El chef Cristian González propone un menú 100% asturiano mientras repasa su trayectoria entre Francia, la televisión y el compromiso con el producto de la tierra

Cristian González Pérez es el cocinero de nuestra tele, de TPA. Divertido y animado más que nadie, tiene una curiosa historia sobre sus inicios en la pequeña pantalla, que fueron totalmente casuales. Formado en Francia y con dos libros de cocina publicados por la editorial Delallama —el primero, La cocina de Cristian González, y el segundo, Asturias de mis sabores—, compagina sus eventos de promoción del producto local fuera de Asturias con la empresa Pascompán, con las recetas que cocina en el programa Conexión Asturias.
Mientras hablamos, vaya pensando una recetina para Nochebuena.
¡Vale!
¿Dónde nació Cristian?
En Oviedo. Me crié con mis abuelos en la parroquia de San Martín del Rey Aurelio, en un pueblín de Sotrondio que se llama Cavite, porque mi madre murió al nacer yo.
¡Vaya!
También perdí a una hermana, Lorena, pero tengo a otra que se llama Lilian. Así es la vida.
Lo que tiene es positividad y alegría de vivir. ¿Qué estudió?
Dirección y Gestión de Empresas Hoteleras, en la Escuela de Hostelería del Principado de Asturias, en Oviedo. Y en el Lycée des métiers de l’hôtellerie et du tourisme d’Occitanie, en Toulouse, y concluí mis estudios en París.
Así que habla francés.
Oui, je parle français.
Usted es un pozo de sorpresas. ¿Cómo aterriza en TPA?
Era el año 2006 y, si mal no recuerdo, yo estaba trabajando en París, en el hotel Concorde La Fayette. Vine de vacaciones a Gijón, era noviembre, y subí hasta El Corte Inglés —por la parte de atrás del edificio había una biblioteca—. Allí estaban haciendo el casting para la apertura de la tele.
No me diga más. ¡Va y se presenta!
Fue muy gracioso, porque un amigo mío que vendía vajillas, de las caras…
Siga, por Dios.
Me dijo que fuera con él, que tenía que presentarlas a un posible comprador, y yo, como sabía emplatar…, que le acompañara para enseñarlas como era debido.
¿Y entonces…?
Entonces vi que estaban haciendo un casting y se me ocurrió presentarme. Sin más.
¡No!
¡Sí! Me hizo la primera prueba María del Cueto y después Fernando González, que ahora es el jefe de contenidos de Zebra, y Arancha Sánchez, que en aquel momento era la directora de contenidos.
¿En qué consistió ese casting?
Me hicieron tocar la guitarra, imitar, hablar en público… todo con toque de humor.
¿Y ya?
No. Digamos que el último, después de pasar todos esos anteriores, fue en Oviedo. A la semana me llamaron para empezar el concurso El Trasgu, de Con dos de Azúcar, con Juan Luis Mas, Joaquín Pajarón y Elena Reales.
Pero… a ver… ¿cómo llegó entonces a ser el cocinero de la tele…?
¿Recuerda que había un programa de cocina que presentaba en un principio Goyo González? Se llamaba El gusto es mío. En 2008 él no siguió, hubo otro casting y yo me presenté nuevamente.
¡Claro! Era lo suyo.
Yo siempre había trabajado en hotelería, en restauración… y de recepcionista, también de botones…, de todo. Yo me di cuenta de que, para poder viajar sin saber idiomas, era mejor meterse en las cocinas de los hoteles. A través de eso me moví por toda Europa, porque en Francia, cuando acababas un curso, hacías las prácticas, pagadas, por Grecia, Italia, Portugal, Alemania…
Ya se movió, ya…
Era como una beca Leonardo.
Hizo tres temporadas de El gusto es mío.
Cuando terminó, volví a Francia.
Y tuvo un restaurante…
El Cañal. ¡Es que siempre me pasa lo mismo! Mire, volví unos días aquí y el dueño de El Cañal me pidió ayuda porque no era capaz de echar a andar el restaurante… y aquí quedé otra vez.
Después hizo La guía Michigrín.
Cuatro temporadas, a la vez que colaboraba en el programa donde estoy ahora.
¿Qué es mejor: ser presentador o empresario hostelero?
La tele para mí es un hobby, un complemento, porque nunca pude vivir solo de la televisión. También tuve una churrería.
Fue churrero…
Me funcionó muy bien… era de todo un poco, porque hacía también platos salaos. En Blimea fue la novedad, porque hacía desde churros a chuletones…
No dejó de trabajar nunca.
Ahora, además de la tele, llevo todo el tema de I+D de Pascompán, cuya matriz elabora platos preparados para supermercados.
Y tiene productos con su imagen.
Sí, yo tengo mi propia marca y hago desarrollos para otras marcas del sector agroalimentario. Entro a trabajar a las seis de la mañana y acabo a las ocho…, pero yo estoy muy agradecido a la tele.
¿Siempre le dejan hacer en antena los platos que quiere?
No siempre, porque hay un presupuesto muy ajustado. La gente que trabaja en ella hace un esfuerzo sobrehumano. Eso el público no lo sabe. Nosotros vamos a la guerra con un tirachinas, mientras los demás van con misiles.
Pero esa recompensa de la calle la tiene.
Solo me dan las gracias por acompañarlos todas las tardes, así que sí merece la pena el esfuerzo.
¡Bueno! Comprenderá que no podemos terminar con la charleta sin que me dé una receta para Nochebuena.
Yo tiraría siempre por producto asturiano. Lo explico en mi libro, donde quise humanizar un poco Alimentos del Paraíso y hablar de las familias que hay detrás de todos ellos. Pediría un poco de esfuerzo para dar un “empujoncín” a todas esas marcas.
Entonces, propone una cena made in Asturias.
Mire, de entrada una buena tabla de quesos asturianos. Después, unos tortos con picadillo y un huevín, para seguir con un “pitín” de caleya guisao o una caldereta de corderu bien rustido con unes patatines.
¿Y si quiero pescado?
¡Uy! Una merluza a la koxkera, que, como a mí me dio la receta una quiosquera amiga mía, la llamo merluza a la “quiosquera” (se ríe).
¡Ay! ¿Y cómo se cocina?
Es una merluza del pinchu como en salsa verde, regada con sidrina, y, cuando le falta un poquitín, retiro la espina central y le meto un huevo. La tapo para que el huevín escalfe, unes almejinas, y ya.
¡Madre de mi vida, qué rico! Pero hay que acabar con un postre…
¡Contra! Unes casadielles, un arrocín con leche con su toque de anís, unos carajitos del profesor…, que son típicos de la zona de Salas.
Despidámonos con un deseo para 2026.
Que sigamos todos los que estamos, porque para mí la familia es un pilar importantísimo, el más.