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Mancharéis, pero no convenceréis

Peio H. Riaño por Peio H. Riaño
13/10/25
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Atacar una obra de arte no convencerá a la población española para acabar con los homenajes a la invasión de 1492 y, muy posiblemente, reforzará la actitud contraria

Equipo de profesionales del Museo Naval reparan el cuadro ‘Primer homenaje a Cristóbal Colón’, de José Garnelo, este domingo

“Para muchas personas de nuestra comunidad, la estatua representa el patriarcado, la opresión y la división. Y eso no representa a nuestra gran ciudad. Ya no viviremos a la sombra de nuestro pasado. Es el momento de reemplazar esta estatua con obras de arte que demuestren nuestra lucha duradera contra el racismo y de celebrar la diversidad y la inclusión”, recalcó el 1 de julio de 2020, Andrew J. Ginther, alcalde de la ciudad de Columbus (Ohio). Ese día dio la orden de apear del pedestal y almacenar la descomunal imagen de la estatua de Colón, que recordaba al marino desde hacía sesenta y cinco años. Reclamó a la Comisión de Arte de Columbus que se esforzara por reemplazar la estatua con una obra de arte que representara mejor a los habitantes de la ciudad “y ofrezca una visión común del futuro”. 

En Filadelfia, la imagen que realizó Emanuele Caroni en 1875 fue retirada porque “como muchas comunidades en todo el país, Filadelfia se encuentra en mitad de un ajuste de cuentas muy necesario sobre el legado del racismo sistémico y la opresión en este país y en todo el mundo”, dijo el alcalde Jim Kenney. Margot Berg, la directora de arte público de la ciudad, agregó que el arte público “debe reflejar a la gente y al espíritu de nuestra ciudad sin dividirnos como comunidad, y muchas de las personas que se celebran en bronce y piedra son un motivo de orgullo para algunos, pero causan un gran dolor a otros cuyos antepasados fueron alcanzados por sus acciones y cuyas comunidades aún sufren bajo sistemas de opresión”. No es paradójico que una de sus tareas también consista en eliminar obras de la vista del público. 

“Creo que hace falta escuchar a la gente, y que el dolor histórico que han sufrido, nos guste o no, necesita ser reconocido si se quiere que nuestra nación sane”, dijo Mary Casillas Salas, alcaldesa de Chula Vista (California), quien también dio la orden de mandar al almacén municipal la imagen de Colón, situada en el parque del Descubrimiento desde 1991. Jorge Elorza, alcalde de Providence (Rhode Island), decidió almacenar a finales de junio su Colón, porque quería que fuera la voz de la comunidad la que tomara las decisiones relacionadas con los memoriales, hitos históricos y monumentos que representan a la ciudad.

La oleada de retirada de estatuas de Cristóbal Colón en los EEUU, en el año 2020, no tuvo nada que ver con un movimiento iconoclasta. Los responsables de las ciudades que lo apartaron del espacio público argumentaron sus motivos. Porque lo más molesto no es un monumento o una pintura, ni el arte de propaganda política; lo más molesto es la falta de reflexión común sobre los símbolos con los que una comunidad se quiere sentir representada. Es decir, lo más molesto es la ausencia de soberanía para determinar esos símbolos y la falta de diálogo para evitar su destrucción. Es evidente que el cuadro de José Garnelo (1866-1944), Primer homenaje a Cristóbal Colón (1892), no exhibe una página de la historia de España, sino una página de la propaganda de una España, que es la que defiende un museo gestionado por la Armada. El descomunal lienzo no trata sobre la historia de España, sino sobre la identidad de España. A eso se dedicó la pintura de historia, a pintar ficciones. Mentiras, si lo prefieren. 

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Garnelo, con veinticinco años, trató de coronarse como pintor presentando un homenaje a Colón en la celebración del cuarto centenario de la invasión de América. Fue un oportunista que quiso triunfar en la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese 1892, con el megalienzo con el cuadro agredido por dos activistas. Pero el cuadro fue un fracaso. La crítica dijo que Colón era «una figura mezquina y sin espíritu, que no dice nada ni nada revela. Es sencillamente un buen señor, con peluca de cartón piedra, que está dando los buenos días a los salvajes que le rodean”. Otra: “Creer que aquella fila de gente, encima de aquel cielo, sin una nube, puede resultar un cuadro, es creer un absurdo”. La crítica del momento quería un Colón más autoritario. En 1893, Chicago celebró una gran exposición columbina y Garnelo envió esta pintura. Allí sí triunfó. El valor de estos cuadros tan grandes de un orgullo histórico tan herido son relevantes como documentos. Gracias a ellos descubrimos la mentalidad y los complejos de la España oficial de finales del siglo XIX, y como tal deberían ser tratados en los museos.  El atraso narrativo del Museo Naval no puede distraernos del asunto de urgencia: atacar una obra de arte no convencerá a la población española para acabar con los homenajes a la invasión de 1492 y, muy posiblemente, reforzará la actitud contraria. Porque una cosa es manchar cristales y otra, manchar el lienzo. El desgraciado paso con pintura para llamar al boicot de la Hispanidad, desborda el objetivo que tenía la organización en febrero de 2023, cuando nos lo comunicó Sam, en Laboral Centro de Arte, al hilo de la exposición Barricadas en los cielos. Arte y activismo por el clima, organizada bajo la dirección de Pablo de Soto. Según el joven, entonces de 18 años, querían hacer el máximo ruido posible contra el cambio climático, pero no dañar nunca las obras de arte. Sam fue uno de los dos activistas que pegaron sus dedos a los marcos de las majas de Goya, en el Museo del Prado, el 5 de noviembre de 2022. La mancha que han dejado no deja ver lo que piden.

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