Miguel tenía un perro llamado “Cual” (sin tilde, supongo) y nos hacía mucha gracia preguntarle su nombre, aunque lo sabíamos de sobra: “¿Cómo se llama el perru?”; “Cual”, contestaba; “Esi”, insistíamos; “Cual”, repetía.
Miguel Escalada vivía, como yo cuando era crío, en “Les mil quinientes”, en Pumarín de Gijón. Me sacaba unos años, así que no tuve mucha relación con él en aquel barrio inaugurado a caballo de los años cincuenta y sesenta como “ciudad satélite”, entonces rodeado de prados y hoy ahogado por el ladrillo.
Era un barrio joven, lleno de guajes que jugábamos en los jardines, trepábamos a los árboles y las farolas y rompíamos a pedradas las tacillas de los postes de la luz, entonces de madera. Con el paso de los años, la mayoría de los hijos de los primeros moradores de “Les mil quinientes” nos fuimos yendo, pero ellos, los padres, se quedaron y allí siguen los que aún viven, casi todos nonagenarios.
Ahora, los jardines lucen primorosos porque no hay niños que los pisoteen, y a los pocos que hay no los dejan. La falta de vida, junto a comercios cerrados, es lo primero que notas cuando paseas por esas calles con nombres de regiones y provincias: Aragón, La Mancha, Extremadura, Valencia, Guipúzcoa… Miguel vivía un par de bloques más arriba de donde vivía yo. Tenía un perro llamado “Cual” (sin tilde, supongo) y nos hacía mucha gracia preguntarle su nombre, aunque lo sabíamos de sobra: “¿Cómo se llama el perru?”; “Cual”, contestaba Miguel; “Esi”, insistíamos; “Cual”, repetía. Y así seguíamos un rato, como con el cuento de “La buena pipa”. Se lo recordé la última vez que lo vi, en una celebración con motivo de algo que no recuerdo, y los dos nos deleitamos con nuestra nostalgia de una época que no fue mejor, pero teníamos menos años y muchos sueños. No coincidí con él en la radio – dejé Radio Gijón, la emisora en la que ambos colaboramos, antes de empezar Miguel en ella -, pero Escalada puso gran parte de la banda sonora de mi adolescencia con los “conjuntos” (así los llamábamos entonces) de los que formó parte, y luego, ya en la juventud, con su peculiar voz desde la radio.
Tempus fugit. Descanse en paz.
Me vienen en este momento muchos recuerdos a la cabeza,casualmente uno de los primeros, fue cuando, cómo todos los sábados,desde mis 2 años, que se separó de Marivi (mi madre)venía a por mi para pasar el día y comíamos en casa de mi abuela Cándida. Tendría 5 años cuando uno de esos sábados al entrar en casa de Cándida, se me tiro encima un cachorro..Como se llama papá? Cual, dijo.Cual va a ser respondi: esi. Y así me estuvo vacilando un buen rato. Más de una vez me he echado una risas con el recordándolo. Ayer, en el tanatorio, una vecina de la calle Guipúzcoa, se acordó de ese perro, y me vino a la cabeza aquel sábado. Me ha sorprendido (gratamente) cuando lo leí, nunca pensé oír esta anécdota de alguien qué no conozco y que sin duda si conocía a mi padre. Por cierto, el perro se llamaba kual (sin tilde, supongo yo también) y tenía un hermano que se quedó mi madre llamado kel.
Miguel: en primer lugar, mi más sentido pésame, a tus hermanos, y a ti, todo lo que tengo son buenísimos recuerdos de tu padre , por cierto : nunca , jamás de los jamases, vi a nadie ,comer bigaros, a la velocidad, que los comía él. Sé que nos quedan muchas risas por echar, y que tarde o temprano , nos vamos a volver a ver. Que conste , que no tengo , ninguna prisa, por ir, pero ten por seguro, que nos vamos a ver. Entre tanto, seguiré acordándome, de que si mi hija se ponia un poco terca , yo la castigaba , sin escuchar a Miguel, y le dolía más que cualquier otra cosa