Los griegos se las sabían todas, que hasta inventaron la democracia para que nosotros, veinte siglos después, sigamos pagando el peaje del Huerna hasta el 2050
Nadie quiere gobernar. En el fondo, la democracia no es el gobierno del pueblo, sino lo que se ha inventado el pueblo para no tener que gobernar. Porque gobernar es un coñazo. Un día cierro una calle, otro obligo a pagar mas a quien menos recicle, abro y cierro playas, en fin, un coñazo, oiga. En Gijón nos maravillamos de lo bien que funciona la democracia local. Lo bien que hemos votado el fin de los toros y en este plan. Tenemos muy claro que como el pueblo no puede perder el tiempo en esas bobadas, porque tiene que trabajar, pues entonces se ha inventado esto de la democracia que es una cosa muy aseada y fútil, para que gobiernen ellos, que vienen a ser los de siempre.
La democracia es griega, como Afrodita o Nana Mouskouri. Los griegos se las sabían todas, que hasta inventaron la democracia para que nosotros, veinte siglos después, sigamos pagando el peaje del Huerna hasta el 2050. Alejandro Calvo, el consejero de la cosa territorial, tiene pendiente una reunión con la ministra de Transportes y allí le cantará las cuarenta. Será una canción gallega, por Xoel López o Novedades Carminha, y le dirá lo que ha dicho esta semana Barbón, que ni tutelas ni tutías. Se acabó el peaje. Luego vendrá la ministra y dirá lo que tenga que decir y así se hará, que para eso es ministra.
Faltaba Adrián Barbón por opinar sobre los toros y ayer lo hizo resucitando a otro gallego que creíamos muerto y enterrado. Efectivamente, querido y desocupado lector, la democracia no es perfecta, pero tampoco hace falta porque la perfección es lo más cercano a la religión, al dogma, al fanatismo. Adrián tiene querencia por la iglesia y como buen católico resucitó a otro, o acabó por él poseído. El caso es que le salió un tweet fraguista que parecía escrito por el mismo Fraga, si no fuera porque tenía más acento asturiano.
Parecido a la democracia es la revolución, pero la revolución es otra cosa. Ana González quiere hacer la revolución ecosocialista en la ciudad, con muchos árboles, mucho espacio sostenible. No sabemos el éxito que tendrá o no, porque al final dependerá todo de Europa y de los millones que tengan que llegar. Todas las revoluciones copian a la primera, a la francesa, aunque se nota que no llevan la firma de Robespierre y una revolución necesita esa firma y menos subvenciones para que funcione, ay.
Como se habrá dado cuenta, esto de gobernar es un reverendo coñazo y no se acaba de comprender por qué tiene el personal tantas ganas de gobernar con lo bien que se está en casa o en la playa. El caso es que tenemos esta coña dentro del cuerpo como tenemos ganas de hacer el amor o de escribir, aunque viendo a nuestros gobernantes se nos quita la gana de todo. La coña no es lo mismo que el coñazo. Nosotros, los pobres, recibimos, comentamos y vivimos la doctrina política con coña, porque de eso andamos siempre sobraos, incluso después de una pandemia.