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La pación dorada del CHAS y el duro fielato del Oeste

Andrés Presedo por Andrés Presedo
12/11/25
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El CHAS se encamina a ser una sociedad mercantil en manos de un reducido grupo de familias adineradas amantes de los caballos, o no tanto, mientras que La Calzada no logra cerrar la herida de la evidente indiferencia vecinal al fiasco político del vial del Musel y El Natahoyo se levanta en ‘armas’ contra el ‘decreto’ municipal de traslado del Albergue Covadonga al viejo Hogar de San José, una lucha popular que recuerda la movilización vecinal en El Coto a principios de los años 90 cuando se concentró en el barrio la dispensación de metadona. Entonces hubo marcha atrás. Ahora, nadie la descarta

Es más que curioso observar desde esta atalaya como una histórica sociedad deportiva de la ciudad muta hacia manos privadas, vía tribunales de justicia, y todo el proceso está en camino de sustanciarse este mismo mes en medio de una, al menos aparente, indiferencia general. El Club Hípico Astur (CHAS), con relevantes implicaciones sociales allá por el último tercio del pasado siglo, será en breve una mera sociedad mercantil más de Gijón. Al cambio, una empresa con su correspondiente consejo de administración en la que sus socios capitalistas tomarán las decisiones sobre sus propósitos, fines y destinos. Todo nació de una monumental deuda que obligó a un plan de reestructuración que homologó el Juzgado de lo Mercantil número 3 de Gijón y que, al cambio, supone una inyección de un millón y medio de euros en acciones para tapar sus agujeros. En realidad, supone eso y, también, la desaparición jurídica del CHAS como entidad deportiva y la creación de lo que se ha dado en llamar CHAS Gijón 2025. Pero, ¿quién está detrás de esta nueva sociedad mercantil? y, sobre todo, ¿cuáles son sus verdaderos propósitos de futuro? Ambas preguntas tienen, a día de hoy, complicada respuesta, pero la puesta en marcha de la venta de acciones al menos ha clarificado algo el panorama. Los terrenos que ocupa el actual CHAS, a la vera de las urbanizaciones de Viesques, son muy golosos, aunque cuenten con el hándicap de estar considerados por la Confederación Hidrográfica como zona inundable, lo que dificulta hasta el extremo cualquier recalificación futura. 

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Pese a ello, llama poderosamente la atención que nada menos que una treintena de socios actuales (de los casi 300 que tiene el CHAS), hayan aportado cada uno de ellos la no despreciable cifra de 27.000 euros y, según todos los indicios, se encaminen en bloque a elevar la cuantía hasta un guarismo cercano a los 50.000 euros por persona para cubrir la totalidad del accionariado puesto en el mercado y, de esa forma, impedir la entrada de inversores ajenos al actual club. ¿Inversores? Quizás en este término esté una de las claves de tan generosas aportaciones, máxime cuando en torno a la mitad de ellas, de las actuales, se concentran en cuatro o cinco familias, vástagos incluidos. Un socio, una inversión. No voy a ser mal pensado. Es posible que se trate de un ejercicio de altruismo en pro de salvar el club hípico que lleva años desangrándose. Quizás sea eso. Sería muy loable. Sin embargo, siempre hay mal pensados que detrás de esta operación mercantil no vislumbran un desaforado amor por los caballos y el mundo de la hípica. Demasiada pación en forma de alfalfa dorada para el saco. Pronto se empezarán a descubrir las cartas. Hay quien opina que el nuevo CHAS podría ser rentable a futuro, pero exigirá una inversión muy superior a la ‘tirita’ de este millón y medio de euros. El enfermo necesitará mucho más tratamiento para sacarlo de la UCI y entonces empezarán  a verse las costuras de las heridas. El ayuntamiento está en alerta. Parte de los actuales terrenos que ocupa el club son de titularidad municipal y nadie conoce las condiciones de tan generosa cesión de bienes públicos. Quedan, pues, muchos obstáculos y muchos muros que saltar en este nuevo CHAS Gijón 2025, incluido saber quien se hará con las riendas del recién nacido semental.

Aunque para obstáculos, y nada que ver con los equinos, los que se encuentran los entusiastas colectivos vecinales de la zona Oeste de la ciudad en su cruzada en favor del nuevo vial de acceso al puerto de El Musel. No han llegado a viajar con sus pancartas hasta Tierra Santa, pero casi. Afortunadamente el deseado y simbólico Santo Grial está mucho más cerca, en la capital del Reino, en la sede del ministerio que regenta el pontífice Puente. Al cambio, unos pocos centenares de kilómetros, pero como si fueran millones. Esa incomunicación se da por liquidada, pero los propios líderes vecinales ya se han dado cuenta (en realidad lo saben hace tiempo, pero ahora ya lo expresan de forma pública) de que el auténtico problema ya no es que el ministro haya apagado el móvil, es que lo ha apagado todo Gijón e, incluso, los propios vecinos afectados más directamente por la contaminación. Lo decía hace unos días la presidenta de la asociación de Portuarios al asegurar que poco más pueden hacer si no cuentan con un apoyo masivo en las calles. La justa reivindicación se enreda entre la calculada inoperancia de los políticos, que sólo sirven para molestar, y la indiferencia general, seguro que por puro hastío, del resto de la ciudadanía.

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 Lo comentaba la citada representante vecinal con un mensaje más que directo. La Calzada tiene sobre 40.000 habitantes. En la última concentración en Cuatro Caminos, siendo generosos, habría 400 y la mitad no eran, seguro, ni vecinos del barrio. La línea popular ya está cortada y reponer el cable va a ser más complicado aún que tratar de evitar las continúas y pertinaces falacias de políticos trileros y sin escrúpulos capaces de mentir a la cara para preservar sus puestos y privilegios. Lo último puede arreglarse en las urnas, pero la desmotivación vecinal igual ha llegado a un punto sin retorno. Además, no hay que olvidarlo, La Calzada es un barrio con especial espíritu cantonalista. La cuesta de Monte Coroña, de escaso desnivel pero gran simbolismo, actúa para muchos como un fielato que divide la ciudad, que otorga a quienes viven ‘al otro lado’, en dirección a Veriña, un halo diferencial, un sentimiento propio. La cosa no es nueva, ni mucho menos, y hasta hay quien pudiera considerarla positiva como escudo de defensa de una colectividad. El problema surge cuando, como es el caso, los mismos colectivos que promueven asociaciones de clubes exclusivos del entorno o una cabalgata de reyes magos propia e intransferible, por citar dos recientes ejemplos, esos mismos, digo, luego demandan el apoyo de todo Gijón a su grave problema. El resultado, ya hace más de un año, quedó patente en la plaza del Humedal con una exigua manifestación y no merece más comentarios. Gijón ‘le pintó la cara’ al problema de los camiones en el Oeste. La distancia es la misma en todos los casos y la cuesta de Monte Coroña, también.

Y muy cerca de esa cuesta, apenas a un palmo del citado fielato del Oeste, está el querido Hogar de San José, con una trayectoria impecable de trabajo con los jóvenes desde hace decenios y merecido orgullo del barrio de El Natahoyo, aunque en los últimos tiempos se ha visto inmerso en un ‘charco’ de complicada gestión. Endosar a los vecinos del entorno, que no son pocos, el coste social, que lo tiene, del traslado del Albergue Covadonga durante el periodo que duren las obras de reforma de éste último, ha puesto al personal en alerta y las ventanas de muchos edificios del entorno muestran telas rojas de repulsa en su exterior. Se veía venir y, por eso, el traslado temporal se anunció desde el ayuntamiento como un hecho consumado que, por cierto, tampoco les hizo gracia alguna a las comunidades anexas a la cercana playa de Poniente. Se promete vigilancia y temporalidad, pero nadie cree ni en los plazos de las obras ni, por supuesto, en los compromisos políticos, máxime cuando quien ahora desde Servicios Sociales promete lo que sea necesario prometer, nadie sabe si seguirá en su puesto, elecciones de por medio, dentro de poco más de un año y medio. Diría más, es tan improbable que así sea como ser agraciado con el Gordo de Navidad.

Tratar de vender ese traslado como un trámite administrativo más no ha colado y los ánimos están encendidos. Los vecinos saben y conocen de primera mano el panorama que se vive en el entorno del actual albergue, con continuos conflictos y un ambiente nada edificante. Las intervenciones policiales son continuas y los inquilinos, al menos buena parte de ellos, distan mucho de ser tranquilos ciudadanos en busca de una vida mejor. El albergue y su entorno dan cobijo a muchas personas con serios problemas de adicciones que probablemente deberían de ser atendidos en otro tipo de centros de asistencia. Quienes ahora protestan en El Natahoyo conocen todo esto y ya anuncian que pelearán hasta el final para tratar de evitar que les lleven ese problema delante de sus domicilios. ¿Hasta dónde podrán llegar? El tiempo lo dirá, pero el coste político para el gobierno municipal puede ser importante, como ya se vio en la ruidosa inauguración de la capilla de San Esteban donde, por cierto, mientras los manifestantes abucheaban a la alcaldesa y sus acompañantes, entre los indignados vecinos charlaba de manera cordial Sara Álvarez Rouco, portavoz municipal de Vox.

A principios de los años 90 del pasado siglo, lo cito por el paralelismo, alguna mente lúcida decidió concentrar en el barrio de El Coto la dispensación de metadona a todos los adictos de Gijón. Estalló la guerra. Las calles del entorno se convirtieron en un polvorín. Vecinos y comerciantes manifestaron su repulsa por la decisión de concentrar al lado de sus barbas un problema de todo el municipio. La movilización conllevó una controlada rectificación por parte de las autoridades competentes. Tirar de memoria y de pasadas experiencias puede ser edificante. Es sólo un apunte, pero retrata que la indignación popular no suele salir barata. Entonces hubo marcha atrás. Ahora, nadie la descarta. Incluso hay quien vaticina que la alcaldesa tratará de responsabilizar al PP y saldrá, más pronto que tarde, pactando una solución alternativa al traslado o, incluso, posponiendo las obras del actual albergue para salir del trance y limpiar su imagen. No será sencillo porque hay mucho dinero comprometido de por medio, pero cosas peores se han visto.

Comentarios 2

  1. Javier de la Huerga says:
    1 día ago

    Pues no, no han sido pocos los socios que apostaron por seguir adelante, 92 y no 30 y si, algunos amamos a los caballos, son seres nobles, que siempre nos muestran la realidad, les da igual el dinero y la ambición, sea la de aparentar públicamente o creerse en posesión de la verdad… en cuanto a la vigilancia del ayuntamiento, alguna vez deberíamos pensar que el ayuntamiento somos todos, nosotros, vosotros y aquellos que antes nos precedieron y legaron, pobres, ricos y de medio pelo.

    Responder
  2. Pilar Martino says:
    1 día ago

    Como bien dice usted caballero, está abordando los intríngulis de una entidad PRIVADA. Desconozco que interés puede tener para usted o para los gijoneses, teniendo en cuenta que el “intríngulis” interno de una entidad mercantil, poco puede afectar a cuestiones públicas como las que después aborda usted y que sí tienen una afectación pública.
    En todo caso, conjetura usted sobre el futuro de la actividad deportiva y social del Club como entidad deportiva, que, de momento, ni se ha disuelto, ni prevé su disolución. Confunde usted “churras con merinas”…

    Responder

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