La entrada en concurso de acreedores de las sociedades propietarias de la cadena fuerza la clausura de sus sedes, incluidas las cuatro de Asturias; los clientes pueden acudir a otros centros, o recuperar el dinero, pero «los plazos son larguísimos»

El ‘mazazo’ cayó a mediados de la semana pasada. De forma sorpresiva, como una bomba oculta recién detonaba, la cadena de centros de estética Bedda, con locales ubicados en distintos puntos de la geografía española, incluidos cuatro en Asturias, y que daba trabajo a unos ochenta empleados en todo el territorio nacional, bajaba la persiana y anunciaba el cierre de todas sus sedes. La drástica medida, dada a conocer por el sindicato Comisiones Obreras (CCOOO), fue la consecuencia lógica del concurso de acreedores solicitado por Iniciativas Bodochena y por Mendichena, las dos sociedades encargadas de administrar la cadena en cuestión. Para esas decenas de trabajadores, avocados a irse al paro, comenzaba entonces una dura y, previsiblemente, larga batalla por cobrar las nóminas pendientes, cuestión que deberá resolver el Fondo de Garantía Salarial (FOGASA) adscrito al Ministerio de Trabajo, y que, estiman en CCOO, no dará frutos hasta el año que viene. Bien, de acuerdo, pero… ¿Qué pasa con el otro colectivo de afectados? ¿Con los cientos de clientes que, de la noche a la mañana, se han quedado sin las sesiones comprometidas, sin el dinero abonado por ellas, y con una sensación de frustración total?

«Es una impotencia… Una sensación de que están jugando con uno...», se desahoga Alicia Infante, una de las víctimas de esta maniobra. Gijonesa de pro, con domicilio en el barrio de Montevil, fueron algunas de sus amistades quienes le recomendaron que se pusiese en manos de los profesionales de Bedda, especializados, según el catálogo ofrecido por su página web, en tratamientos estéticos tan dispares como la depilación láser, la presoterapia, el incremento de volumen en la zona labial o el peeling facial. «Varias amigas los habían probado, o estaban en ello, y me hablaron bien«, recuerda. El espaldarazo definitivo coincidió con la Feria Internacional de Muestras de Asturias (FIDMA) del año pasado, celebrada ese agosto y en la que Bedda instaló un stand para promocionar sus servicios. Infante los vio, se acercó, consultó, supo de la existencia de un paquete de doce sesiones repartidas en dos años… Y se animó a dar el paso. Con todo formalizado y contratado, por el tratamiento completo en el establecimiento situado en el centro comercial Alcampo -los detalles del mismo quedan en el terreno de lo privado-, tuvo que abonar unos 1.080 euros, a razón de 45 euros al mes a lo largo de esos veinticuatro meses. Por adelantado, claro.
Durante el primero de esos dos años todo fue como la seda, sin incidentes, y, aunque la periodicidad de las sesiones no estaba distribuida a razón de una cada dos meses, pues dependía de las circunstancias del cliente, Infante sí pudo completar la mitad del tratamiento, aproximadamente. Esa tónica positiva se quebró este mismo lunes, pocos días después de que se supiese de la clausura de los locales de Bedda en toda España. «Me escribieron por WhatsApp, informándome de que la cita que tenía para el miércoles, fijada dos meses antes, se cancelaba, porque la clínica iba a estar cerrada temporalmente, y que ya me contactarían para fijar otra«, relata. Aquello, admite, le «olió mal«; sobre todo, porque el contacto se produjo «a través del número del local de Parque Principado, no del de Alcampo». Sus intentos de localizar a alguien en este último sólo encontraron el silencio por respuesta, y tampoco hubo forma de que en el centro de Parque Principado respondiesen a sus preguntas. Visto lo visto, Infante decidió coger el toro por los cuernos e ir hasta el establecimiento que tenía asignado en Gijón; al llegar, se encontró la persiana bajada. No había un simple cartel de aviso emitido por la empresa, aunque sí una copia del comunicado de CCOO adherida al escaparate. En cuanto a las opciones digitales, en la página de Bedda un aviso en gran formato advierte de que «Actualmente nos encontramos haciendo mejoras en nuestra web«. Cualquier otra información -servicios, tarifas, tiendas…- ha desaparecido. Y, aunque su cuenta de Instagran conserva algunos contenidos, la de Facebook ha sido vaciada.

«Imagínate la cara que se me quedó…«, cuenta con indignación, rememorando ese instante en que, ahora sí que sí, tomó conciencia de que las cosas estaban yendo mal. En primer lugar, y siguiendo el consejo dado por CCOO en su comunicado, presentó una denuncia en la Oficina del Consumidor (OCU), pero después tuvo la idea de ponerse en contacto con el BBVA, su propio banco y, por casualidades del destino, la entidad financiera de los administradores de Bedda. Allí lograron clarificar un poco la situación. «Me dijeron que lo último que sabían era que estaban intentando reubicar a la gente en otras clínicas pero, de momento, sólo las están dando con una llamada Radiante, que está en Parque Astur, y únicamente a los clientes de Bedda de ese último centro comercian y de Parque Principado«, detalla. La estimación dada por el BBVA es que, en su caso, la asignación de un nuevo centro en el que completar el tratamiento podría demorarse hasta cuatro semanas… Pero es que la alternativa, recuperar el dinero por las sesiones no recibidas, requeriría aún más tiempo de espera; tal vez, hasta 2026. Ante esa disyuntiva, Infante lo tiene claro: antes que ponerse en manos de otros profesionales, prefiere cobrar la parte proporcional de la inversión, y olvidarse. Cosa que no quita que el malestar persista.
«Al final, la sensación que queda es que a la empresa no le importamos; nos ha dejado con el culo al aire y, ahora, somos nosotros los que tenemos que pelearnos con los bancos«, protesta, hablando en nombre de los cientos de afectados diseminados por todo el país que se hallan en la misma tesitura. Tampoco los tiempos teóricos constituyen un alivio para ella… Al fin y al cabo, «cuatro semanas para que te reubiquen es mucho tiempo, a mi parecer, y si, encima, tienes que esperar todavía más para que te den el dinero… Se nos puede hacer eterno«. Eso sí, como no hay mal que por bien no venga, las lecciones han quedado sólidamente aprendidas… Y, en su caso, son dos. Primero, y en un plano puramente personal, «no volver a contratar ningún paquete; aunque sea más caro, prefiero pagar sesión a sesión, para no verme en este jaleo y arriesgarme a perder dinero por algo que no recibiré«. Segundo, más importante y aplicable a cualquiera de los perjudicados, «pelear esto siempre. En la OCU, en el banco, en los sindicatos… Donde sea, pero hay que luchar. Es la única manera de que evitar que se salgan con la suya y, a lo mejor, de que no vuelva a pasar en el futuro«.