El beso eterno de los amantes en una esquina de Cimadevilla, el ruido y la furia de la alcaldesa, el silencio de los hospitales, la sangre de los perros, una luna alucinada y profética, la rutina que nos mata y el amor distante y adolescente que nos da la vida como una última razón más poderosa que la fe.
En las postrimerías de julio, ya se atisba la espesa luz de agosto. A veces, Gijón se convierte en Yoknapatawpha County y todo adquiere un sentido violento. Pienso en un coche que arde, en un viejo guardia civil muerto, también pienso en dos mujeres violadas por una manada de lobos o en esa mirada dura, tensa, como de verdugo y vértigo que algunos hombres sostienen ante el horizonte afilado mientras caminan sin rumbo. Como digo, ya se atisba la luz de agosto.
El gran bloque de julio termina, más de cien columnas escritas, de seguido, una tras otra, por la que han deambulado vivos y muertos, sueños y viajes. Julio se despide alegre como un crimen. Toda columna es un fracaso en prosa. Una historia que empieza y termina con cinco párrafos. Esto es un diario sentimental, visceral, sin límite ni condición, el último tatuaje en mi pecho, la última palabra antes de que vuelva a grabar la siguiente. Uno se deja la fama y la vida en cada columna. Y así en este plan.
Julio es la tormenta que no llega, el nubarrón negro atravesado por la luz de agosto que se avecina, respirando esta humedad de verano sin lluvia, bajo esta nube estéril y seca, vislumbrando esos parajes de playa, río y cañaveral que hacen que tu existencia, querido y desocupado lector, se torne la de otro en Yoknapatwpa County.
Creemos que pasa de todo, pero no pasa nada. O sí. El beso eterno de los amantes en una esquina de Cimadevilla, el ruido y la furia de la alcaldesa, el silencio de los hospitales, la sangre de los perros, una luna alucinada y profética, la rutina que nos mata y el amor distante y adolescente que nos da la vida como una última razón más poderosa que la fe. La vida política es un régimen constante de hostilidades. El único refugio es el cuerpo curvilíneo de una mujer donde no hay rechazo, no hay veto ni amenaza.