El director presenta en los Cines Foncalada de Oviedo su última película, Siempre es invierno, tras la que compartió un rato con sus espectadores. «Es el efecto Spotify: tienes toda la música del mundo y no disfrutas de ninguna. Antes te comprabas un disco y lo exprimías. Ahora escuchamos peor, más superficial»

Hay directores que envejecen con su cine y otros cuyo cine madura con ellos. David Trueba pertenece a esta segunda especie. En el coloquio posterior a la proyección de su nueva película, Siempre es invierno en los Cines Foncalada de Oviedo, el director habló de su película como quien habla de una experiencia vital: un naufragio emocional, una ciudad desconocida, un arquitecto en caída libre y una mujer que vuelve a aprender a querer. O mejor: dos personas que, a pesar de la «hibernación afectiva» a la que se habían condenado, deciden exponerse otra vez a lo inesperado. Ahí reside parte de la dificultad de la vida, apuntaba Trueba. En levantarse cada día teniendo esas ganas y esa capacidad de abrirse a lo desconocido.
Hubo tiempo en la charla para ironizar con la épica arquitectónica, con el miedo a que caiga un Calatrava en la cabeza o con el brillo engañoso de los premios. Pero detrás de ese humor hay siempre una mirada humanista: la convicción de que los vínculos, tanto los que duelen como los que salvan, son la única brújula fiable. Especialmente emotivo fue recordar su idilio profesional con Isabelle Renaut, coprotagonista del film y a quien rechazara, vicisitudes del destino, para un papel en el que fuera su primer largometraje, La Buena Vida. 30 años después, la deuda queda así saldada. La adaptación tardía de su propia novela Blitz, publicada hace ahora una década, gustó ayer en la sala y aún gustó más la retórica de un icono del cine español con el que miOviedo habló minutos antes de la proyección.
Presentas nueva película y abordas el deseo de una mujer adulta desde un lugar poco habitual en pantalla, lejos de clichés. ¿Está -por fin- cambiando la forma de contar estas historias?
David Trueba: Sí, algo está cambiando, sobre todo en la manera de mirar a la mujer. Primero porque se han incorporado muchas directoras que hablan desde su experiencia. Pero también, y en esta película creo que es evidente, seguimos instalados en una idea muy tiránica: que a partir de cierta edad la mujer debe desaparecer, sentirse culpable por seguir viviendo en los afectos, como si a los 45 debiera esconderse. Me sorprende que todavía genere perturbación contar con total naturalidad que la vida continúa también para las mujeres, que la madurez puede hacerlas más interesantes. Y sorprende más aún cuando esa historia se relata desde la perspectiva de un hombre. Parece que, si una mujer mayor está con alguien más joven, la ficción siempre quiere verla como manipuladora. Es absurdo. Los hombres también obtienen cosas de esas relaciones; la pregunta es qué, por qué, de qué forma.
«En el primer fin de semana la han visto tantas personas como lectoras tuvo el libro»
La novela se publicó hace diez años. ¿Por qué justo ahora esta adaptación?
En el cine uno nunca decide. La gente imagina que te levantas y dices “voy a hacer esta película” y al día siguiente estás rodando. No funciona así. El cine es una catarata de accidentes, necesidades y oportunidades: financiación, actores, huecos en la maquinaria. Blitz fue una novela muy comentada y enseguida hubo propuestas para adaptarla, pero yo me resistía: pensaba que mis novelas ya están bien como novelas y que las películas hay que empezarlas de cero. Pero me dejé vencer por la idea de que la película llegaría a mucha más gente, de forma más directa. En el primer fin de semana la han visto tantas personas como lectoras tuvo el libro, y era un libro muy leído.

Dani Guzmán estuvo aquí hace unas semanas y comentó que dejaría de hacer cine por una cuestión de desgaste personal y, sobre todo, económico. ¿Tú has sentido algo parecido?
En todas. Cuando estoy rodando siempre pienso: “Será la última, disfrútala”. Pero no desde el fatalismo, sino desde el realismo. Uno no hace las películas que quiere: hace las que puede. Si se alinean los elementos necesarios, debes aprovecharlo. Nada de coqueterías tipo torero retirado. El mundo sigue con nosotros y con otros nuevos. Y si amas este oficio, sube y hazla.
Ahora consumimos más cine y series que nunca. No sé cuántas horas puedo echar al mes frente a una pantalla pero, al final, muy pocas de esas obras dejan huella. ¿La meta ahora es perdurar? ¿Dejar ese poso en el espectador?
El error es convertirnos en fabricantes de contenido efímero. Yo hago una película para que siga viva días después en la cabeza del espectador. Las plataformas han generado cierta pasividad: gente sentada en su casa como gallinas en un gallinero, esperando a que les tiren comida por la rendija. No somos gallinas. Ver cine exige acción: elegir la hora, salir de casa, sentarte en una sala, comentar después. Eso crea un vínculo distinto. La pasividad es muy mala compañera.
«Ahora tienes toda la música del mundo y no disfrutas de ninguna. Antes te comprabas un disco y lo exprimías»
Sin embargo, como espectadora, como lectora, siento esa presión por estar siempre al día: leer el último libro, ver el último estreno…
Es el efecto Spotify: tienes toda la música del mundo y no disfrutas de ninguna. Antes te comprabas un disco y lo exprimías. Ahora escuchamos peor, más superficial. Y eso se ha trasladado a las relaciones humanas: acumulamos contactos sin profundizar en nadie. Se nos olvida que lo valioso, en la vida y en el arte, es lo que transforma, lo que deja poso.
Tres décadas en el oficio. Periodista, escritor, guionista, director…Después de todo este tiempo, sientes que tienes ahora más libertad o que la tenías al principio, sin las expectativas, sin el presupuesto de hoy en día.
Nunca me he sentido presionado. Es verdad que desde el principio he tenido público, pero no masivo. La primera vez que he sido número uno en taquilla ha sido este martes, con esta película. Nunca antes, ni con Vivir es fácil con los ojos cerrados. Y no lo buscaba. Claro que intento que nadie pierda dinero conmigo, eso sí. Pero la ansiedad por ser el mejor… eso es tóxico. Lo importante es expresarte.
Por los Foncalada están pasando muchos y muy buenos directores, pero ya antes de su aparición visitabas Oviedo. ¿Qué sientes en esta ciudad?
He venido muchísimo. A la universidad, a librerías, a festivales. Siempre lo he dicho: mi madre era de Santander, y cuando estoy en Asturias siento algo parecido a estar en casa.