«Que la reunión del otro día con la dirección local iba a ser una escabechina era poco menos que la crónica de una muerte anunciada. Las palomas pueden volar muy lejos pero no acostumbran al navajeo»
Es más que probable que el PP haya saltado por los aires y que difícilmente logre reconstruirse, si no se produce una verdadera fiscalización de sus cuentas que juzgue con absolutamente contundencia y transparencia si hubo o no un desvío de dinero en su grupo municipal. Es más que probable que esa fiscalización tenga que hacerla la Intervención General del Ayuntamiento de Gijón, con luz, taquígrafos, bastante asepsia y un buen bisturí, algo que ha reclamado Alberto López-Asenjo en varias ocasiones, para que aclare si, al termino del anterior mandato en 2019, el grupo municipal popular debía a la Seguridad Social y a Hacienda más de 6.000 euros y, si los debía, a dónde fueron a parar, con quién y para qué. En definitiva, serán los órganos del Ayuntamiento y, a este paso, un juez, quien determine si hubo malversación de cuentas.
Hasta la fecha, el enfrentamiento entre López-Asenjo y Pablo González aparentaba ser el de una paloma y un halcón, el de dos hombres con dos visiones muy distintas de la política, pero en realidad, es todo más terrenal, por no decir más chusquero. Aquí lo que se discute es quién paga la cuenta y López-Asenjo, a lo que hemos averiguado, pagó el banquete de otros, junto al resto de sus compañeros. Creíamos que todo se resumía en una visión histórica del liberalismo enfrentado al tradicionalismo en el seno de las derechas, una clásica historia épica entre halcones y palomas que ha alimentado el devenir de todas las derechas de Occidente. Pero no solo es eso. Es saber quién es el tonto de la historia.
López-Asenjo es un hombre institucional, vestido con la lengua de la Unión Europea. Apabulla su capacidad de gestión, porque tiene el Estado en la cabeza. En ese sentido, llegó a Gijón impulsado por su biografía, pero también parapetado en ella, incluso, demasiado. Fue la dirección nacional del PP la que propuso su nombre hace dos años como candidato a las elecciones municipales. A todo ese andamiaje de gran burócrata de la Administración en gobiernos de distinto signo, súmese su trayectoria en los oficios diplomáticos, sus gestiones en la economía del mar y verán que todo eso ha pesado mucho a la hora de configurar a un hombre que liderase una oposición en una ciudad. Más que pesar, uno diría que lo ha hundido. Quiere uno decir que su mayor ventaja ha sido también su mayor obstáculo, pues volaba demasiado alto como para poder dirigir un grupo municipal de forma sostenida en el tiempo y a ras de suelo, sin provocar resquebrajamientos a los que el PP de Gijón está enganchado como un yonqui a la heroína. La paloma que aterrizó en Gijón desde Madrid lo hacía en 2019 sin tropa ni fuerza, tan solo con un hilo de oro que lo mantenía comunicado con Génova y que hoy ya no existe. Que la reunión del otro día con la dirección local iba a ser una escabechina era poco menos que la crónica de una muerte anunciada. Las palomas pueden volar muy lejos pero no acostumbran al navajeo.
El enjambre de seísmos que ha terminado por convertir a la formación popular en una anécdota municipal es estructural y su origen está fechado en la época de Cherines como Secretarísima del Partido Popular. Sin necesidad de relatarlos todos, sí es importante remontarnos a agosto de 2019 para determinar dónde está la última falla que ha desembocado en la nueva y definitiva ruptura. El terremoto, aparentemente de baja intensidad, permitió a Asenjo saber que si le tocaban, los podría crujir a todos. Quiere decirse que el nuevo seísmo no procedía tanto de los liderazgos enfrentados entre López-Asenjo y Pablo González, como del serio riesgo de tener que gestionar un grupo municipal con sus cuentas bloqueadas porque el anterior portavoz del grupo municipal, presuntamente, se había ido sin pagar la cuenta. Y ahí está la requisitoria de la Seguridad Social y el modelo 111 de Hacienda para certificarlo.
Pablo González, diputado autonómico, regresó a la presidencia, provisionalmente, del PP local con la voluntad de reconstruir un partido que fuera capaz de vertebrar a la derecha dentro de sus siglas. Frente a la capacidad de gestión de Asenjo, González ofrecía siempre la fuerza de la voluntad política y toda la fontanería que lo había posicionado como el número dos de la presidenta regional: Teresa Mallada. Pero su voluntad de hacer política ha estado lastrada por dos circunstancias. La primera le obligaba a definir ideológicamente a su partido. Con qué discurso pretendía hacer oposición a Ana González y de qué manera convencer a las bases y a su futuro electorado. La segunda le obligaba a entregar un grupo municipal libre de cargas fiscales.
Ciertamente, González podía haberse permeado de una mirada más racional, que arraigara su formación en la gestión de las instituciones, sin menoscabo de un discurso que se moviera ágilmente entre el liberalismo económico, un sector público fuerte y dinámico capaz de equilibrar y cohesionar la ciudad y un sentido de la democracia que le permitiera dialogar con otras formaciones. Dicho de un modo más sintético, con un PP a la gallega. Por el contrario, también podía derivar las siglas hacia el populismo libertario, a la manera de Ayuso, o sea, un PP a la madrileña. En esta circunstancia, Pablo González y Teresa Mallada se inclinaron por la segunda opción reclamando como halcones, libertad y respeto por unas señas de identidad de la ciudad que no conducen actualmente a nada.
La segunda de las circunstancias que empapa la biografía de González tiene que ver con el partido que se encuentra en cuanto Mariano Marín lo abandonó por el Rotary Club: una organización atomizada, difícilmente dispuesta a la reconstrucción, con demasiadas deudas pendientes, y no precisamente sólo las que en 2019 mantenía su grupo municipal con Hacienda y la tesorería de la Seguridad Social, que no han tardado en aflorar en cuanto se han desenvainado las espadas. Los hechos han demostrado que su organización continúa, tras su nombramiento, igualmente fragmentada, dispuesta al cainismo y el canibalismo sin cuartel.
Los correos se suceden entre la vieja militancia y los cargos públicos, con toda la papela oficial y extra-oficial. Como ve, querido y desocupado lector, la historia del PP siempre es una historia de palomas y halcones desjarretándose por la panoja y confirma algo que ya se había escrito: que ser concejal del PP en esta ciudad exige rascarse el bolsillo y sale caro. Esta historia sólo acaba de comenzar. Continuará.