sólo resta la esperanza de que su oferta de tener la mano sea, de una vez por todas, atendida… Y de seguir haciendo su labor voluntaria de la mejor manera posible. «En realidad, todo esto nos hace más fuertes«, sentencia Amills, aunque sin olvidar que, en la práctica, este ‘quítate tú para ponerme yo’ tiene un efecto lesivo sobre quienes menos deberían sufrir: las familias de aquellos a quienes se les ha perdido la pista. «Sinceramente, el CNDES le ha estado haciendo un flaco favor al dolor de la sociedad, a los cercanos a esos ausentes, colectivo al que muchos de nosotros pertenecemos; y eso es cruel«, sentencia. De ahí su sentida reclamación por un cambio de enfoque. Y pronto. «Aquí no tendría que haber ninguna lucha de egos; nadie se va a quedar sin trabajo por nosotros. ¿No sería mejor trabajar juntos y coordinados para localizar a esas personas cuanto antes?«.