«La alcaldesa, recuperando tal vez formas de su época docente, ha activado, de nuevo, lo que ella llama “la máquina de reñir”. Lógico. Los arquitectos han ofrecido su visión profesional y ésta choca con los deseos del Ayuntamiento. Nada nuevo bajo el sol»
Gijón se ha convertido en una bestia hambrienta. Se traga sin contemplaciones los grandes proyectos de la ciudad, generando una montaña absurda de problemas para los ciudadanos. Ciudadanos que, religiosamente, abonan todas esas tasas que Ana González no cesa de aumentar. Año a año, la fiscalidad gijonesa se vuelve más arisca, más agresiva. Menos el año pasado que, en un juego de manos sin precedentes, el PSOE retiró su proyecto de presupuestos porque la oposición le había tumbado sus ordenanzas fiscales. Como detalle, recordar que nuestro ayuntamiento fue el único en España cuyo equipo de gobierno retiró su propuesta. Special One, que diría aquel.
Lo de los presupuestos, las tasas y lo que supone para el gijonés medio, lo dejaremos para otro día, pues merece un capítulo especial explicar como se merecen tales recovecos municipales. Que un día la alcaldesa diga que Gijón no recibe casi dinero en los presupuestos generales del estado porque no lo necesita, y al siguiente afirme que hay que subir el billete de autobús porque EMTUSA está en las últimas, parece un chiste de poca gracia. Lo mismo que, ante ese riesgo, se les ocurra montar un sistema de alquiler de bicicletas eléctricas, fundiéndose – tirando por lo bajo – medio kilo al año. Cosas veredes, amigo Sancho.
Vuelvo, pues, a la idea de que Gijón es una bestia hambrienta. A mis treinta y siete años he visto cómo esta ciudad ha engullido prácticamente todos los grandes proyectos que iban a cambiarnos la vida. Desde la Plantona, pasando por la regasificadora, el Metrotrén que aún hoy sólo sirve para que se inunde y poner a enfriar la sidra, la estación intermodal – ya no recuerdo en qué versión estamos, de tantas que han salido-, o la reforma del Muro. Incluso algún proyecto menor ha acabado hundido en los intestinos de la bestia, como el Anillo Navegable, sentenciado contra viento y marea por el Ayuntamiento.
En clave local, es la reforma del Muro, sin duda alguna, la gran protagonista de la semana e, incluso, del año – con permiso de la pandemia-. Llevamos ya jugando al cascayu más de un año y no damos un paso al frente, ni a un lado, ni hacia atrás. La comisión liderada por los arquitectos tan sólo ha sacado en claro que la doble dirección ha de volver. Y como premio a un trabajo no remunerado, se han llevado una bronca épica de Ana González. La alcaldesa, recuperando tal vez formas de su época docente, ha activado, de nuevo, lo que ella llama “la máquina de reñir”. Lógico. Los arquitectos han ofrecido su visión profesional y ésta choca con los deseos del Ayuntamiento. Nada nuevo bajo el sol. Quizá, tan solo quizá, nuestra primera edil pensó que la jugada le iba a salir igual que con los informes fantasma de Divertia o el estudio sobre el Piles.
La bestia, amigo Sancho, sigue teniendo hambre. Y al Muro se le está poniendo la guarnición para que termine siendo su postre. Un postre que, seguro, nos regalará una indigestión a los gijoneses en forma de facturas sociales, políticas y económicas.
Muy pero que muy bien y muy acertado este equipo se está cargando Gijón, deberían preocuparse más por los ciudadanos y conservar bien lo que tenemos, ya que las labores de conservación y otras dejan mucho que desear,👍
¡Ole, ole y ole!
Fantástica noticia Damián! Ojalá te lean y se den cuenta de que la bestia no puede seguir comiendo