Fundado en 2019, este equipo tuvo en el Festival Aéreo de 2025 su bautismo de fuego en un evento lúdico, tras participar en varios campeonatos civiles y militares; su decena de miembros recuerda aquella experiencia como «un orgullo y un honor»
Si observamos los bocetos de aeronaves legados a la posteridad por el genio florentino Leonardo da Vinci, el desarrollo de la aerostación a finales del siglo XVIII, el primer vuelo a motor de los hermanos Wilbur y Orville en 1903 y, antes de todo eso, un buen puñado de intentos hechos desde tiempos remotos -casi siempre, con funestos resultados-, queda claro que el ser humano siempre ha soñado con surcar los cielos. En avión, en dirigible, en globo, en cometas… Y, sí, también recurriendo a paracaídas. Un invento con pedigrí hispano, por cierto, si se piensa que el primer intento conocido de saltar utilizando un elemento que frenase la caída, realizado en 853 por el andalusí Abbás Ibn Firnás, tuvo por escenario Córdoba. Más de un milenio después, y tras haber alcanzado su madurez en las dos guerras mundiales, el paracaidismo es hoy una actividad sumamente depurada, mezcla de técnica, valor y buena suerte, y convertida una disciplina deportiva con todas las de la ley -el Comité Olímpico Internacional le ha dado su bendición-, capaz de regalar impresionantes acrobacias a cargo de los cientos de equipos activos en todo el mundo. Y uno de ellos, de hecho, tuvo su bautismo de fuego ante el público en Gijón: el Equipo de Paracaidismo de la Guardia Civil, una unidad relativamente joven, pero que ya apunta maneras. Sus capacidades pudieron ser vistas por primera vez por la ciudadanía este julio, durante el XIX Festival Aéreo Internacional… Y no parece que vaya a ser su última visita a la ciudad.
Han pasado unos cuantos meses desde aquel salto con el que la decena de integrantes del equipo se ganó para siempre el corazón de los gijoneses, saltando desde un Eurocopter AS365 Dauphin y desplegando en vuelo una bandera nacional y otra de la Benemérita mientras ejecutaban un descenso de precisión sobre un pequeño punto concreto de la playa de San Lorenzo… Pero, aun así, el teniente coronel Felipe Pizarro, uno de sus dos comandantes, aún se emociona al recordar la experiencia. «Fue inolvidable, un orgullo y un honor, algo digno de repetir«, rememora, evocando aquellos momentos, ya sanos y salvos en tierra, en que «la gente nos paraba para felicitarnos, para pedirnos fotos… Nos sentimos muy arropados«. Y eso que no fueron los únicos profesionales de su clase presentes esos días en el cielo de Gijón; la veterana y laureadísima Patrulla Acrobática de Paracaidismo del Ejército del Aire (PAPEA) compartió firmamento con sus ‘hermanos’ del instituto armado, acumulando también una abrumadora ovación colectiva. Sin embargo, hubo algo especial en el salto protagonizado por Pizarro y sus subordinados… Porque sí, el Festival Aéreo de este año fue el primer evento no deportivo al que se sumó el equipo. Fue la base de una tónica que, poco después, se repitió en Torre del Mar, y que, seguramente, no tardará en incluir nuevos certámenes.
«El accidente típico de alguien que pierde el conocimiento o se distrae ha dejado de ocurrir; si a 330 metros el agente sigue en caída libre, el paracaídas se despliega automáticamente»
Teniente coronel Felipe Pizarro
Claro, que llegar a ese hito memorable no fue, por emplear la expresión coloquial, como llegar y besar el santo. Todo lo contrario. La todavía breve historia del Equipo de Paracaidismo de la Guardia Civil arrancó en 2019, cuando se plateó por primera vez la posibilidad de añadir a los distintos equipos deportivos de la Benemérita uno especializado en esa disciplina aeronáutica. La idea cuajó entre los mandos superiores, y de inmediato Pizarro y sus compañeros se lanzaron a la ‘caza’ de candidatos, siempre voluntarios. «Buscamos guardias que practicasen el paracaidismo deportivo en su tiempo libre, que viniesen de unidades militares con esa formación… Al mismo tiempo, fuimos consiguiendo algunos materiales, y pronto pudimos empezar a prepararnos para asistir a campeonatos«, detalla el teniente coronel. Él mismo es uno de los dos oficiales de dicho rango que comandan la unidad, formada por diez agentes y que comenzó a ‘andar’ en lo que se conoce como trabajo relativo: la formación de distintas figuras en el aire durante el descenso en caída libre, algo que acostumbran a hacer cuatro agentes mientras un quinto lo graba en vídeo. Por fin, poco después de la pandemia el equipo dio un paso más: lanzarse al aterrizaje de precisión, tratando de tocar tierra en un punto de dieciséis centímetros de diámetro. Todo un desafío.
Hasta la fecha, y dejando a un lado esas experiencias puramente lúdicas en Gijón y Torre del Mar, el paso del Equipo de Paracaidistas por competiciones especializadas en la materia, civiles o militares, le ha reportado alguna que otra alegría y, sobre todo, mucha motivación. «Es cierto que, como nosotros no tenemos dedicación exclusiva, hay unidades como la PAPEA a las que ni soñamos con ganar, pero en 2022 conseguimos un bronce en relativo en un campeonato civil, en Castellón«, relata Pizarro. Aquella tercera posición fue todo un espaldarazo; máxime si se tiene en cuenta que la competitividad es absolutamente sana. Tanto, que no hay ni un atisbo de vergüenza al admitir que «a equipos como el del Escuadrón de Zapadores Paracaidistas (EZAPAC), o la propia PAPEA, se lo debemos prácticamente todo, porque nos han ayudado muchísimo«. Sin ir más lejos, aquellos adiestramientos más específicos se realizan en la Escuela Militar de Paracaidismo ‘Méndez Parada’, integrada en la murciana Base Aérea de Alcantarilla, dependiente del Ejército del Aire; un escenario idóneo para poner a prueba no sólo técnicas de salto, capacidades de resistencia y acrobacias, sino también conceptos de seguridad. «Hay que extremar la prudencia, aunque el accidente típico de alguien que pierde el conocimiento o se distrae ha dejado de ocurrir; llevamos dos paracaídas con un dispositivo de apertura automática, y si a 330 metros detecta que el agente sigue en caída libre, los despliega en el acto«, acota Pizarro.
«Lo que queremos ahora es seguir mejorando, perfeccionarnos todo lo posible y, si nos lo requiere, participar de nuevo en competiciones y festivales, como el de Gijón»
Teniente coronel Felipe Pizarro
Con todos esos mimbres, y sin olvidar sus respectivas responsabilidades en los destinos regulares que tienen asignados -Pizarro, por ejemplo, ejerce como segundo jefe de la Unidad de Actividades Subacuáticas, y a sus órdenes hay una piloto de helicópteros de rescate destacada en Huesca, integrantes del Servicio Marítimo, alpinistas de los Grupos de Rescate e Intervención en Montaña (GREIM)…-, esta decena de guardias tiene claras sus metas a corto y media plazo. «Lo que queremos ahora es seguir mejorando, perfeccionarnos todo lo posible y, si nos lo requiere, participar de nuevo en competiciones y festivales, como el de Gijón«, sentencia, disciplinado, el teniente coronel. Y en la ciudad asturiana, a tenor del buen sabor de boca dejado por ese papel inaugural del Equipo de Paracaidismo de la Guardia Civil, hay ganas de que tal cosa suceda. De ahí que, pese a la prudencia propia de su oficio y rango, a Pizarro los recuerdos de aquella buena experiencia le hagan sonreír ante la esperable pregunta de si él y los suyos querrían repetir. «Siempre que se nos pida, y el mando lo considere oportuno, volveremos«.