
«Estoy convencido de que la movilidad ligada al Recinto Ferial ‘Luis Adaro’ tiene un gran margen de mejora, más allá de los viales y de las ideas, siempre ‘cochecéntricas’, que se plantean cada cierto tiempo»
Hace unos días se cerró la Feria de Muestras, sobre la que, en cuestiones de movilidad y comercio, podríamos hablar largo y tendido. Es un fenómeno muy concentrado en un punto concreto de la ciudad y que plantea cuestiones interesantes: cómo nos movemos, desde dónde nos acercamos al recinto y qué opciones e incentivos tenemos para escoger cómo ir (incluidas las que no, pero parecen permitirse, como aparcar en zonas verdes). También están las opciones que inexplicablemente no se habilitan, como el parking vigilado de bicis que en otras ocasiones tuvo tanto éxito.
Seguro que todas estas dudas las tiene recogidas la organización en algún estudio de mercado, donde muchas veces se concentran este tipo de datos, cuando no hay un estudio de movilidad aparente. Sin embargo, lo cierto es que no he encontrado información pública o accesible. Y los datos, conviene recordarlo, suelen curar los errores que cometemos con nuestra percepción limitada de las cosas. Estoy convencido de que la movilidad ligada al recinto tiene un gran margen de mejora, más allá de los viales y de las ideas, siempre ‘cochecéntricas’, que se plantean cada cierto tiempo.

Por otro lado y durante la celebración de este evento veraniego, se supo que la hasta ahora gerente de la Unión de Comerciantes de Asturias, Carmen Moreno, se plantea la posibilidad de postularse como alcaldesa. Por algunas declaraciones que he leído o escuchado, parece tener presente la importancia de la movilidad para el comercio local. Seguramente haya sido una conversación recurrente en este cargo. Lo menciono porque, inevitablemente, será una de las cuestiones clave para quien se presente en 2027. Más aún en plena reconversión económica de la ciudad, orientada al turismo y con la vista puesta en clonar el éxito fácil y rápido de otros puntos de la geografía con más solera.
Lugares, conocidos por todos y todas, que ya están viéndole las orejas al lobo porque nada resiste a tan extrema explotación de cualquier recurso humano y material disponible en tiempos de cambio climático. Como dice Jorge Dioni, autor de “El malestar de las ciudades”, «La materia prima de la ciudad es la ciudad», hasta que esta se degrada y por tanto, se acaba.
En Gijón todavía resiste mucho tejido comercial pequeño. A pesar de que día a día, nos vamos enterando por la prensa de las dentelladas que diversas multinacionales van dando a los locales más céntricos de la ciudad. ¿Y qué podríamos hacer para que este comercio pequeño o mediano resista esa tendencia que parece que nos venden como inevitable?. Quizás en la movilidad encontremos algunas de sus respuestas, vamos a ello.
En Gijón no se compra más porque se llega en coche
En Gijón, salvo casos puntuales, no se compra más porque se accede en coche. Lo demuestran los datos: en 2021 la mayoría de los desplazamientos dentro de la ciudad se hacían a pie y buena parte en autobús. Cifra que ha aumentado, sin duda. Además y por ejemplo, un estudio que cruzan telefonía y transacciones en 14 ciudades españolas (incluida Gijón) confirma que se vende más cuando la gente camina o transita por zonas peatonales. ¿Qué nos dice esto? Que el espacio público aún tiene mucho margen de mejora. ¿Calle Uría?…No cuesta imaginar cómo sería la Uría sin coches de paso, transporte público y poco más, con aceras donde no hubiera que pasar de lado y sin tanto espacio reservado a unas pocas plazas de aparcamiento. Ya no es solo una cuestión de imaginación: basta viajar un poco para ver cómo la mayoría de ciudades medianas han mejorado sus infraestructuras urbanas y peatonales en esta dirección. Los fondos europeos han ayudado mucho en ello.
Los retos principales, conocidos
El problema es que una mejora del espacio público por sí sola no resolverá el bajón de ventas provocado por el comercio electrónico, los altos precios de los alquileres, la presión del turismo o el crecimiento sin control de medianas superficies comerciales con las que el pequeño comercio apenas puede competir. Son cuestiones en las que cualquier gobierno local podría intervenir sin grandes despliegues normativos, pero ¿se quiere? La impresión es que no, quizás debido a sacrosantas creencias de cómo funciona el mercado, que no son más que piedras sobre nuestro tejado.
Lo que sí puede hacer el urbanismo es mejorar la habitabilidad: fomentar el tránsito peatonal, reverdecer la ciudad y hacer la calle más apetecible y diversa en gentes y usos, lo que la convierte en más atractiva. Esa es la calle donde el comercio local aumenta las ventas y actúa como pegamento de cohesión social y vital de la ciudad. Y conviene recordarlo: no hablo de monocultivo hostelero, otro mal a evitar, que también puede regularse y racionalizarse.
Macetas contra camiones: el caso de la calle San Antonio
La calle San Antonio y alrededores, como tantas otras fruto de una semipeatonalización con la que en su día sí se atrevió el actual gobierno local, es hoy un ejemplo de la falta de políticas coherentes de movilidad y de atención al espacio público que terminan perjudicando al comercio local. Y resulta paradójico: hace poco se celebraba el aniversario de la intervención en La Merced, que muchos esperamos se continúe de forma coherente hacia la ruta con la reforma de Munuza.
No sé si lo saben, pero desde hace tiempo algunos negocios colocan macetas u otros objetos, con el beneplácito, o no, de la Policía municipal, para evitar que los vehículos aparquen delante de sus puertas. El problema no es solo el coche que para a hacer “el recadín”, sino también los camiones o furgonetas de gran tamaño que bloquean la calle. El resultado: pavimento e infraestructuras dañadas, papeleras reventadas, aparcabicis doblados y peatones obligados a esquivar obstáculos porque no queda espacio libre. Lo que se gana en accesibilidad se pierde en comodidad y, a menudo, se convierte en peligrosidad y en gasto para las arcas municipales.

Las medidas posibles se las pueden imaginar, porque ya las hemos tratado más de una vez en esta columna: regular horarios de carga y descarga, instalar elementos físicos que lo impidan, reforzar la vigilancia policial, usar cámaras, permisos, evitar tráfico de paso… Seguro que les suena. Son herramientas que pueden ver implementadas, mismamente en Avilés u Oviedo, no hace falta ser muy innovadores. La cuestión es: ¿cómo aplicarlas si no tenemos una ordenanza de movilidad que lo permita? ¿Cómo hacerlo ahora que las exigencias del monocultivo hostelero en la zona comprometen el negocio del pequeño comerciante? Querer es poder, sí, pero resulta preocupante que ni estemos preparados normativamente, ni parezca que este sea un debate real de ciudad.
En Gijón no necesitamos inventar nada: ya sabemos que peatonalizar y rebajar la presencia del coche, impulsa el comercio. Y que regular la carga y descarga y mejorar el entorno, es solo cuestión de voluntad política. Lo hemos visto en estudios, en ciudades cercanas y hasta en nuestras propias calles. Lo que falta es entender la movilidad como lo que realmente es: una pieza clave no solo para movernos, sino también para sostener la cohesión social y el comercio que aún resiste. El comercio minorista afronta muchos retos que el urbanismo por sí solo no va a resolver, pero hay una certeza difícil de negar: sin calles vivas y habitables, tampoco habrá comercio local interesante y que aguante.
Vaya pachotada de columna. No hace falta ninguna norma ni ordenanza ni plan ni chiringuito nuevo para prohibir a quien aparca sobre la acera, la normativa vigente ya lo contempla. Lo que hace falta es policia que lo vea y lo multe o hacer bordillos o poner barandillas. Con estos argumentos seguimos dando la razón a la derecha para que siga gobernando, mamina.
A ver, que tas diciendo, para regular los horarios de carga y descarga hace falta ordenanza y pa muches coses más relatives a esti asuntu. La policía nun multa si nun tien base detrás. Va ganar la derecha por que alguien diga lo que hay y un inorante faiga un comentariu.