Los usuarios achacan la peste a posibles emanaciones desde el cercano colector de Peñarrubia; el Ayuntamiento descarta esa posibilidad, recuerda que dicho colector «está recién reparado» y señala como causa la descomposición de algas de arribazón

Hablar de malos olores en el litoral de Gijón no es algo nuevo. Cada año, especialmente en verano, son varias las voces ciudadanos que se alzan para denunciar un mal ya enquistado, convertido en otra (y no en la mejor, ni de lejos) de las muchas señas de identidad estivales de la ciudad. Y pocas de sus zonas costeras son más reconocibles por ello que su flanco este. Concretamente, toda la franja que discurre entre la playa canina de El Rinconín y El Tostadero… Y, ajustando aún más el tiro, el espacio situado entre las escaleras 22 y 23, frente al Sanatorio Marítimo. Un punto que estos días ha vuelto a acaparar debates por el hediondo aroma que mana de las rocas, especialmente en días de calor y con la marea baja, y que varios usuarios del pedrero y transeúntes del cercano paseo achacan a emanaciones procedentes del colector submarino de Peñarrubia. No obstante, esa hipótesis ha sido descartada por la Concejalía de Medio Ambiente, que achaca el mal a la putrefacción de algas de arribazón. Sea por lo que sea, el hecho es claro: apesta.
«Es de vomitar«, sentencia C. G., uno de esos vecinos que frecuentan el lugar y que, por decisión personal, prefiere mantener su nombre en el anonimato. Su hábito de caminar le lleva a casi a diario a pasar ante el Sanatorio Marítimo, la ‘zona cero’ del problema en cuestión… Y no sólo a aspirar, sino también a observar las causas del mal olor. «Con la marea baja, eso es una auténtica cloaca; se ve la contaminación sobre las rocas, las aguas fecales, las algas… A la altura de la casa de Rosario Acuña ya se percibe, y lo que me sorprende es que haya gente que se atreva a bañarse allí«, continúa el anterior. Su relato lo secunda G. M., igualmente testigo visual y olfativo de un asunto que, advierte, «deja una mala imagen de Gijón y, encima, en verano; es insoportable«. Sin embargo, no es el único punto en el que ambos coinciden; también lo hacen al teorizar con la causa, y a ellos se suma E. D., otra de las habituales del paseo. Dicha causa no es otra que el colector de Peñarrubia, un histórico foco de problemas contaminantes cuyas fugas han sido inmortalizadas en multitud de fotografías y vídeos desde hace años. «Cuando baja el agua, en las rocas se ven los restos; es asqueroso«, sentencia E. D.
Sin embargo, en el Ayuntamiento rechazan de todo punto la posibilidad de que el penetrante hedor que asola esa franja litoral oriental proceda del colector. Sobre todo, porque el equipamiento en cuestión «está recién reparado«, sin que, hasta ahora, se hayan detectado fisuras que deriven en emanaciones de aguas residuales. De hecho, la explicación que lanzan desde el área municipal de Medio Ambiente para justificar la peste es mucho más común… Y totalmente inofensiva en términos medioambientales: la descomposición de las algas de arribazón que, con las mareas, llegan a la costa y se asientan en la arena y sobre las rocas, un fenómeno «particularmente frecuente durante las dos últimas semanas de agosto y la primera de septiembre«. Esa vegetación «se desprende del lodo marino, llega a las playas y, al quedar al descubierto y expuesta al sol, sufre un proceso de putrefacción que provoca malos olores«. De ahí que desde el Ejecutivo gijonés llamen a la comprensión. A fin de cuentas, es algo puramente natural…