Casi cien personas llenaron el Salón de Actos del Museo del Ferrocarril para asistir a la mesa redonda ‘Parar a la extrema derecha’, y otra treintena hubo de quedarse fuera; en respuesta, unos veinte críticos, incluidos representantes de Vox, se manifestaron en las inmediaciones

Hubo un buen puñado de críticas desde ciertos sectores políticos en los días previos. También, ya sobre el terreno, alguna que otra tensión verbal entre defensores de ideologías opuestas. Incluso se vivió el malestar de las decenas de interesados en asistir que, por lo pequeño del espacio elegido, no pudieron acceder. Pero, al final, Somos Asturies cumplió con su parte, la mesa redonda ‘Parar a la extrema derecha‘ tuvo lugar… Y, en ella, Mertxe Aizpurua, diputada de EH Bildu en el Congreso, pudo compartir con su audiencia su preocupación por el avance de movimientos conservadores, al amparo del actual sistema socioeconómico, y sus recetas para plantarle cara. Una serie de planteamientos que, como los expuestos por sus compañeros Gerardo Pisarello, igualmente diputado nacional de Catalunya en Comú (Comuns); Covadonga Tomé, parlamentaria autonómica de Somos Asturies, y Enrique del Teso, profesor de la Universidad de Oviedo, fueron atentamente de seguidos por el centenar de personas, cantidad superior al aforo teórico de ochenta, que ayer martes abarrotó el Salón de Actos del Museo del Ferrocarril de Gijón… Al tiempo que, en el exterior y a pocos metros de la treintena de posibles espectadores que no encontraron sitio, unos veinte críticos, incluidos representantes de Vox, se manifestaban contra la presencia de Aizpurua.
Varias veces a lo largo del discurso de la diputada vasca pudo oírse la palabra «fascismo«, y lo cierto es que dicho término, utilizado por ella para describir la situación a la que Occidente parece avocado, sirvió de piedra angular a su alegato. Un «fascismo», alertó, alimentado por el vigente modelo económico «de barbarie», concebido como un «capitalismo financiarizado y digitalizado» que, en la práctica, concentra el poder en manos de grandes corporaciones tecnológicas, energéticas y especializadas en la gestión de fondos de inversión. Esa coalición de fuerzas acapara «un poder oligárquico que no acepta límites y busca precarizar el mundo del trabajo«, y ejerce como «una especie de contrarrevolución preventiva» a favor de posturas conservadoras, a las que, siempre en opinión de Aizpurua, «les sobra la democracia«. Hasta ahí, la descripción de lo negativo, pero… ¿Cómo combatirlo? A juicio de la invitada, «actualizando el concepto de revolución» y ejecutando una transformación estructural que modifique «el núcleo de esta forma de concebir la economía», de modo y manera que el ser humano, y no el dinero o el poder, vuelvan a ubicarse en el centro del debate.

Tanto Del Teso como Pisarello y Tomé se mostraron coincidentes con los postulados de Aizpurua. De hecho, la parlamentaria asturiana, máxima representante del partido, Somos, organizador de la mesa redonda, esgrimió la propia Gijón como ejemplo de las prácticas denunciadas por la anterior. En ese sentido, Tomé compartió con la concurrencia que, «cuando estábamos organizando el evento, hubo una llamada del Ayuntamiento«; si bien no detalló el contenido de la misma, sí insinuó la posibilidad de que tras ella se ocultase un afán de boicot, de «bloqueo» de la cita. Al margen de dicha anécdota, la mesa sirvió para advertir de que la derecha, especialmente su vertiente más extrema, se está granjeando apoyos «vendiendo esa capacidad para solucionar los problemas de forma inmediata, saltándose cuestiones fundamentales en nuestra democracia como el debate y el parlamentarismo«. Para Tomé, pruebas de ello se hallan en frentes como el de la inmigración, un supuesto problema que en alas conservadoras trata de solucionarse «cerrando fronteras«, o el de la violencia de género, que, «directamente, niegan«. A la vista de lo anterior, no sorprende que la mesa finalizase con un llamamiento a estar en guardia frente a esas «ideas sencillas, fáciles de entender y reproducibles» que sirven a la extrema derecha de «anzuelo«.
Ese antagonismo entre izquierda y derecha cada día más evidente, y que ya ha regalado algunas escenas dignas de crítica en ámbitos políticos y sociales, quedó patente a las puertas del Museo del Ferrocarril minutos antes del comienzo del acto. Con el acceso al edificio aún cerrado, y la cola de interesados en acudir creciendo persona a persona, unos diez minutos antes de las siete de la tarde, hora de la apertura de puertas, aproximadamente una veintena de simpatizantes de derechas llegó a la plaza de la Estación del Norte y formó un cordón en uno de sus extremos, desplegando una bandera de España y exhibiendo pancartas críticas con la presencia de Aizpurua, alimentada por sus presuntos vínculos pasados con la organización terrorista Euskadi Ta Askatasuna (ETA). Mensajes como «Ni olvido, ni perdón«, «Foro y PP, cómplices«, «ETA, asesinos» o «Filoetarras, fuera de Gijón» pudieron leerse en los carteles sostenidos por los concentrados; entre ellos figuraron varios representantes locales de Vox, encabezados por la concejala y diputada de la Junta General del Principado Sara Álvarez Rouco, que enarboló el montaje fotográfico de un encuentro de la diputada vasca con miembros de la banda terrorista difundido en los días pasados.
La presencia de dichas personas incendió los ánimos de algunos de los que aguardaban en la cola, que les acusaron de haber acudido «sólo para provocar«. El que algunos de los integrantes del bloque crítico tomasen fotografías de quienes esperaban su turno para asistir a la mesa redonda no ayudó a calmar la situación, y pronto se registraron algunos intercambios de insultos; incluso, por parte de los manifestantes, uno de ellos llegó a colocar sus dedos índice en la cabeza, a la manera de cuernos, si bien se desconoce si lo hizo con la idea de asociarles con alguna clase de conducta demoníaca, señalándoles como víctimas de cierta infidelidad, o aprovechando la coyuntura para hacer un alegato a favor de los toros. Afortunadamente, todo quedó en esos cruces de palabras y gestos… Gracias, en buena medida, a la presencia de un destacamento de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) de la Policía Nacional. Ya antes de que la situación escalase los seis agentes que lo integraban descendieron de la furgoneta policial estacionada en la plaza, y formaron una línea divisoria entre ambos bandos, impidiendo cualquier acercamiento físico y censurando las conductas inadecuadas.