En el planeta USA, que haya servicios sociales como los hay en Gijón no se lo plantean ni por el forro, a no ser que a uno lo quieran tachar de rojo y pegarle un tiro en la trena
Al cocinero asturiano José Andrés le han concedido el premio Princesa de Asturias de la Concordia. Hacía mucho tiempo que un premio de esta categoría no acertaba tanto. No hay nada que fortalezca más la concordia que un estómago llego y un niño bien alimentado. De eso va José Andrés, que ha entendido que la gastronomía es un plato caliente a la hora de la comida y otro a la hora de la cena. Frente a la gastronomía como ciencia y experiencia, uno se ha decantado por la del viejo potaje, porque en ella está toda la tradición literaria y periodística de nuestro país. Igual que hay una gastronomía comida, hay otra escrita y leída como la de Pla o la de Montalbán.
No sabemos si lo que hace José Andrés es caridad o ya es otra cosa. En España hemos practicado la caridad que es un pecado morboso y solitario que humilla tanto al que la da como al que la recibe. La caridad es esa cosa facha, atea o religiosa, que limpia los pecados del capital. Yo en mi puta vida he dado un duro por caridad a nadie, porque uno cree en una justicia social más vieja y oxidada, que es la de los servicios sociales públicos y que en Gijón, con Natalia González, van aguantando bastante bien el temporal. En el planeta USA, que haya servicios sociales como los hay en Gijón no se lo plantean ni por el forro, a no ser que a uno lo quieran tachar de rojo y pegarle un tiro en la trena. Es por eso que surgen iniciativas como la de José Andres, que se ha montado una ONG que ya es en sí misma los servicios sociales del capitalismo en América.
José Andres no es seguramente ni de izquierdas ni de derechas pero sí es anti-trump y ahí ha estado el tipo, partiéndose la cara contra el Nerón americano, en diferentes ocasiones. Uno se imagina que con el de Mieres en los fogones, los americanos han empezado a comer mejor. O sea, que es más probable que esté mejor alimentado un negro de Harlem, un suponer, en la cocina de José Andres, que la niña pija y cebada a base de hamburguesa y patatas fritas en el Waldorf Astoria. En este país, que vive su poética de los números rojos cuando se acerca el final de cada mes, encontramos consuelo en un cocido, en unos huevos fritos y en el pan recental que ha cimentado nuestros estómagos.
En España se ha vuelto a pasar hambre. Vivimos la depresión de los frigoríficos vacíos, la tensión de la factura de la luz y esa pesadilla del descubierto. En una ocasión, encontraron a un pobre en Ginebra. Todos los periódicos suizos lo destacaron en su portada. No tardó en saberse que aquel pobre de hambre era un español. El caso es que las colas del hambre han vuelto a España. Basta pasarse por la cocina económica de Gijón o de Oviedo para ver que acoge a más gente de toda clase y condición que nunca. A este paso, José Andres montará la ONG también por aquí, aprovechando el viaje al Campoamor.