Vuelvo a escribir después de bastantes años y lo hago en este soporte que, a base de repetir que es nuevo, ya es para muchos el único medio de comunicación que conocen.
El cauce para comunicarse; la ventana para asomarse al mundo, pero también a lo más cercano.
Yo soy de la generación de la Olivetti y del Spectrum; del MS2, del fax y de los ordenadores cabezones con pantallas que si ahora se pusieran sobre la mesa del plató de un telediario sería imposible intuir al presentador o la presentadora. Soy de EGB y de la televisión con dos canales en blanco y negro. De la época en la que a las zapatillas se les llamaba playeros y en la que solo había dos tipos de jamón york: el bueno y el barato.
Y digo todo esto simplemente para que si tienen la paciencia de leerme en esta columna que hoy nace, puedan llamarme antiguo si no comprenden o no comparten lo que iré contándoles o, con absoluta cordialidad, puedan mandarme a dar el paseo que les voy a proponer.
Hace siete meses que observo la vida con una perspectiva diferente. A la advertencia del poeta Gil de Biezma de que comprendemos tarde que la vida iba en serio, he sumado la preciosa mirada de una niña. Mi hija Maya me ha puesto del revés y me ha permitido echar el freno e intentar comprender lo que tengo alrededor.
«Parecía un chiste de mal gusto que a calles convertidas en auténticos barrizales las hubieran bautizado con nombres sarcásticos como Alegría, Progreso, Paz o Felicidad»
Desde que la Covid-19 nos dio una tregua para volver a las calles, sumo muchas horas de paseo por las calles de una ciudad, la mía, en la que nací, descubriendo rincones olvidados, pisando caleyas por las que hacía años que no pasaba. En mis paseos con Maya he reencontrado momentos de una niñez en “El prau de los soldaos” y he creído escuchar hasta el eco que dejaba Enrique “el afilador” cada vez que se alejaba con su flautín y su carro por las calles de un barrio en el que, cuando yo era niño, no había asfalto ni trabajo, pero sí mucho sentido del humor. Porque parecía un chiste de mal gusto que a calles convertidas en auténticos barrizales las hubieran bautizado con nombres sarcásticos como Alegría, Progreso, Paz o Felicidad.
«Este proyecto que nace con el firme compromiso de defender algo que hace años me enseñaron a defender mis maestras y maestros periodísticos: lo local»
Y de esos paseos, estas primeras letras. Porque cuando paseas despacio y mirando, te encuentras mucho y a muchas personas. Una de ellas ha sido “El Agus”. Lo conocí hace unos años como becario radiofónico y hoy se pone al frente de esta aventura mediática llamada “miGijón”, la demostración palpable de un joven profesional al que no se le pone nada por delante. Agustín Palacio es de los que en Asturias definimos como los que “no ven sebe”; es decir, que no ve límites, que tira hacia adelante con remango.
Él es el responsable de que vuelva a escribir. Y no es que tenga muchas cosas que contar, pero sí ganas de contar; y más en este proyecto que nace con el firme compromiso de defender algo que hace años me enseñaron a defender mis maestras y maestros periodísticos: lo local.
Pues por ello brindo y me sumo con mis paseos. Saludo a “miGijón”, doy la bienvenida a todas aquellas personas que quieran compartir una iniciativa que nace con vocación de informar, de sumar, de compartir y de dar voz a lo que tenemos más cerca. A eso que muchas veces se nos escapa y… nos espera en cada paseo.
Nacho Poncela es periodista y colaborador de miGijón
Gracias por el articulo, me hizo recordar mi infancia y juventud por Ciares y el Coto.
Como siempre, gracias Nacho.
Y felicidades por mirar desde los ojos más curiosos en formato pequeño
Me alegra ver a grandes profesionales en este nuevo diario. Sobre manera a otro Poncela más de esta admirada familia.Ánimo a todos y en especial al Agus (para mi el Gusi).