Ana González ha conseguido que gobernar sea resistir. ¿Resistir para qué? Resistir para resistir. El caso es que los infinitivos son agotadores
Que Ana González haya anunciado su deseo de repetir como cabeza de lista del PSOE en las próximas elecciones municipales de Gijón explica su deseo de continuar como alcaldesa, aunque no explica que realmente vuelva a serlo. El lunes pasado, La Ventana de Asturias abría su nueva etapa con una entrevista al Presidente del Principado, Adrián Barbón, celebrada por la jefa de informativos de la cadena Ser de Gijón, Guillermina Caso, que es, para muchos de nosotros, la madraza del periodismo asturiano. Elegante, inteligente y concisa, le preguntó a Barbón sobre el asunto y este no respondió a la cuestión con mucho entusiasmo. Le bastó un «si lo entiende oportuno» para salir airoso de la pregunta. Quiere decirse también que no la celebró, aunque valoró positivamente la encuesta del asturbarómetro barriendo el ascua a su sardina. Quiere decirse que no la respaldó, ni siquiera entró a valorar la gestión hasta la fecha. En definitiva, que no dijo pa’lante, ánimo y mucha suerte.
Es cierto aquello de que la victoria electoral siempre viene acompañada de cierta conciencia de inmunidad (que es la que lleva a los excesos), máxime cuando se ha colaborado mucho o poco a esa victoria o se la ha esperado con fe, pero Barbón para estas cosas es mucho más prudente. Uno cree que ha encontrado en Cofiño, su vicepresidente, un valor político medido por la prudencia. Juan Cofiño es un político galvanizado que sabe lo que se trae siempre entre las manos. Cuando Guillermina Caso le volvió a preguntar a Barbón por su futuro, el presidente explicó que entendía que los proyectos políticos requieren, al menos, 8 años de mandato para poder ejecutarlos, pero que él, personalmente, no había llevado a cabo aún esa reflexión. Con todo esto, lo que uno quiere decir es que en el PSOE siempre hay restos de antropofagia, una cultura carnívora y caníbal que, enseguida, se manifiesta ante el micrófono, la pregunta imprevista o Guillermina Caso.
Hay que reconocerle a Barbón su empeño en ser el primero en sacarnos de la pandemia. Y ayer, en los informativos, Asturias aparecía la primera en este escalafón. Llama poderosamente la atención que el presidente haya cedido el protagonismo a la región en los medios, en comparación con lo que sucede con la Alcaldesa, que se ha arrogado todo el protagonismo de Gijón. No es la ciudad sino ella la que sale en las cadenas nacionales. Uno ya empieza a conocer la psicología de Ana González. En los personajes de Shakespeare ya se ve el mismo conflicto: la incompatibilidad entre los hechos y el discurso. El ser humano, más que obrar conforme a su pensamiento, necesita pensar de acuerdo con sus actos, porque si no acaba desembocando en la incoherencia.
Camilo José Cela dijo aquello de resistir es ganar cuando le entregaron el Nobel y tantos otros premios. Ana González ha conseguido que gobernar sea resistir. ¿Resistir para qué? Resistir para resistir. El caso es que los infinitivos son agotadores. El ecofeminismo de Ana González, recrudecido este verano, es ya un fundamentalismo. El fundamentalismo, decía Umbral, es una crispación de la verdad y, a la vez, un falso entusiasmo, y aquí el entusiasmo se hace soluble en la melancolía de resistir. ¿A quién? A todos, empezando por su equipo de gobierno, continuando por su partido y terminando por el propio Barbón. A todos, ya digo, menos a uno, o sea, Pedro Sánchez, porque el presidente es, sencillamente, irresistible.