«Cada euro debe tener un efecto real en la vida de las personas», defiende Olivier Longué ante el recorte global de fondos de cooperación
Agosto vuelve a traer a Avilés una de sus citas culturales más consolidadas: los Cursos de La Granda. El programa, que cada año reúne a expertos de primer nivel en distintas materias, abrió este viernes un debate crucial sobre el futuro de la cooperación internacional. El encargado de conducir la reflexión fue Olivier Longué, consultor independiente y exdirector general de Acción contra el Hambre en España, quien participó en la ponencia titulada Hacia un nuevo modelo de cooperación internacional.
El contexto no podía ser más delicado. El pasado 30 de junio dejó de estar operativa la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), hasta ahora el mayor organismo de cooperación del mundo. La decisión, tomada de forma inmediata por la administración de Donald Trump, ha tenido un fuerte impacto global. “Estados Unidos representaba el 40% de la ayuda internacional. La suspensión afecta no solo a programas de desarrollo a largo plazo, sino también a la ayuda humanitaria en crisis urgentes como Gaza, Sudán, Congo o Afganistán”, explicó Longué en una entrevista concedida a Canal Prestosu de Caja Rural de Asturias con motivo de su paso por La Granda.
El experto subrayó que el efecto de esta decisión ya se está sintiendo. Los presupuestos internacionales de ayuda al desarrollo no cuentan con mecanismos de respuesta inmediata, lo que ha obligado a redirigir fondos previstos para proyectos de futuro hacia emergencias humanitarias. “Nunca habría sido un buen momento, pero este 2025 es especialmente crítico, con más de 20 millones de personas en riesgo de hambruna solo en Sudán”, advirtió.
Uno de los sectores más golpeados será la lucha contra el SIDA. Desde los años 80, Estados Unidos lideraba los programas de prevención y tratamiento, financiando hasta el 80% de los recursos globales destinados a combatir la enfermedad. Su ausencia deja un vacío difícil de llenar, no solo económico, sino también logístico y estructural. “No hablamos solo de dinero. Es toda una red de distribución de medicamentos, laboratorios y sistemas de control que ahora queda en el aire”, apuntó Longué.
El cierre de la USAID se suma a una tendencia de reducción generalizada de la cooperación en países europeos. Francia, Alemania y Reino Unido han recortado sus aportaciones en torno al 30% y 40% en los últimos años, mientras que España, de momento, mantiene su esfuerzo. Para Longué, esta coyuntura debe ser leída también como una oportunidad de repensar el sistema. “La cooperación internacional no lo puede todo. Tenemos que fijar objetivos alcanzables, medibles y útiles para la vida de las personas”, defendió.
En este sentido, el experto señaló tres ámbitos en los que ya existen indicadores fiables: salud, educación y ayuda humanitaria. “Allí donde se puede medir, se han logrado grandes avances. Enfermedades erradicadas, mejoras en alfabetización y vidas salvadas son resultados incuestionables”, destacó.
Finalmente, Longué valoró el llamado Compromiso de Sevilla, aprobado en julio, como un intento de mantener vivo el espíritu de corresponsabilidad en la cooperación internacional. Un principio que, a su juicio, será clave en los nuevos modelos: “No se trata solo de que el norte aporte recursos, sino también de que los países receptores asuman responsabilidades en su gestión. Solo así podremos garantizar que cada euro invertido tenga un impacto real”.