«Miguel Ángel Llana murió ayer a los ochenta años y nos deja el recuerdo de su capacidad de lucha, de sus ganas de aprender, de su defensa infatigable de los más indefensos»
Tuve la oportunidad y la suerte de conocer, coincidir y tratar a Miguel Ángel Llana cuando a mediados de los años ochenta yo comenzaba en esto del periodismo, Gijón era un hervidero social y él era un activista social al frente de iniciativas como el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe y organizador de actividades del Aula Popular José Luis García Rúa.
A lo largo de sus ochenta años no escatimó un ápice su compromiso social y de izquierdas en la calle, en asambleas y manifestaciones. No hubo defensa de una injusticia social en la que Miguel no participase y desde su ordenador personal dio vida a Asturbulla, un espacio abierto de noticias, opinión y de crítica que cuidó hasta el final.
“Asturbulla arranca con la intención y el propósito de crear un medio abierto de noticias, opinión y de crítica. Esperamos que sea un espacio de libertad, libre e independiente, pero no imparcial, porque creemos que es necesario compensar tanto sesgo y tanta parcialidad como en cada momento, en todo momento, muestran los poderes político, económico, judicial, mediático e institucional que restringen la imparcialidad sólo a unos pocos y la escamotean a la mayoría. Intentaremos traer cada día las noticias y los comentarios relegados, cuando no prohibidos, por todos estos poderes.”
«Además de su preocupación por cuestiones sociales, también se implicó en asuntos de la ciudad como el planeamiento urbanístico o las alteraciones en la arena de la playa de San Lorenzo»
Así presentaba Miguel su criatura y así lo recuerdan sus compañeros del Comité de Solidaridad con la causa árabe, un mundo y una cultura que le fascinaba. De hecho, formó parte de un grupo que viajó desde Asturias a Irak en la nochevieja de 2003, tres meses antes de la invasión, junto a amigos comunes como el gran fotógrafo Marcos León o mi profe favorita, Gloria Fernández. También conoció en directo la realidad de Palestina donde llegó a mantener contactos con las autoridades locales. Además de su preocupación por cuestiones sociales, también se implicó en asuntos de la ciudad como el planeamiento urbanístico o las alteraciones en la arena de la playa de San Lorenzo.
Tras formarse en la Universidad Laboral y estudiar ingeniería industrial en Madrid, fue durante 25 años responsable para el norte de España de la multinacional francesa Air Liquide hasta que las fusiones le obligaron a reinventarse y pasó a trabajar primero para una multinacional danesa de válvulas y posteriormente para una francesa de amortiguadores, como comercial.
«Una sonrisa que ni siquiera se borró cuando la enfermedad agudizó los síntomas»
Desde hace casi dos años, coincidía con él a menudo en la cafetería del barrio a la que acudía siempre con su compañera Paz y con su inseparable ordenador portátil. Siempre dedicaba un comentario agradable a mi hija, saludo que acompañaba de una sonrisa que ni siquiera se borró cuando la enfermedad agudizó sus síntomas y lo postró en una silla de ruedas. La última vez que le vi fue esta Navidad en compañía de su familia y no escatimó tampoco una sonrisa.
Miguel Ángel Llana murió ayer a los ochenta años y nos deja el recuerdo de su capacidad de lucha, de sus ganas de aprender, de su defensa infatigable de los más indefensos. Le gustaba conversar, hablaba bien y escuchaba con atención. Agradezco haberle conocido y envío desde aquí un afectuoso abrazo a su compañera, a su hija y a sus dos hijos.