Irene Fernández y su compañero, el talaverano José Ángel de Jesús, murieron el 20 de agosto de 2000, al estallar una bomba lapa adherida a los bajos de su vehículo oficial; ahora los Gobiernos local, regional y nacional les han dedicado una calle
España es hoy un país en paz. Sí, claro que perviven y, por momentos, parecen disparase las diferencias ideológicas, la tensión dialéctica, el extremismo y el populismo verbales… Nada que ver, sin embargo, con aquellos años de sangre y plomo en que la banda terrorista Euskadi Ta Askatasuna (‘País Vasco y Libertad’, en euskera; ETA) segaba vidas en aras de lograr la plena independencia de los territorios vascos. Fundada en 1958, y disuelta seis décadas más tarde, su herencia de 854 personas asesinadas y más de 3.000 heridas es, para los más jóvenes, aquellos que no llegaron a conocer su terror, algo lejano, casi irreal, un contenido con el alimentar los manuales académicos de Historia de España. Sin embargo, son muchos más los que no olvidan… Por ejemplo, los vecinos del municipio de Sallent de Gállego, en Huesca. Allí, pasadas las seis de la mañana del 20 de agosto de 2000, una bomba lapa con diez kilos de explosivo, adherida a los bajos de su Nissan Patrol oficial, mataba a los agentes de la Guardia Civil José Ángel de Jesús Encinas, talaverano de 22 años, e Irene Fernández Perera, de 32, nacida en Quirós y criada en Gijón. Y ayer, exactamente un cuarto de siglo después de aquel crimen, los Gobiernos local, autonómico y nacional homenajearon a ambos fallecidos dedicándoles una calle en aquella población en la que sus vidas se extinguieron.
Pese a la profusión de autoridades, fue Ángeles Perera, madre de Irene, quien acaparó el grueso de las atenciones. Y no sin motivo, desde luego. Comprometida en cuerpo y alma a que lo ocurrido jamás sea olvidado, con ese fin en mente regresa cada año a Sallent de Gállego, un peregrinaje que este miércoles cobró una significación especial. «Estoy orgullosísima de mi hija«, se confesó, bañada en lágrimas, instantes después de que, en presencia de un piquete ceremonial de la Benemérita, se descubriese la placa que, en lo sucesivo, da los nombres y rostros de Perera y De Jesús a la arteria que asciende hacia el acuartelamiento del instituto armado, y que desveló el sobrino del compañero de la gijonesa. Acto seguido la comitiva se desplazó hasta la céntrica plaza Valle de Tena, donde el que el alcalde del lugar, Jesús Gericó; el consejero de Hacienda, Interior y Administración Pública de Aragón, Roberto Bermúdez, y el delegado del Gobierno, Fernando Beltrán, depositaron una ofrenda floral. La elección de ducho lugar no fue gratuita; muy al contrario, fue exactamente en dicho espacio donde la carga explosiva colocada en el Patrol por los terroristas detonó.
La primera mujer agente de la Benemérita destacada en Sallent de Gállego
La potencia de la deflagración mató en el acto a Fernández y dejó tan gravemente herido a De Jesús que, pese a ser trasladado de urgencia al Hospital San Jorge de Huesca, llegó al centro sanitario en parada cardiorrespiratoria, y falleció poco después. Caprichos del azar quisieron que, en el momento del atentado, la asturiana se acabase de reincorporar al servicio tras sus vacaciones; por entonces llevaba cinco años en las filas del instituto armado, en calidad de técnico de laboratorio, y destacaba no sólo por su buen hacer, sino también por haber sido la primera mujer destinada al puesto de Sallent. Tras conocerse la noticia del atentado y la autoría de ETA, la intensa labor policial subsiguiente permitió detener a los terroristas Aitor Aguirrebarrena Beldarrain, Asier Arzalluz Goñi y José Ignacio Guridi Lasa, como autores materiales, y al archiconocido Francisco Javier García Gaztelu, ‘Txapote‘, por ser el inductor de la acción. Todos ellos fueron condenados a penas de prisión; en la actualidad sólo Arzalluz sigue cumpliendo condena.
