«Una de las cosas que más disfruto, es volver a recorrer Gijón, mi ciudad, cuando estoy fuera unos días, como si la redescubriera para volver a reconectar con ella. Ir a mi trabajo caminando y estar a cinco minutos del mar es un lujo por el que me siento todos los días muy agradecido»
Eduardo G.Salueña es compositor, arreglista y pianista. Polifacético músico gijonés que ha fundado el grupo de rock progresivo «Senogul» y actualmente coordina el Taller de Músicos y el Festival de Música Antigua de Gijón. Nos ofrece una amplia entrevista para miGijón para contarnos más acerca de su experiencia musical.
Toda una vida dedicada a la música. Compositor, arreglista, pianista… ¿Tuvo claro desde muy temprana edad que era vocación o las musas le eligieron a usted?
Tuve la fortuna de empezar desde muy temprana edad a recibir clases de música, a los 6 años. Al principio era duro, ya que la teoría y el lenguaje musical pueden ser materias muy arduas y la práctica de un instrumento requiere mucha disciplina. Cuando estudiaba música, más que el instrumento en sí mismo, mi asignatura favorita siempre fue la armonía. Tuve un profesor maravilloso, como lo fue el compositor Pablo Ortega. Todo lo que tenía que ver con el análisis musical y las metodologías para componer música me resultaban fascinantes. Siempre me ha gustado mucho sumergirme en los procesos de las cosas y en su comprensión, es la parte que más disfruto, por lo que en materia de creación musical no iba a ser menos. También es cierto que, desde pequeño, siempre me gustó mucho estudiar y, aunque por mi cabeza no pasaba ni por asomo hacer de la música mi profesión, ya fantaseaba con muchas posibles dedicaciones para mi futuro, casi todas relacionadas con las humanidades, la biblioteconomía y documentación, o la investigación. En relación con mi vocación, que diría que ha sido más la musicología que la música en sí misma, la descubrí estudiando en el instituto, gracias a mi profesora de música, Amaia Gorosabel, que me habló de esta disciplina y que me motivó desde el principio.
Ha escrito y colaborado en numerosas publicaciones relacionadas con el mundo de la música, una de las más destacadas la relacionada con su brillante tesis doctoral » Música para la libertad». Cuéntenos más acerca de esa faceta.
Hay dos tipos de escritura sobre música que me gusta mucho cultivar. Una tiene que ver más con mi itinerario académico y mi vinculación a diferentes grupos de investigación. La realización de los estudios de doctorado, además de la elaboración de tu tesis doctoral, te hace introducirte en una dinámica en la que accedes a la publicación de artículos de investigación en revistas científicas, la participación en congresos internacionales o la vinculación activa en diferentes instituciones de tu propia disciplina. A mí me ha interesado mucho estar en activo dentro de este circuito, lo que trato de mantener siempre que puedo. La otra está más relacionada con la divulgación, un ámbito que siempre me ha interesado mucho. La empecé a cultivar con la confección de reseñas discográficas para diferentes webs y revistas especializadas, pasando poco después a ser colaborador cultural en el diario de prensa La Nueva España, realizando fundamentalmente críticas musicales. A lo largo de los cinco años que escribí allí fui interiorizando que la función que mejor podía ejercer con mis escritos para el periódico era, más que enjuiciar y valorar las propuestas desde un punto de vista personal, tratar de aportar mi experiencia y dar herramientas para que la persona que me leyera pudiera sacar sus propias conclusiones. También comencé a realizar habitualmente notas al programa para algunas temporadas de conciertos de música clásica, especialmente de la OSPA, lo que me permitió seguir profundizando en esa misma idea.
En sus comienzos y hasta la actualidad el rock progresivo ha sido su leitmotiv. ¿Cuándo y por qué comenzó a interesarse en este género?
Una de las primeras referencias que recuerdo en la que empecé a familiarizarme con el rock progresivo se remonta a los veranos de mi niñez que pasábamos en un pueblo de León, Villacidayo de Rueda, donde mis abuelos maternos tenían una casa. Allí escuchaba mucha música gracias a todos los discos que traían mis tíos, entre otros, de rock y jazz de los 70 y 80, así como de música etiquetada habitualmente como “new age”. A inicios de los años 90 comencé a interesarme por grupos como Queen, Pink Floyd o Genesis, en los que los teclados tenían un papel muy destacado, así como por multi-instrumentistas como Mike Oldfield o Jean-Michel Jarre, aprendiendo así a diferenciar diferentes tipos de sintetizadores y a descubrir su potencial. Realmente, con este tipo de propuestas me di cuenta de que, con el piano, y posteriormente con los teclados, podía tocar otras músicas además del repertorio clásico que estudiaba en mis clases. Posteriormente, el descubrimiento de álbumes conceptuales de grupos como Pink Floyd, Jethro Tull o The Alan Parsons Project, en los que había un componente programático que iba paralelo al desarrollo musical, como en algunos poemas sinfónicos, terminaron por cautivarme y engancharme del todo.
De ahí nace Senogul. ¿Qué significa para usted el surgimiento de ese proyecto?
Senogul es una parte muy importante de mi vida artística y creativa, a la par que de mi propio crecimiento personal. Senogul nació en el 2001, yo no había cumplido aún los 19 años. Recuerdo que una de nuestras primeras reuniones para darle forma al proyecto fue, precisamente, el 11-S. Esa tarde no hablamos de otra cosa que no fuera lo que había ocurrido en Nueva York, claro. Recuerdo con mucha emoción nuestros primeros años, pasábamos muchas horas en el local de ensayo todas las semanas escuchando música y estudiando el repertorio. Comenzamos haciendo nuestras propias versiones de grupos como Genesis, Yes, King Crimson, Frank Zappa o Emerson, Lake & Palmer, piezas que eran muy largas y complicadas, y que sacábamos de oído con mucha constancia. Dimos el salto a las composiciones propias para presentarnos al concurso de rock Ciudad de Oviedo, quedando semifinalistas. Llamábamos mucho la atención, tanto por nuestra juventud tocando música muy poco actual por aquel entonces, como por su escasa comercialidad. Finalmente acabamos consolidándonos dentro del panorama nacional, grabando varios discos, colaborando con otros artistas y participando en importantes festivales internacionales de ese tipo de música. Senogul ha sido una gran familia para mí, y entre nosotros aún sigue existiendo esa gran complicidad que nos unió y que nos hizo superar el ser una rara avis dentro del panorama musical asturiano.
Más de 40 colaboraciones musicales a lo largo de su carrera, ¿hay algún proyecto que le haya calado especialmente?
Para mí todos los proyectos son muy especiales y en todos ellos trato de implicarme al 100%. Recuerdo muy especialmente algunos como Cuac!, probablemente el grupo con el que más disfruté tocando en directo por todo lo que nos crecíamos en escena; también Edwin Moses, con quien tuve la oportunidad de viajar mucho, tocando en festivales muy importantes y grabando, por primera vez, en TVE; o el Poema sinfónico para banda de gaitas, quinteto instrumental y recitador, por su monumentalidad y por esa sensación inolvidable de que un equipo de más de 30 personas estén volcadas interpretando una obra escrita por ti. En los últimos años me he volcado mucho en participar en trabajos colectivos como The Samurai of Prog o Last Knight, este último dirigido por el compositor gijonés —y buen amigo— José Manuel Medina, en los que tienes que convivir con otros artistas de otras partes del mundo y tratar de sumar con tu visión compositiva e interpretativa. Que discos tan cuidados como estos se consigan materializar me parece algo fascinante.
No hace mucho tiempo perdimos en Asturias la gran figura de René de Coupaud. Actualmente sabemos que se ha creado una serie editorial de patrimonio sonoro con su nombre ¿Qué relación tuvo con él? ¿Qué puede contarnos acerca de su legado?
La figura de René fue fundamental en el devenir de la música asturiana en muchos sentidos. Su perfil era muy plural, destacando en todos ellos: intérprete, compositor, arreglista, productor, gestor, etc. A René le conocí cuando yo estudiaba musicología en la Universidad de Oviedo y empezaba a investigar sobre música asturiana. Tuve que entrevistarle para mi trabajo y tuvimos una conversación muy larga. Ahí me di cuenta no solo de sus altas capacidades sino también de su carácter organizativo y metódico. Cuando colaboré en La Nueva España tuve una relación más íntima con él ya que estaba muy al tanto de la programación del Taller de Músicos para darle cobertura. Y ya después, cuando entré a trabajar en el Taller de Músicos, tuve la oportunidad de compartir con él su día a día hasta su jubilación (casi 5 años), aprendiendo muchas cosas y con su ejemplo como inspiración. También con Juanjo Mintegui, compañero de René en el Taller de Músicos y otro exponente fundamental en el panorama musical gijonés y en su desarrollo. El legado de René es inmenso, y no solo me refiero a sus publicaciones e iniciativas. René fue una persona muy cercana y empática con el colectivo musical, siendo un puente muy importante entre la administración pública y el sector artístico, algo muy poco usual. Tenía, además, un gran oído y era una persona muy abierta musicalmente. Se podría decir que vivió y profesó mucho amor hacia la música. Y todo eso se reflejaba en la propia trayectoria del Taller de Músicos. La “Colección René de Coupaud”, iniciativa que pusimos en marcha en 2019 desde la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Gijón, pretende mantener vivo su legado a través del acercamiento al patrimonio sonoro asturiano, en su expresión más amplia.
Gijón es una de las ciudades asturianas que apuesta por la música antigua. Cómo programador del festival de este género, ¿Cree que es un género en ascendente? ¿Somos referente de este tipo de rama musical en Asturias? Háblenos acerca de ello.
Aunque pueda resultar paradójico, creo que la Música Antigua es una de las manifestaciones más jóvenes, innovadoras y en auge del panorama musical actual. Con su diversidad de criterios conecta con públicos muy variados, desde el de la música clásica hasta el del folk y las músicas del mundo. Su crecimiento va, además, en varias direcciones, acentuándose el interés por el conocimiento de los criterios historicistas y los tratados de la época (lo que se refleja en que cada vez más conservatorios incluyen especialidades en música antigua), la recuperación de obras de nuestro patrimonio musical (en comunión con otras disciplinas como la musicología) o la experimentación e hibridación con otras músicas o disciplinas artísticas. En Asturias, afortunadamente la música antigua tiene una presencia muy destacada a través de programaciones como el Festival de Música Antigua de Gijón (que en 2022 cumplirá 25 ediciones) o el ciclo ovetense “Primavera Barroca” (dentro de la programación del CNDM), artistas de prestigio internacional como Forma Antiqva, El León de Oro o Eloqventia, o la labor investigadora llevada a cabo desde el Dpto. de Historia del Arte y Musicología. Además, hay que destacar que en Asturias contamos con un riquísimo patrimonio artístico relacionado con la música antigua, como la presencia de hasta 11 órganos declarados BIC así como manifestaciones de gran riqueza inmaterial como la Misa de Gaita.
Uno de los grandes platos fuertes de su coordinación es el ‘Taller de músicos’ que viene siendo un éxito desde su creación. ¿Cómo llega a sus manos y que beneficios culturales está teniendo para la cuidad? ¿Es una plataforma/escaparate para músicos y proyectos emergentes?
Mi entrada al Taller de Músicos fue a través de la convocatoria, por parte del Ayuntamiento de Gijón, de una bolsa de técnicos especializados en música. Así accedí, en agosto de 2012, al Taller de Músicos, área especializada en la programación, formación y producción musical de la Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular del Ayuntamiento de Gijón, primero como relevista de su anterior responsable (René de Coupaud), y después ya de forma indefinida hasta su jubilación. El Taller de Músicos desempeñó una función primordial en nuestra ciudad desde los años 90, facilitando otros itinerarios de formación musical más ligados a las músicas populares urbanas (en especial a través del jazz y la improvisación) o tutelando diferentes proyectos de creación musical en nuestro estudio de grabación, además de promoviendo ciclos especializados en músicas como el jazz, el flamenco o la música electroacústica. En los últimos años hemos tratado, además, de apoyar la presentación de publicaciones e investigaciones de carácter musicológico, subrayar la importancia del paisaje sonoro y su impacto en la sociedad, o buscar nuevas fórmulas de acercamiento entre los artistas y los públicos. También es muy importante la labor de atención al público que el Taller de Músicos realiza, tanto hacia el colectivo musical profesional como al de los aficionados, tratando así de satisfacer las demandas y de dar respuesta a las necesidades del sector. Y, por supuesto, entre otros muchos objetivos está también el de ofrecer un marco sólido para el talento emergente, bien a través de nuestra oferta formativa (por la que han pasado muchos músicos que hoy integran los circuitos profesionales), nuestros programas de grabación en el estudio o nuestros ciclos de conciertos.
Ventajas y carencias del abanico musical cultural en Asturias. ¿Qué necesita el espectro cultural ahora mismo bajo su criterio?
El panorama musical asturiano posee una riqueza mayor de lo que, en muchas ocasiones, se visibiliza. Yo diría que, por encima de todo, hay un aspecto muy mejorable y que tiene que ver con nuestra sensibilización, como sociedad, hacia el hecho musical. Esta cuestión tiene que estar presente desde las primeras etapas educativas, continuando a lo largo del crecimiento personal y espiritual del individuo a través del establecimiento de estrategias para implicar y acercar la realidad sonora a la gente. Creo que es muy importante que se potencie esto con todos los recursos posibles que estén a nuestro alcance, para así comprender, valorar, transmitir y conservar mejor nuestro propio patrimonio.
Alguna anécdota musical a lo largo de carrera artística.
Una de las que recuerdo con más cariño es la de estar de gira con Edwin Moses por Japón y Corea, entrar en una gran tienda de discos de Seúl y que el dueño de esta, al decir que éramos asturianos, nos sacara varios ejemplares del disco Si todo hiciera Crack, del grupo de rock progresivo gijonés Crack, auténticos pioneros en nuestra ciudad y, tristemente, hoy muy poco recordados en nuestra ciudad. Cuando se lo conté a los músicos de Crack no daban crédito. Otra fue el estreno imprevisto, en 2010, de mis dos piezas para piano dedicadas a La Iliada, proyecto colectivo internacional de varios pianistas-compositores en el que tuve el privilegio de participar. Las había grabado recientemente para un disco doble coproducido entre Francia y Finlandia. Poco después, intervine como ponente en las actividades complementarias de un festival de rock progresivo en Gouveia, Portugal. Ese año, debido al cierre del espacio aéreo por la erupción de un volcán en Islandia, hubo varios grupos del norte de Europa que no pudieron venir y tuvieron que modificar el cartel del festival. Aprovechando la presencia del grupo español Kotebel entre el público, la organización le ofreció al grupo dar un concierto en el festival. En el intermedio del programa pude actuar como artista invitado estrenando mis dos piezas para piano. Fue un momento inolvidable. Meses después daría mi primer concierto para piano solo en el Teatro Jovellanos, exclusivamente con composiciones mías.
Sabemos que tiene arraigo en la urbe playa, díganos qué simboliza para usted Gijón, y algún recuerdo inolvidable tanto personal como artístico.
A mí me encanta viajar, ya sea por trabajo o por placer. Y, una de las cosas que más disfruto, es volver a recorrer Gijón, mi ciudad, cuando estoy fuera unos días, como si la redescubriera para volver a reconectar con ella. Me gusta mucho caminar y el tamaño y la distribución de Gijón permiten poder abordarla a pie muy cómodamente. Ir a mi trabajo caminando y estar a cinco minutos del mar es un lujo por el que me siento todos los días muy agradecido. También me gusta mucho conocer el arte urbano de la ciudad, su historia y su mimetismo con la ciudad, al igual que descubrir la belleza de sus parroquias rurales. Recomiendo, además, recorrer nuestra ciudad desde una perspectiva diferente, como lo es la acústica. Gracias a amigos y estudiosos como Javier Suárez Quirós o Juanjo Palacios he podido experimentar paseos sonoros por diferentes rincones de la ciudad, apreciando así la variedad sonora del Gijón marítimo, el Gijón industrial o el Gijón rural. Una experiencia que cada uno de nosotros podemos hacer en cualquier momento, tan solo abriendo su mente a la escucha y a su disfrute.