Ficticiamente, podemos llegar a asumir que el resto espera que lo hagamos todo perfecto, y que realizan juicios categóricos sobre nuestra persona continuamente

El perfeccionismo suele interpretarse como una fortaleza y una gran virtud. Solemos asociarlo a personas organizadas, estructuradas e incluso triunfadoras. Es muy cierto que ser auto-exigentes, tener afán por mejorar y querer que las cosas salgan bien es muy positivo, pero existe una línea muy fina que si se cruza, puede derivar en “exceso de perfeccionismo”. Este concepto daña el funcionamiento psicológico de las personas.
Si cruzamos esta línea casi imperceptible, podemos experimentar dificultades que no solo nos van a impedir progresar, si no que van a perjudicar aspectos básicos de nuestro propio auto-concepto. Pueden ocasionar debilidad, fragilidad, miedo al juicio externo, poca tolerancia a la frustración o incluso baja autoestima.
Muchas veces estamos tan ilusionados con una oportunidad que llevábamos tiempo esperando o por un nuevo desafío, que deseamos que salga todo perfecto. Desarrollamos una motivación alta y deseamos impresionar a los que nos rodean. En este punto, nos establecemos objetivos ambiciosos y auto-expectativas muy altas, y es aquí donde aparece la primera grieta. El ímpetu por realizar las cosas perfectas y no permitirnos errores desemboca en una visión distorsionada y poco objetiva de la realidad:
- ¿Son nuestros objetivos realistas?
- ¿Realmente está en nuestra mano alcanzarlos?
- ¿Nos hemos establecido los plazos adecuados?
- ¿Hasta qué punto son razonables nuestras expectativas?
Durante el camino de afrontar y luchar por esos desafíos tan motivantes, nos topamos con situaciones inesperadas, cometemos errores, cambiamos de estrategia según exijan las circunstancias y vemos como nuestro planteamiento inicial se ve alterado. Si existe “exceso de perfeccionismo”, no seremos capaces de aceptar estos cambios de rumbo, y toleraremos de forma inadecuada variables que escapan a nuestro control así como cierta frustración que pueda aparecer.
Este “golpe de realidad” deja al descubierto un planteamiento inicial demasiado exigente y sesgado que evidencia ausencia de objetividad, y que va acompañado igualmente de conclusiones excesivamente negativas de la situación presente.
Si cruzamos esa línea tan delgada hacia el “exceso de perfeccionismo” en la que no se cumplen nuestras expectativas o no llegamos a nuestros objetivos iniciales, pueden brotar pensamientos dicotómicos como: “todo o nada”, “siempre o nunca” y “bueno o malo”. También, pueden surgir afirmaciones como:
- “No soy suficiente bueno”
- “Nunca lo conseguiré”
- “Qué van a pensar la gente de mí”
- “Para que me he esforzado tanto”
Estos pensamientos pueden dañar nuestra autoestima sintiéndonos menos válidos y competentes, y agudizando la situación si la fuente principal de nuestra autoestima radica únicamente en la consecución de estos objetivos.
Ante el “exceso de perfeccionismo”, es bastante común que surja el miedo al juicio que los demás hacen sobre nosotros. Ficticiamente, podemos llegar a asumir que el resto espera que lo hagamos todo perfecto, y que realizan juicios categóricos sobre nuestra persona continuamente. Con esta visión distorsionada de la realidad, ese miedo es como una mochila a la espalda que cada vez pesa más y más, convirtiéndose en una presión insoportable.
Al entrar en esta dinámica peligrosa, experimentamos muchos pensamientos negativos que pueden llegar a convertirse en creencias irracionales perjudicando nuestra autoconfianza y rendimiento, y alejándonos aún más de nuestros objetivos.
Ante el “exceso de perfeccionismo” es importante:
- Autoevaluar y autorregular de nuestros pensamientos rígidos y perfeccionistas
- Interiorizar técnicas para establecer objetivos y auto-expectativas más realistas
- Fomentar otras fuentes de la autoestima como otras inquietudes o actividades para fortalecer nuestra autoconfianza
- Aprender a controlar y dominar los pensamientos irracionales ante el juicio externo.
Por último, me gustaría rescatar las recientes declaraciones del tenista Rafael Nadal y ganador de veintiún “Grand Slam” a www.marca.com acerca de este asunto:
“No todos los días de nuestra vida podemos dar el máximo”
“Es importante convivir con la imperfección de las cosas”
“A partir de ese principio básico uno acepta mejor los retos, los errores y los fracasos”
Creo firmemente que contribuyen a aceptar la idea de que debemos ser auto-exigentes, pero no cruzar esa delgada línea hacia el “exceso de perfeccionismo” que puede hacernos tanto daño.

Alfonso Rodríguez Fernández
Psicólogo deportivo y coach ejecutivo (Scopum coaching)