«La ciudad más populosa de Asturias sigue esperando que el paseo del Muro deje de ser una especie de laboratorio de ideas, en algunos casos peregrinas, y se convierta por derecho en el gran escaparate de la ciudad»
Hace unos días pude hablar después de muchas semanas con un querido compañero de profesión. Persona cabal, sensata, divertida y gran profesional, me contó como el confinamiento había generado en él uno de esos síndromes que llamamos raros hasta que alguien cercano o uno mismo lo padece: el síndrome de la cabaña. Sin ser una enfermedad en si misma, genera una larga lista de síntomas que puede acercar a quien lo sufre al suicidio o a la paranoia a causa de un prolongado encierro que acaba convirtiendo al afectado en un prisionero de sí mismo.
Han sido más de las que pensamos las personas que han sufrido, y en bastantes casos no superaron, este síndrome que nos enfrenta a nuestros miedos y que, como me dijo mi amigo, nos obliga a volver a empezar, a partir de cero y a resetear acciones, decisiones y comportamientos. Es decir, volver a empezar, algo que, les aseguro, debería ser obligado por ley.
Hoy vuelvo a este paseo semanal con la voluntad, la necesidad y espero que la capacidad suficiente, para volver a empezar. Para reencontrarme y reencontrar; para coger la senda correcta, para acertar en las propuestas, para recuperar confianzas y voluntades. Para salir de este tiempo oscuro que nos ha tocado vivir y en el que cada uno ha sobrevivido como pudo y ha salido con más o menos éxito. Vuelvo para contarles de nuevo la vida que nos rodea en este Gijón del alma que afronta un otoño en el que la única certeza que tenemos es que el nivel de vacunación permitirá, sino se tuercen las cosas, que se puedan destinar todos los esfuerzos a arreglar problemas, desatascar asuntos y volver a llevar al cien por cien de su capacidad la maquinaria de la mayor ciudad de Asturias. La COVID nos ha llevado por delante, pero ahora que hemos podido al menos dejarla a un lado, es el momento de seguir con lo nuestro y, en lo que haga falta, volver a empezar.
El debate y las necesidades de Gijón van mucho más allá de si debe haber toros o no (ya hablaremos de eso, señora alcaldesa). La ciudad más populosa de Asturias sigue esperando que el paseo del Muro deje de ser una especie de laboratorio de ideas, en algunos casos peregrinas, y se convierta por derecho en el gran escaparate de la ciudad (algo que ciudades como Barcelona, San Sebastián o Coruña ya solucionaron hace tiempo). Esta semana, en principio, se reunirá por fin la inoperante comisión para la reforma de la que según Ana González iban a salir las grandes ideas. El pasado mes de abril era la fecha anunciada para unas conclusiones que viven en el limbo de esas comisiones que se crean para ganar un tiempo que no tenemos. Señora González: Gijón necesita el Muro. Aunque solo sea por respeto a Jovellanos, actúen ya.
Y añadamos a este volver a empezar la reforma de la otra fachada litoral, la de Poniente; bajar los humos de la contaminación en la zona Oeste; la falta de plazas de aparcamiento; el espacio de cultura contemporánea en el antiguo edificio de Tabacalera; qué va a pasar finalmente con el anillo navegable del Piles…Y todo esto sin contar las pequeñas actuaciones en barrios que son tan importantes como cualquier otra obra (recuerdo aquí mis denuncias por puentes y wc públicos en el barrio de Viesques).
El próximo año se cumplirán cuarenta desde que, ataviado con un esmoquin blanco, José Luis Garci se subió al escenario del Dorothy Chandler Pavillion de Los Ángeles a recoger el Oscar de manos de la actriz Luise Reiner por “Volver a empezar”. No estaría mal volver a revisar una película que llevó por el mundo a un Gijón que ha cambiado mucho, pero al que le queda todavía mucho más. Lo dicho, nos han dado otra oportunidad y es el momento de volver a empezar.