Houdini, Pinocho y las U.T.I.

Álvaro Queipo trata de ocultar el pacto verbal  ya cerrado con Foro para unificar listas y liquidar, de facto, la Junta Local del PP de Gijón. Ángela Pumariega cambia más de opinión que el propio Pedro Sánchez y Foro vende un Museo Piñole nuevo en dos años. Todos y todas harían pequeño a Tini Areces cuando recibió el Premio Pinocho a la “mentira mejor contada” por afirmar que Altadis haría una nueva fábrica de tabacos en Porceyo tras el cierre de Cimadevilla

Es sólo una idea, pero ya que en esta ciudad somos incapaces de llevar adelante ni siquiera una escultura del gran actor Arturo Fernández (gran dilema si representarlo sentado o erguido), podría ser oportuno poner sobre el tapete la posibilidad de erigir una estatua al inventor del escapismo, el ilusionista húngaro, aunque nacionalizado estadounidense, Harry Houdini. Nadie como él fue capaz, y más en aquellos tiempos, de poner delante de los atónitos espectadores una verdad que sólo era ficción, una imagen tan distorsionada que confundía al más avispado de sus seguidores. Nada era lo que parecía, todo era una ilusión ataviada de terciopelo. Si Fleming mereció una escultura en el parque de Isabel La Católica, por qué no puede acceder a tales honores el maestro de quienes ahora, siguiendo sus afinados trucos malabares, dirigen el destino de nuestra ciudad. Es obvio que no hablo de escabullirse de cadenas ni de soltarse de camisas de fuerza (a algunos les va a hacer falta), pero a más de uno, y de tres, se les cortaría la respiración si conocieran al detalle las artimañas que algunos/as ‘ilustres’ llegan a poner en liza para salvaguardar su estatus personal y, por qué no decirlo, un pecurio imposible de alcanzar para ellos y ellas fuera del área de la política activa. Es lo que viene a llamarse una U. T. I. (Unión Temporal de Intereses), capaz de aglutinar colores de diferentes tonos, con el único y primordial objetivo de dejar fuera de combate al enemigo político, ya sea de dentro o de fuera de tu propio partido, que eso es lo de menos.  No es que este fenómeno sea nada nuevo.

Hay que recordar que ya en 1987, en la controvertida asamblea de la Universidad Laboral, el PSOE gijonés se llevó por delante a su alcalde los ocho años anteriores, José Manuel Palacio, para colocar como cabeza de lista a Vicente Álvarez Areces, a través de una U. T. I. que, a largo plazo, le salió al partido socialista más que rentable, pero no siempre es así. Veamos. Hace seis meses, tras no poca incertidumbre, el PP local llegaba a su esperado congreso  y lo hacía con dos candidatos: José Manuel del Pino y Andrés Ruiz. El partido era muy desigual a favor del segundo que, además, tenía el árbitro en, digamos, su casa. Ganó el diputado Ruiz, pero siempre quedó la duda, incluso para los triunfadores, si de verdad en aquella catarsis había vencido el partido. La movilización de los ‘bisones’ y el indisimulado acuerdo de ‘todos en contra de’ no aclaró el panorama. Lo decía, por entonces, un experto en sufrir estas cuitas partidistas de fuego amigo: “Ahora se va a enterar lo que es dirigir rodeado de tiburones’. Sabias palabras. Una cosa es poseer los legítimos galones y otra, muy diferente, tener autoridad y mando sobre la tropa. A Andrés Ruiz le llegaron en el minuto uno y de primera mano, sentidas quejas de sus afiliados, muchos con pedigrí, de la ‘anomalía’ que suponía mantener buena parte de la estructura de mandos del anterior gobierno socialista en la primera línea de decisión municipal y bajo las siglas del PP. Era el primer reto del nuevo presidente. Primer desafío y primer problema de la singular U. T. I. vencedora del congreso. El Grupo Municipal o, más bien, su portavoz Ángela Pumariega, no estaba, ni está, por la labor de mover una sola pieza. En suma, nada cambiará en el organigrama de la vicealcaldesa. Ángela gana y Andrés (el partido en Gijón), pierde.

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Cada uno vela por sus propios intereses y los nuevos aires del congreso local no cambian al respecto. Así, al menos, se interpreta en un sector del PP local cada vez más desencantado. Y es que la U. T. I. creada de forma artificial para el pasado congreso local está hecha trizas, sin conexión alguna entre partido y grupo municipal e, incluso, dentro de éste último, la concordia es la justa y necesaria. La baraja no se rompe porque el presidente regional Álvaro Queipo ha dado órdenes expresas de que no quiere que trascienda problema alguno y quien no obedece se cae de las listas. Aviso a navegantes. Complicado lo tiene el presidente regional a tenor de los últimos acontecimientos. A Andrés Ruiz le toca aguantar el tirón, sobre todo teniendo en cuenta que las encuestas de intención de voto en Gijón no son precisamente optimistas y los sitúa, en el mejor de los casos, en los baremos actuales de cinco ediles, pero podrían bajar uno o incluso dos concejales, claro que tampoco Foro está para tirar voladores.

Álvaro Queipo sabe que sus opciones para ser presidente regional  en 2027 pasan por Gijón y con esos baremos sería poco menos que imposible, claro que ahí entra en juego el cada vez más cercano y evidente acuerdo de lista conjunta con Foro, un guión que el presidente regional del PP negocia de forma directa y personal con Carmen Moriyón y su amigo Pumares y que, desde luego, pone los pelos de punta a quienes defienden, todavía ahora, la barricada del partido en la ciudad. Los nombres de la candidatura del trasatlántico del centro-derecha, nadie lo duda, los pondría la actual alcaldesa y la presumible ‘cremallera’ dejaría al borde del naufragio, en una frágil patera, a decenas de grumetes del PP local. A sabiendas de ello, algún concejal del PP (mejor no dar nombres para no herir susceptibilidades) ha empezado a mostrarse especialmente afable con Carmen Moriyón. De todas formas, aquí entra en juego esa nueva U. T. I. con Álvaro Queipo de CEO principal. La moneda de cambio es vender la autonomía del PP de Gijón a los designios de Foro, en una rendición sin condiciones, algo que parece estar más que negociado por el presidente regional del PP a espaldas de la junta local gijonesa  y, no digamos ya, de la afiliación local. Todo apunta a ese objetivo, aunque será interesante saber qué opina Génova de todo ello y, por qué no decirlo, Mercedes Fernández, siempre muy beligerante con ese hipotético acuerdo de rendición de bandera o, por qué no decirlo, de capitulación absoluta de su partido ante los foristas. Mientras todo esto se cuece, el hombre de Cherines en Gijón y actual presidente local Andrés Ruiz parece haberse convertido en estatua de sal y asiste, sin pestañear, al cambio de opinión (no sólo el presidente Sánchez tiene esas atribuciones) de su portavoz municipal en el espinoso asunto del cierre del museo Nicanor Piñole, a la vez que ‘vende’ el excelente trabajo de todos sus concejales sin el menor rubor. Doña Ángela pasa a recitar el clásico “donde dije Diego, digo sumisión”.

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Lo que era un sinsentido para ella misma hace unos días, se convierte, por arte de una llamada desde Oviedo, en un acierto forista sin par. A todo esto, como queda dicho, en la junta directiva local del partido celebrada esta misma semana, de estas decisiones tanto públicas como larvadas, ni una sola palabra. Parece evidente que tanto Ruiz como Pumariega acatan órdenes de Oviedo con obediencia divina. El objetivo de ambos es evidente. Gijón es sólo una sucursal canjeable a cambio de mayores objetivos. Por más que Queipo intente lo contrario, en el PP gijonés ya hay voces que apuntan a una rebelión. Sentirse víctimas de un trueque de ambiciones personales ha caído como una bomba y, de seguir este “for sale” (en venta) de la sede de Álvarez Garaya, se vaticina que la espoleta no tardará en tocar tierra. Ahora, lo más inminente en Gijón es la elaboración de los presupuestos para 2026. En principio y hasta trascender el acuerdo tácito entre PP regional y Foro, las cosas se presentaban complicadas. Los populares temían que otra vez Foro aplicase la fórmula de ahogamiento y les aportara dineros sólo para el gasto corriente, sin presupuesto alguno para proyectos de ciudad que implicasen una, digamos, marca de partido. Ahora, con este juego de cartas marcadas y el enemigo local  ‘en modo Simancas’, quien sabe lo que puede pasar. Y hablando del Museo Piñole y sus publicitados dineros, plazos y todo tipo de triquiñuelas, no puedo evitar recordar aquel simbólico galardón de nombre “Pinocho” que, creo recordar, en el tercer mandato de Tini Areces como alcalde de Gijón, crearon los periodistas que cubrían la información municipal. Se trataba de premiar, en tono humorístico, “la mentira mejor contada” por un político local.

El premio se otorgó, por unanimidad, a Areces por tratar de ‘vender’ que Altadis, la empresa que cerraba la Fábrica de Tabacos de Cimadevilla, iba a construir otro gran centro de producción en Porceyo para absorber a casi toda la plantilla de cigarreras. Sin comentarios. Eso sí, el recordado alcalde no se lo tomó de muy buen grado, no llegó a recoger el galardón y el muñeco de madera circuló durante mucho tiempo por la sala de prensa  municipal. Lástima que haya desaparecido porque igual y muy en breve tiempo podría adjudicarse, de forma ex aequo, a quienes vaticinan de forma vehemente un gran Museo Piñole en Cimavilla para dentro de poco más de dos años y a quienes tratan de ocultar ahora, con igual rotundidad, el  soterrado ‘Pacto de la Montera Picona’. Eso sí es escapismo a pares y no lo del gran Houdini.