«El teatro es más entretenido, pero la gente no lo sabe», afirma el actor, nominado a los Premios Oh!
«Para mí la Escuela de Teatro, hoy ESAD, fue fundamental, pero no sólo como actor, sino como persona»
Petiso, La Marquesina, Terapia de Grupo… Alberto Rodríguez se hizo un hueco en el cariño del público asturiano a base de carcajada. Pero el actor mierense, como los buenos discos de música, tiene una cara B que el gran público no conoce tanto. Con la voz de barítono y un bigote que no deja de retorcer, interpretó a Enrique III y al mismísimo Mefistófeles. Una vertiente dramática que hoy le lleva a ser finalista a la Mejor Interpretación Masculina de la XIII edición de los Premios Oh! Una nominación que, justifica, “no sería posible sin la dirección de Laura Iglesia, la actuación de Cristina Puertas y el resto del equipo de Higiénico Papel”.
A Alberto Rodríguez lo conocemos más por las carcajadas, pero a tus espaldas ya tienes una gran trayectoria como actor dramático.
En la escuela se estudia para ser actor dramático, pero drama es cualquier cosa que está escrita para ser representada, tampoco hay que coger por ahí la connotación. Yo en la escuela lo primero que hice fue ser cómico. Era el que hacía los chistes, el que se metía con la profesora, el traviesu, el ingeniosu. Y las primeras cosas que hice fue un monólogo con 10 años y presentar un desfile con 16. Ambas eran en un tono cómico. Pero a mí me gustaba mucho el cine, tanto los actores cómicos como los dramáticos, que para mí son el mismo actor. Puede que se te dé mejor meter goles, o hacer lo que sea, pero es trabajo de actor.
En la escuela ya nos formamos en un tipo más elevado, pero también de comedia. La comedia que hacíamos en la Escuela Dramática era Plauto. Claro, pones a Plauto y le gustará a la gente, pero no tanto como los chistes que puedas hacer en la tele o un monólogo, porque éstos son más intencionadamente cómicos. Estudias a Shakespeare que tiene comedia, no sólo drama. A los absurdos, que son muy cómicos, son los que más se podrían representar y que la gente los identifique con comedia hoy en día.
Yo tengo unas buenas condiciones para el drama. Soy grandón y tengo la voz grave, y me llaman las compañías como Higiénico Papel y alguna otra que suelen hacer este género. Siempre he tenido buenos resultados cuando he hecho drama.
De hecho estás nominado a los premios Oh como mejor actor con un drama, “Cuarteto”, basado en “Las Amistades Peligrosas” de Laclós. La propia compañía define la obra como “batalla dialéctica entre los protagonistas”.
No, no es batalla. Es un encuentro dulce y amargo. Ahora todo se define así, como una competición, pero en realidad es mucho más sutil. El texto de Laclós es maravilloso, y lo que hace Heiner Müller es brillante, por eso es un tío tan reputado, por coger textos clásicos y darles una vuelta de tuerca tan acertada.
Somos dos personas hablando un lenguaje muy hermoso, muy poético y a la vez muy intencionado, punzante y lleno de recovecos.
¿Hubo mucha gente que haya ido a la obra pensando que se iba a encontrar una comedia porque te había visto en el cartel?
Sí, yo creo que sí, porque la obra no es tan de dominio público. Yo estudié teatro y de Heiner Müller conocía Machina Hamlet y este. Y no le había metido mano a ninguno de los dos. Lo había estudiado en la escuela como cuando estudias una lista. Luego ya con la experiencia vas leyendo más o menos. La gente no tiene por qué saber que Cuarteto no es un drama, aunque en la publicidad hicimos mucho hincapié en que es una obra basada en “Las amistades peligrosas”: los nombres son los mismos, las acciones son las mismas… es el texto de Laclós pero con un lenguaje diferente. Imagínate que lo hicieras en comedia, con la marquesina, Petiso, o con dos personajes sacaos como Colombino y Arlequino. Pues también te funcionaría. Es un gran texto. Sería como una canción en la que haces una versión diferente.
Tú eres un actor formado a través de la escuela dramática, no alguien que ha aterrizado sin más en este mundo. ¿Al final es importante para construir las bases de una carrera?
Está bien, pero esta profesión tiene una gran competitividad. A este negocio puede llegar cualquiera y hacerlo bien, no te digo que no. Sobre todo en televisión, en teatro es más difícil. En teatro viene mejor tener formación para manejar el cuerpo, la voz, la forma de afrontar el trabajo, la profesionalidad… Pero yo conozco actores que no están formados en ninguna escuela y son excelentes. También tienen una trayectoria de muchos años. Entonces qué mas da que te formes en la escuela…
Las escuelas vienen bien porque te abren un pasillo, no es que te den trabajo, pero sí es más fácil que te hayan visto en la escuela y se hayan fijado en ti. Si vienes de la escuela ya saben que sabes mover el cuerpo, sabes hablar, etc…
Para mí la Escuela de Teatro, hoy ESAD, fue fundamental, pero no sólo como actor, sino como persona. Puedes tener una especie de intuición hacia la actuación, pero cuando entras en la escuela estás enfocado a esto. Yo me enfoqué a través de ella, no conocía a nadie fuera de Mieres y tampoco tenía yo el empuje para decir “pues me meto en una compañía de teatro”, no estaba en la Universidad de Oviedo para meterme en su grupo de teatro…
Esa es otra, tú vienes de Mieres, y no el actual que está mejor comunicado con la Autopista Minera…
Era muy complicado, el primer año tuve que venir en tren a Gijón. Echaba una hora y diez en llegar. Llegaba tarde todos los días a clase y todos los días me llamaban la atención. Luego llegaba media hora tarde una del Llano y le sonreían. Yo siempre he sido de los que incitan a la desconfianza.
Volviendo a los premios, que ya tienen un nivel, una tradición…
Quiero dar valor a los otros que están nominados, a Adrián Conde (Recuerdos) y Pablo Dávila (Consecuencias de la sed), que sé que están estupendos y son ellos los que se merecen el premio.
Los premios llevan muchos años. La gente de la asociación de empresas trabaja mucho por él. Yo recibí uno en el 2004, pero era el Premio Asturias, que era el precursor. La idea es dar un impulso, que se vea la profesión. Y con el tiempo se hace mejor. Se monta un espectáculo de puta madre.
Se habla de mucha categoría en los premios y, por lo tanto, en el sector.
Este mundo en Asturias es pequeño, y poco a poco todos vamos apareciendo en los premios. Un año lo hace uno mejor y otro el siguiente. Un año tú lo haces muy bien, pero a los demás les gusta el trabajo de un compañero. Al final el premio, para mí, es que me hayan nominado, que la profesión haya respetado mi trabajo. Además, estás con Higiénico Papel, que es una productora que apuesta por estos trabajos tan guapos. Con ellos hice también Ricardo III y Mefistófeles. Me postro ante ellos.
Quiero agradecer especialmente el trabajo de Laura Iglesia, Cristina Puertas – que fue un lujazo trabajar con ella- , Cristina Gestido, Mario Bernardo, Maite Suso, Pablo Casanueva, Pablo Dávila y todos los que forman parte del equipo de Higiénico Papel. Sin ellos no hubiera sido posible este reconocimiento.
Eres un cinéfilo reconocido, pero ¿en qué actores te inspiras, te fijas?
De aquí de Asturias yo creo que en José Antonio Lobato, es y será el referente de gran actor de las características que podamos ser los demás así como de perfil de actor grande fuerte y poderoso, y con una voz… En ese perfil Lobato es el gran actor asturiano y español. Siempre que lo ves en producciones nacionales siempre te llama la atención él. Cuando vi ‘La torre de Suso’ dije “qué bien estás, José”, y en esa película sale gente como Javier Cámara.
A nivel internacional no tengo especiales filias ni fobias, me gustan todos las actrices y todos los actores. Me gusta mucho ver el trabajo de los demás, porque el mío siempre lo critico. Y no lo puedo disfrutar porque es el mío. ¿Qué vas a decir? ¿Que estás bien? Si dices que estás mal es insano. Si dices que estás bien, eres un soberbio.
Revisas mucho lo que haces.
Antes sí. Cuando empecé a currar sí. Me daba mucha vergüenza, no me gustaba nada. Y cuando me veía en un corto, que es voz grabada… Yo empecé con un grupo de música en Mieres. Cuando te ves pues piensas “vale, suena bien, no desafino, pero no me reconozco”. Tardas un poco. Y en los primeros cortos me daba un poco vergüenza mi cuerpo y mi voz. Me parecía el peor actor del mundo. Pero luego venía todo el mundo y te decía que estaba más o menos bien y aprendes a perdonarte y a decir “este eres”. Es una cosa extraña, pero va con el tiempo.
¿En este negocio es importante la autoestima?
Es importante, sí. Y manejar tu ego de alguna manera. Se supone que tienes también una autoestima. O, mejor dicho, una necesidad comunicativa. Yo soy charrán desde pequeño. No tengo hermanos, hablo con todo el mundo. ¡Qué coño!, si hablo si no hay nadie también. El siguiente paso era el normal. Además, me gustaba leer. Encima vivía solo y tenía un vídeo en el que veía todas las películas que había en el videoclub e iba a todas las sesiones que podía en el cine. Al final estás recibiendo información, renderizándola y asimilándola. A mí no me parece mejor leer un libro que ver una película. Depende de la calidad del libro y de la película. Te lleva más tiempo lo primero.
Te comentaba esto por los casos de acoso en las redes a los personajes públicos, como Chanel, que ha abandonado las RRSS por la polémica de Eurovisión.
Es que eso tiene que ser muy cansino. Hace poco se murió Verónica Forqué y le estaban dando de hostias poco antes. Y todo el mundo se rasgaba las vestiduras al día siguiente. Pues no han pasado ni dos meses y ya le están dando zapatilla a esta chica. Es algo que nos encanta como seres humanos.
¿Cómo te armas tú para defenderte de las redes?
Yo tuve mucha suerte porque mis personajes siempre han generado mucho cariño. A mí me toca salir en la tele a cosas muy bonitas. No he tenido que defenderme de casi nada. Ahora, tal y como está el humor, alguien puede cogerte un chiste y decir que es malintencionado. Yo nunca creo que un humorista haga un chiste malintencionado. El fin último del humorista, o del actor, es la risa, el llanto… un cambio en las emociones del espectador. Ahora todo se politiza. Ahora si dices esto es porque eres de derechas, si dices aquello es porque eres de izquierdas. Eso no es así, las cosas no son tan importantes. Si lo dice un humorista, o un actor, o un futbolista, no tienes por qué darles tanta importancia, porque no la tenemos.
¿Nos la cogemos mucho con papel de fumar?
Muchísimo. Que lo diga un político, pues sí, porque es el representante del pueblo. Pero yo no represento a nadie, me represento a mí. Y hago chanzas o llantos, lo que cuadre.
Se ha trasladado el lenguaje futbolístico a todos los lados. Y es muy jodido ser futbolista porque, pese a que los que cobran ganan mucho dinero, si la meten guay. Pero si no la meten son lo peor del mundo y vas a casa a cagarse en su puta madre. Ese lenguaje se traslada a todo. Un cómico igual. No se le pregunta por qué lo dice. No vas a agredir a nadie, eso va implícito en ser cómico. Si alguien se rebota, pues que haga algo más ingenioso que tú. Es la forma de combatir ahí. No decir “no vale” y a poner leyes. Es como si vas a jugar a fútbol y el otro es mejor que tú y le dices “no vale que la metas por la escuadra”. Parece absurdo, pero es así.
¿Vamos perdiendo libertad? Los cómicos en los ochenta se cortaban menos…
Cuando yo iba al instituto, en aquella época, se supone que la que mandaba allí era de derechas y amiga de Cela y un montón de cosas. Pero el instituto de Mieres en aquella época era como la Universidad de La Soborna en Mayo del 68. Hacías un poco lo que querías. Casi como un campus. Llegó el siguiente, que era de otra condición política, cambió la cosa. Se suponía que quitando aquello rancio que teníamos íbamos a ser más libres. Pues ya no se podía ir al prau, no te dejaban salir a fumar… Había una represión que decías: “Qué cosa más rara, yo tengo 16 años, no tengo una ideología muy formada, pero se supone que es un cambio que iba a ser bueno y al analizarlo te das cuenta que antes tenías más libertad”.
Lo que sí que se ve es que cada vez que las cosas están apretadas surgen grupos de extrema derecha y de extrema izquierda y florecen como el sol aunque digan las estupideces más grandes.
Hoy el acceso al entretenimiento es muy amplio y cómodo. ¿Como hacemos el teatro más popular? Muchos decimos que nos gusta el teatro pero nunca vamos.
Mira a ver cuántos compran el periódico… Pues igual. La mayoría de la gente no pisa el teatro. Hay unas entradas y son las que se venden. A lo mejor si se programaran más bolos del espectáculo… A mí me hubiera gustado hacer en Gijón dos Valmonts seguidos. Pero supongo que no será posible y es lo que hay.
La gente no va al teatro porque hay mucha oferta de entretenimiento. En el colegio te llevan al teatro hasta cierta edad pero luego se corta y no vuelves más. Luego van a ver superhéroes, márvel, videojuegos, computadoras… Pero teatro no. Lo ves en programas en televisión a las dos de la mañana que van tipos como yo o directores de Madrid, que te cuenta algo que está tan lejos que ni lo ves. Pero desde aquí ni te preocupas. Yo cuando empecé a estudiar teatro tampoco sabía nada de la profesión. No es mejor ni peor que los demás.
El teatro requiere también un esfuerzo.
El teatro es más entretenido, pero la gente no lo sabe. El ente físico, ver a alguien allí interpretando, es tremendo. Cuando en la prueba de acceso a la Escuela de Teatro me preguntan si voy mucho al teatro les digo: “No. Vi algo en Mieres, pero me gusta más el cine”. Me dijeron que tenía que ir más al teatro y me coincidió ver “La tempestad”, de Shakespeare. Tuve que marcharme cinco minutos antes del final para coger el tren. Yo me quedé a cuadros. Pude verlo de cerca, en el Jovellanos, que es un teatro fantástico, y difruté como un enano.
El cine que llega es mainstream, son super héroes, historias contadas diez mil veces que ya cansan. En teatro hay muy buenos textos y muy buenos actores. Pero sí, requiere un esfuerzo intelectual. Tenía un profesor en la Escuela de Teatro que decía que en la representación de la realidad, el cine nos supera por todos los lados. Nosotros tenemos que buscar la abstracción. Y es lo que más me gusta. Ver cómo cuentan la historia y cómo la dibujan.
Usted fue de los actores y presentadores que más han usado el asturiano para llegar a la gente, ¿en qué lugar se ubica con el tema de la oficialidad?
Yo estoy a favor. Llevo trabajando en asturiano toda la vida y en mi pueblo se habla asturiano. Hablo más castellano ahora por puro afán de entendimiento. Pero suelo hablar o en Asturiano o mezclado. El asturiano es cultura, es una lengua.
Muy buena la entrevista Berto,fuiste muy valiente apostando por tu vocación.Y lo que dices del Instituto…tal cual,fuimos unos privilegiados!
El asturiano no es una lengua.
Muy buena entrevista y sobre todo muy sincera las personas tendríamos que ser más valientes y decir lo que realmente pensamos, todo sería mucho mejor, me ha encantado