Un mes y medio antes que aquí, concretamente el 25 de julio de 2002, el Ayuntamiento de Logroño firmaba un convenio similar al nuestro para la supresión de la barrera ferroviaria en la ciudad. Hoy, diecinueve años después, Logroño ya cuenta con una nueva estación intermodal y prácticamente tiene concluido todo su proyecto de integración. Mientras tanto aquí seguimos dándole vueltas a dónde ubicar la estación intermodal.
Durante estos veinte años se alternaron ministros socialistas y populares con un modus operandi muy similar: cada vez que visitaban la ciudad se les llenaba la boca con millones de euros en forma de inversión para este proyecto, promesas que olvidaban una vez que retornaban a Madrid.
No es de extrañar que abrazaran con entusiasmo cualquier modificación en el convenio original con la que justificar su inacción. Por eso, aceptaron sin rechistar el cambio propuesto por Foro para llevar la estación de Moreda al entorno del museo del Ferrocarril.
Se puede entender que Foro se agarre, como quién solo tiene un clavo ardiendo al que agarrarse, al convenio suscrito en mayo de 2019 y que avalaba aquel cambio. Fue lo único que consiguieron tras ocho años gobernando la ciudad. Un convenio que el Ministerio asumió sin demasiado entusiasmo quizás forzado por la proximidad electoral y por la presión ejercida por la FAV. El PSOE no podía permitirse ir a las urnas con los vecinos encerrados en la casa consistorial.
Ante esta situación a nadie extrañó que los compromisos adquiridos durarán lo que duró la campaña electoral. Siempre quedara la duda de que hubiera pasado si Foro hubiera seguido gobernando. Nunca lo sabremos, aunque lo mas probable es que nada, puesto que el problema del Plan de Vías más que en Gijón siempre ha estado en Madrid.
Se equivoca Foro al considerar que lo importante de este convenio era el hecho de ubicar la estación en el museo del Ferrocarril y no en Moreda. Dos ubicaciones que distan 280 metros, la misma distancia que hay desde el Ayuntamiento hasta los Jardines de la Reina. ¿Alguien cree de verdad que esta distancia es relevante en una ciudad del tamaño de la nuestra?
De hecho, importaba tan poco, que todo lo suscrito en aquel convenio se condicionaba al resultado de un estudio informativo que comparaba las dos ubicaciones y que se había encargado un año antes. Un estudio, que, tras casi cuatro años de tramitación, todavía no ha sido concluido pero que sus conclusiones preliminares reflejaban que tanto da, que da lo mismo, ubicar la estación intermodal en Moreda que en el Museo del Ferrocarril.
Lo verdaderamente importante de aquel convenio era lo que representaba para esta ciudad. Por primera vez en casi veinte años, se aparcaban las diferencias y se apostaba por la unidad y el consenso político y social. También el Partido Socialista e Izquierda Unida abrazaron este consenso.
Sin embargo, fue flor de un día. La alcaldesa hizo que volara por los aires en el momento en el que unilateralmente, sin diálogo, ni consenso, decidió recuperar la ubicación en Moreda.
Ahora debería tener la obligación ineludible de reconstruir lo destruido, y convencernos tanto a los grupos municipales como a la sociedad civil de las bondades de este cambio. Algunos siempre hemos estado dispuestos a escucharla, no podemos enrocarnos en posiciones inmovilistas si lo que nos mueve es el interés de la ciudad que no es otro que hacer que este proyecto avance.
No es de extrañar que, con tanta controversia, con tanto cambio y con tanta confrontación partidista, la ciudadanía esté hastiada y solo albergue un sentimiento de desafección e incredulidad. Por eso, tenemos la obligación de dialogar, de ser honestos, y de afrontar este asunto con el rigor y la serenidad que requiere.
Tenemos la responsabilidad de conseguir desbloquear este proyecto, de avanzar realmente. Pero esto no puede suponer en ningún caso otorgarle un cheque en blanco a la alcaldesa como irresponsablemente pretende hacer el Partido Popular. Los proyectos de ciudad deben construirse sobre la base del consenso y no sobre una mayoría pírrica alcanzada además entre aquellos que han sido responsables de que en 20 años apenas haya habido avances.
El consenso, además de ser un valor en si mismo en una sociedad democrática, es una garantía de éxito, siempre que se construya desde la honestidad y la sinceridad, y que, por supuesto, que contenga elementos que garanticen su robustez.
Por eso, somos sumamente exigentes con el contenido del nuevo convenio. No podemos volver a fallar a los gijoneses. El nuevo convenio debe ser garantía de que el plan de vías se va a ejecutar, y para eso es necesario conseguir un punto de no retorno, un blindaje que le preserve de futuros vaivenes políticos. Un punto a partir del cual solo quepa avanzar, y esto solo se va a conseguir en el momento que se clarifique el asunto de la financiación. Ya que sin dinero no hay nada.
Lamentablemente este vuelve a ser el punto que ahora mismo más parece estar en el aire. En el borrador del convenio aparece con una redacción provisional “a modificar”, y todavía no se ha constituido el grupo de trabajo para analizar las diferentes posibilidades de financiación que se había acordado constituir en el último Consejo de Administración de Gijón al Norte celebrado el pasado mes de mayo.
Tampoco augura buenos presagios el contenido del proyecto de presupuestos generales del Estado para 2022 que conocíamos hace unos días, apenas 40.000 euros y sin rastro del metrotren.
Es preocupante que la alcaldesa lo haya justificado. Una vez más se pone del lado del gobierno de Sánchez en vez del de la ciudad. No se puede entender que quién dice trabajar por desbloquear este proyecto justifique la falta de compromiso presupuestario. Esta condescendencia no ayuda en nada, al contrario, le resta credibilidad a la hora de afrontar la negociación del futuro convenio. Si no es capaz de anteponer los intereses de Gijón a los de su partido o a los suyos propios difícilmente va a estar capacitada para poder ejercer el liderazgo que la reconstrucción del consenso y el contenido del nuevo convenio requieren.
Si no cambia de actitud habrá quién pueda pensar que el cambio de ubicación no ha sido más que una táctica dilatoria, darle una nueva justificación al ministerio para retrasar más y más este proyecto.
Posiblemente estas actitudes es lo que han diferenciado Logroño de Gijón.