La llegada del Albergue Covadonga al Natahoyo revive un clásico gijonés: la convivencia entre recursos sociales y vida de barrio

El traslado temporal de usuarios del Albergue Covadonga a las antiguas instalaciones del Hogar de San José, en el barrio gijonés de El Natahoyo, ha reabierto un debate clásico en la ciudad: la convivencia entre los recursos sociales y los entornos residenciales. El Ayuntamiento asegura que se trata de una medida provisional, de dos años como máximo, mientras se acomete la reforma integral de la sede original enfrente de la estación de Sanz Crespo. Pero los vecinos, escépticos por experiencia, temen que lo “provisional” se convierta una vez más en definitivo. Entre la prudencia institucional y la inquietud vecinal, Gijón vuelve a debatir sobre su modelo de ciudad y sobre cómo gestionar la solidaridad sin fracturas.
¿Quiénes son los usuarios que serán alojados en el viejo Hogar?
La mayor parte de las tensiones derivan de la confusión sobre quiénes son realmente las personas que serán trasladadas. Muchos vecinos asocian el albergue con las escenas de consumo o conflictos visibles en la vía pública, lo que ha generado alarma. Sin embargo, desde el área de Servicios Sociales se llama la atención sobre este punto.
El concejal Guzmán Pendás lo explica con claridad. Se trata de 60 residentes “con plaza fija, que cumplen criterios sociopsicológicos específicos y muestran una firme voluntad de recuperar su proyecto de vida”. Son estas personas las que serán trasladadas en primavera del 2026 al nuevo emplazamiento en el barrio inclusivo de El Natahoyo. Cuarenta hombres y veinte mujeres. Estas últimas se instalarán en las instalaciones del Hogar que dan a la calle de Vicente Jove.
Se trata de perfiles avanzados en cuanto a la reincorporación a la vida activa y laboral. En muchos casos, son personas que nunca habían sido usuarias de programas sociales. Algunos se han quedado sin familia, sin trabajo… y buscan rehacer su vida.
¿Cómo se garantizará la convivencia con los menores del entorno?
El punto más delicado para los residentes es la cercanía entre el futuro albergue y las zonas donde viven o estudian niños. En torno al Hogar de San José se concentran varios colegios y espacios peatonales, lo que ha alimentado el temor a que los colectivos se mezclen.
Pablo Goldenberg, dentista con consulta frente al Hogar, resume el sentir de algunos vecinos y comerciantes de la zona:
“Me parece un auténtico despropósito traer esto aquí, en una zona de paso de niños, tranquila, con viviendas pegadas al lado. Creo que sería bueno que los vecinos nos uniéramos para movernos o manifestarnos, porque no parece el sitio adecuado”, señala. El profesional recuerda que “es una zona muy estrecha, con colegios, y muchas familias pasando a diario”, y apunta que “ya hay experiencias previas de conflictos, peleas o consumo en entornos similares”.
Desde el Ayuntamiento se insiste, no obstante, en que este asunto ha sido prioritario. Pendás confirma que “vamos a hacer una comisión de seguimiento que empezará en enero de 2026, donde habrá muchas partes implicadas, para garantizar la coordinación y el acompañamiento de los usuarios”. Además, añade que “nuestros equipos de calle, especializados en sinhogarismo, van a estar acompañando a los usuarios del albergue, y la coordinación con la Concejalía de Seguridad Ciudadana va a ser absoluta”.
En paralelo, se trabaja en una separación física entre los edificios, actualmente conectados. Ahora los edificios están unidos; das un paso y pasas de uno a otro. Esa conexión desaparecerá, de modo que ambos espacios mantengan independencia y seguridad.
¿Será realmente una medida temporal?
La promesa de temporalidad es el gran punto de fricción. En Gijón abundan los ejemplos de proyectos “provisionales” que acabaron siendo definitivos, y el escepticismo vecinal está más que justificado.
Aun así, Pendás ha sido tajante: “El traslado tiene que ser máximo, máximo absoluto dos años”, fijando mayo de 2028 como fecha límite.
Durante ese periodo, la sede original del Albergue Covadonga se someterá a una renovación total. “La reforma integral se va a hacer en el mismo sitio donde está ahora, con una inversión cercana a los seis millones de euros. Va a ser un edificio con mucha luz, vanguardista, con espacios abiertos y una imagen completamente diferente”, explica el concejal.
El objetivo es devolver el servicio a su ubicación original, desmintiendo los rumores sobre supuestos intereses urbanísticos o inmobiliarios. El inmueble es de titularidad municipal, y la gestión seguirá a cargo de la Fundación Albergue Covadonga.
¿Qué medidas de seguridad y control se prevén?
Aunque el plan de seguridad no está cerrado, el Ayuntamiento plantea un enfoque de prevención y acompañamiento, más que de vigilancia policial. “No va a haber ningún problema. La coordinación con Seguridad Ciudadana será total”, afirma Pendás.
La futura comisión de seguimiento servirá como espacio de diálogo entre vecinos, técnicos y administraciones, para ajustar medidas y responder con rapidez a posibles incidencias. En el ámbito físico, se prevén obras para adaptar accesos, cerrar los pasos entre edificios y reforzar la privacidad de cada entidad. Todo apunta a una convivencia vigilada pero no coercitiva, que confía más en la mediación que en la sanción.
¿Está El Natahoyo sobrecargado de recursos sociales?
Una parte del vecindario siente que su barrio se ha convertido en el epicentro de los servicios asistenciales de Gijón. En apenas unas calles conviven Proyecto Hombre, el Hogar de San José y, en breve, el Albergue Covadonga.
Goldenberg comparte esa percepción:
“Siempre nos toca a nosotros la solidaridad. Está bien ser solidarios, pero Gijón es muy grande y debería repartirse. No parece justo que siempre recaiga aquí”, reflexiona.
Desde la administración, se subraya que El Natahoyo no está saturado, sino que cuenta con una tradición solidaria que lo convierte en un espacio idóneo para este tipo de iniciativas. “Natahoyo fue siempre un barrio solidario históricamente. Pido un voto de confianza. Las personas que se trasladan no son las que aparecen en las redes”, insiste Pendás. El edil agradece el compromiso vecinal, reflejado en sus reuniones con las asociaciones, y lanza un mensaje de tranquilidad: “Actuaremos ante cualquier problema, aunque espero que no los haya”.
¿Qué papel juega la comunicación en el conflicto?
Más allá de la ubicación, el verdadero detonante de la polémica ha sido la falta de información temprana. El traslado se anunció cuando la decisión ya era firme, lo que alimentó la sensación de que todo estaba cerrado sin contar con el vecindario. Desde el Ayuntamiento se justifica esa discreción: mientras no hubiera un acuerdo definitivo, no querían “crear alarmas innecesarias”. Aun así, muchos interpretaron el silencio como opacidad. Ahora, el reto pasa por reforzar la confianza. Se prevén reuniones informativas y encuentros abiertos para aclarar dudas y garantizar que la convivencia se construya desde la transparencia.