
«En Gijón, el humo sigue siendo negro, pero los silencios -ay- son mucho más espesos»

El misterio negro del Puerto
Ciento sesenta mil toneladas de carbón. Desaparecidas. Ni rastro físico ni contable. Como si las olas se las hubieran tragado o como si alguien, con más talento que moral, hubiera descubierto la alquimia del humo. El caso del buque ‘Berge Triglav’ -atracado en El Musel hacia 2020 con carga kazaja- se ha convertido en uno de los episodios más opacos de la historia portuaria asturiana.
La juez de Gijón instruye la causa por apropiación indebida. En el punto de mira, la empresa pública EBHI (European Bulk Handling Installation), encargada de descargar y custodiar el material, y su entorno. En aquel tiempo la Autoridad Portuaria estaba presidida por Laureano Lourido y dirigida por José Manuel del Arco, hoy investigado. La directora de EBHI, Lucía Herrero Batalla, y el responsable de operaciones, Amalio Álvarez Paredes, completan el elenco de quienes deberían investigarse, dada su posición y su cercanía al prodigio. La nueva presidenta del Puerto, Nieves Roqueñí, heredó el incendio y encarga informes internos que se pierden en un mar de confidencias.
El carbón que cambió de dueño
La primera hipótesis, la A, es la más simple y la más brutal: venta paralela o desvío físico. Parte del carbón pudo mezclarse con otros acopios y salir de El Musel con papeles distintos, rumbo a clientes industriales. Un negocio fácil si se domina la pesada, el registro y la cinta transportadora. Nadie vende toneladas con pala y camión sin apoyo desde arriba. Y arriba había nombres, sueldos y sellos.
¿Pudo alguien en operaciones, o en las contratas del parque, desviar el material? EBHI siempre ha tenido un ecosistema complejo: directivos con larga permanencia, sindicatos históricos y un circuito de empresas auxiliares que tocan cada tornillo del puerto. En ese laberinto, una orden mal archivada o una pesada mal calibrada valen millones.
La evaporación en los papeles
La segunda hipótesis, la B, sugiere una desaparición menos épica y más contable: la manipulación documental. Nadie robó el carbón; se evaporó en los balances. Una cifra alterada en el parte de descarga, una “pérdida natural” por humedad o una merma en la densidad. La materia se conserva, pero los números se esfuman.
En este escenario, el beneficio no es cargar barcos a medianoche, sino hacer cuadrar los informes. Un ajuste técnico por aquí, una justificación por allá, y el carbón pasa a ser un recuerdo administrativo. Un arte que requiere menos músculo y más boli azul. El tipo de operación que sólo puede firmar quien tiene rango para hacerlo.
Los perfiles del humo
Para que algo así ocurra, se necesita una combinación de poder y discreción:
- Un técnico o jefe de operaciones con acceso directo a los sistemas de control.
- Un directivo que autorice sin preguntar demasiado. Y, sobre todo, un entorno institucional predispuesto a mirar hacia otro lado.
En EBHI convivían viejos hábitos portuarios con una cultura de empresa pública sin demasiada transparencia. Los balances se revisaban tarde, los informes circulaban despacio y las responsabilidades se diluían como polvo de carbón en la lluvia.
El resultado: un caso en el que todos dicen “yo no estaba” y, sin embargo, todos estaban.
Epílogo para jueces y lectores
Hoy la justicia intenta recomponer la huella de un material que ya no existe. La empresa suiza TELF, propietaria legal de la carga, reclama más de cincuenta millones de euros. Los nuevos gestores portuarios hablan de rigor y limpieza, pero el aire huele todavía a combustión lenta.
Y uno no puede evitar recordar a Leonardo Sciascia, cuando escribía sobre Sicilia: «La verdad no sólo es difícil de decir; a veces, es peligrosa de encontrar».
- ¿Quién se benefició realmente del carbón desaparecido?
- ¿Quién firmó sin mirar, quién miró sin ver, y quién vio demasiado para contarlo?
En Gijón, el humo sigue siendo negro, pero los silencios -ay- son mucho más espesos.