
Este viernes comienzan los festejos del barrio alto, que se decora para una cita siempre esperada por vecinos y gijoneses; una maravillosa realidad que es posible gracias al esfuerzo de Omar López Colunga y de un grupo de jóvenes playos que, coinciden, «si la gente quiere fiestas, tiene que tirar por ellas»

Es posible que los asiduos al barrio alto se topen de narices con el mismísimo Davy Jones, capitán del temido barco fantasma ‘El Holandés Errante’. Ni estarán un poco ‘chispas’, ni metidos de pleno en una peli de Hollywood. Simplemente están siendo testigos del atrezzo que acompaña cada año las fiestas de Los Remedios y La Soledad, en Cimadevilla. Desde mañana día 5 hasta el 14 el barrio más emblemático de la ciudad romperá como siempre moldes y cerrará el verano gijonés.
¿Saben que todo eso es posible gracias a las cinco personas que forman la comisión de fiestas y a un puñado de jóvenes vecinos? Parece mentira, pero verdaderamente es así. Hay fiestas gracias al esfuerzo de los anteriores, que no cuentan ni siquiera con un local para guardar todo aquello que les ofrecen desde otros festejos, como muchos de los participantes del Descenso Folclórico del Nalón.
Bien es verdad que el Ayuntamiento da la ayuda que corresponde a cada barrio, pero en el caso que nos ocupa, el asunto es diferente. Son quince días de fiesta con una carpa impresionante en el Cerro de Santa Catalina, que se paga con las ganancias de la barraca, pero el enclave lleva unos gastos adicionales, como la cuota a Parques y Jardines y a EMULSA. «El Ayuntamiento podía ayudarnos y correr con esos dos gastos que se generan por la ubicación en El Cerro», asegura Omar López Colunga, presidente de la comisión de festejos. «¡Ojo! Que está bien que se tenga que pagar», puntualiza, «porque este barrio es nuestra casa y después de la fiesta hay que dejarlo como está» continúa. «Están dando continuamente subvenciones a…, no quiero nombrar a nadie, pero, a las fiestas que anuncian como cierre de verano, lo justo», apostilla.
Aún así el mayor problema de este puñado de vecinos es no tener un local donde guardar todo el entramado de figuras, que además son de grandes dimensiones. «Estamos en este local gracias a la generosidad de su dueño», refiriéndose a la antigua parcela de la Autoridad Portuaria, que será un hotel de cinco estrellas. «Dependemos de la generosidad de un paisano» y «este año será el último ya que comenzarán las obras”, asegura. «¿Dónde vamos a guardar esto? ¿Lo tiramos?», se pregunta.
El caso es que la intención de estos ‘guerreros’ es conservar cada figura e ir creciendo en cuanto a adornos. «Además pueden utilizarse para cualquier otro evento de la ciudad», se aventura a decir. Mientras tanto la colocación de las figuras continúa, los papeleos prosiguen y los permisos están al día. ¡Bueno! También lo estaban el año pasado. «Teníamos permisos, avisados a los policías…, y no dejaron pasar a la orquesta de Viesques. Pero eso sí, hubo que pagarla», recuerda.
En fin, Cimata es Cimata y eso es sinónimo de vida, divertimento, alegría, música… Y además este año se augura buena temperatura. Todo eso está muy bien, pero, como dice Omar, «si la gente quiere fiestas, tiene que tirar por ellas». Así que, por lo pronto, vamos a dar las gracias a este y a su padilla de colaboradores, que son Isabel Abella, Laura Nizieza y Marcos y Borja Fernández, como miembros de la comisión de fiestas, aunque también se unen al asunto Raúl Gil ‘Niño’, Ángel Murias… Y muchos amigos más.






