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La ciudad aislada

David Alonso por David Alonso
03/10/25
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«¡Leches! Si tan guapo era Gijón -que aún lo es- ¿por qué no se impide el constante derribo de edificios históricos?»

El pasado 22 de septiembre las autoridades debieron cerrar la calle, ante el riesgo de desprendimientos o derrumbe del número siete de Los Pedregales. / Reportaje fotográfico de miGijón

Aunque por el título del artículo pudiera parecerlo, no van las líneas de esta semana dedicadas al vial de Jove, a la estación de trenes, a la de autobuses o al Metrotrén, por citar algunos de los viejos ‘clásicos’ que han llenado – y llenarán- cientos de artículos de opinión como este. Para nada. Hoy quiero centrarme un poquitín en la evolución urbanística de Gijón. Bueno, por ser más exactos, en el paisaje urbano que tenemos en la actualidad. Y lo hago a cuenta de una noticia, que publicaba este medio, respecto a un edificio en evidente estado ruinoso en la calle Los Pedregales.

El caso de lo que está sucediendo con este edificio es el mismo caso de lo que ocurre con muchos otros en similares circunstancias. Un edificio de los años 40 del siglo pasado -década arriba, década abajo- que hace años que está abandonado, y que ha sido comprado, o no, por algún fondo, promotora, inversor o constructora para levantar viviendas de nueva factura. En muchos de estos casos, y ahí empieza el problema, el edificio está catalogado, aunque sea con un nivel muy bajo de protección, como pueda ser la protección ambiental. Esto conlleva que, pese a que se autorice su reestructuración completa, pues tiene que preservar algunos detalles que hacen que su gestión no sea lo que cualquier inversor preferiría: echarlo abajo y ponerse a hacer otro. El caso es que, si tenemos en cuenta las vueltas y las gestiones -que si hago esto o aquello- y el paso de los años, cuando no de las décadas, estos edificios se acaban deteriorando. Y lo hacen porque, de manera evidente, no reciben ningún tipo de mantenimiento; ni se limpian los canalones, ni se examinan las posibles entradas de agua, ni nada de nada. Se deja estar, y punto. Hasta aquí la cosa ya pinta mal, porque si hay un edificio abandonado en la ciudad, uno solo, el primer responsable empieza a ser el Ayuntamiento. Evidentemente, la propiedad del bien es quien encabeza el listado de responsables, pero el Ayuntamiento también lo es. De igual manera que uno no puede desentenderse de un coche y dejarlo abandonado sin más en un espacio público (sí, ya sé que eso también pasa), uno no puede desentenderse de mantener una propiedad en las debidas condiciones. Pero pasa, y pasa mucho en Gijón, y pasa mucho con los edificios -¡oh, casualidad!- que están protegidos o catalogados; hecho este que sitúa aún más la responsabilidad en el tejado municipal.

La segunda cosa que pasa cuando se abandona un edificio es que éste se empieza a caer a cachos, genera problemas en las parcelas de alrededor, en la calle… Genera situaciones de inseguridad, y un sinfín de inconvenientes que afectan a todos los ciudadanos de ese entorno y, por supuesto, a la propia ciudad, por la pérdida constante de patrimonio (no olvidemos que estoy hablando de edificios con cualidades que los hacen merecedores de ser catalogados). Transcurrido un tiempo esa ruina suele dejar paso a un edificio de nueva planta, reconstruido, por lo general feo de narices, y habiendo dejado las arcas del inversor correspondiente debidamente llenas; lo cual me parece totalmente lícito por su parte, ojo. Aquí el deber sigue estando en manos del Ayuntamiento, por no exigir unos mínimos de estética y de calidad que ayuden a generar una percepción de imagen de ciudad que, en el caso de Gijón, brilla por su ausencia. Pero esto, que no deja de ser una enumeración de hechos fácilmente contrastables sólo con mirar la hemeroteca habitual, alcanza en Gijón un cinismo de altos vuelos, cuando una de las aficiones que más triunfa -y que es alentada por las propias instituciones públicas responsables de la pérdida patrimonial- es cuando se decide hacer exposiciones molonas con fotos en blanco y negro ‘añorando’ lo guapo que era Gijón. Que digo yo… ¡Leches! Si tan guapo era Gijón -que aún lo es-, ¿por qué no se impide el constante derribo de edificios históricos? O, mejor aún, ¿por qué no se limita el constante auge de recrecidos sobre edificios históricos (la lista sería interminable)? ¿Qué sentido tiene decir «qué guapo era el edificio este o la plaza aquella» si, en el día a día urbanístico de la ciudad, cada vez se pierde más de lo que queda, y las nuevas construcciones solo destacan por poner fachadas grises y aislantes? Ni siquiera logran poner al alcance de la mayor parte de los mortales el acceso a una vivienda… Que esto es otra cosa: nada de todo este nuevo gris beneficia ni reduce el grave problema de acceso a vivienda que tenemos en la ciudad.

Es una pena ver como los únicos recuerdos que se valoran son los del blanco y negro de las fotos, mientras que el color que aún resiste hoy se trata de ennegrecer a base de políticas urbanísticas ignorantes del valor arquitectónico que aún conserva esta maravillosa ciudad.

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