Arturo, Abelardo, Luis Enrique, Manjarín, Pablo, Castaño y Juanele asaltaron los cielos desde el Campo Número Uno de Mareo primero y poco más tarde en El Molinón. Gracias a la inquebrantable confianza de su entrenador: Carlos García Cuervo


Quiso el destino hacer coincidir en el mismo equipo a García Cuervo y a Lavandera. Dos asturianos sportinguistas, portero uno, extremo el otro, que coincidieron en el Sporting y la selección juvenil española, regalando grandes tardes a esa «torcida» rojiblanca. El guardameta de septiembre de 1946, el extremo derecho de marzo de 1947. Jugó el cancerbero en La Cultural de La Calzada, La Braña, La Camocha, Sporting, Burgos, Sabadell, Real Jaén y Xerez.
El «revoltoso» langreano vistió las zamarras de el Cruz Blanca de La Felguera, Langreo, Celta, Sporting, Manresa y de vuelta en el Unión Popular de Langreo. Carlos García Cuervo llegó al Sporting en la temporada 65-66, en segunda división. Permaneció en el club siete temporadas y gozo de esa inmensa alegría provocada por el ascenso de la campaña 69-70. Era García Cuervo un guardameta pinturero, quedaba bien en la foto, con trazas de ser el «mocín» en la peli de vaqueros. Combinaba tres jerséis que iba cambiando de semana en semana: marrón, azul marino y negro azabache. Como el de Iribar o el de la «Araña Negra», el legendario portero ruso Lev Yashin.


Quedan las palomitas del gijonés en pupilas y memoria de los buenos y veteranos aficionados rojiblancos. Fue Carlos un buen guardavallas que se topó con la larga sombra de Castro, alejando a García Cuervo de la titularidad. Pasados los años decidió convertirse en ferretero y cambiar palomitas por palometas, tuercas, ganchos y diferentes tornillos y pernos. Pero sin abandonar del todo la vida en el césped, pisando y mandando con borceguíes de míster. En una brillante campaña ascendió a 2ªB al Sporting Atlético en 1989. Haciéndose cargo del primer equipo tras la destitución de Aranguren. No le tembló el pulso a la hora de apostar por la cantera, por un Mareo de talento en el que siempre creyó. Sentó a Kevin Moran, internacional irlandés que venía del Manchester United, y le dio todos los galones en el centro de la zaga a un «Pitu» Abelardo de 19 años.
Arturo, Abelardo, Luis Enrique, Manjarín, Pablo, Castaño y Juanele asaltaron los cielos desde el Campo Número Uno de Mareo primero y poco más tarde en El Molinón. Gracias a la inquebrantable confianza de su entrenador: Carlos García Cuervo. Esa temporada la terminó Ciriaco Cano al frente del banquillo. En la 92-93 volvería García Cuervo al banquillo sustituyendo al holandés Bert Jacobs. Con otro García, como míster del Sporting, García Remón (en la temporada 93-94), compaginó las funciones de secretario técnico con la dirección de la Escuela de Fútbol de Mareo. Y el 9 de marzo de 1995 regresó, una vez más, al banquillo para relevar al otro García que también guardó los tres palos, García Remón. En esa misma campaña Ricardo Rezza sería el tercer técnico del Sporting y con la llegada del argentino terminaría la trayectoria de Carlos como esa suerte de Molowny a la gijonesa que siempre demostró ser. También entrenó al San Martín, Caudal de Mieres y Real Avilés Industrial. Pero es sabido que el rojiblanco tatuado en el «cuore» no se puede ir ni con disolvente de óxido, ni con la más potente de las limpiadoras de vapor, aunque hoy estén de oferta en la Ferretería García Cuervo.