Alicantinos y madrileños acabaron en 2ªB tras dejar escapar una renta igual o superior a la que mantienen los rojiblancos con el descenso
Comienzan las urgencias. Los fantasmas del Elche en la temporada 2016-17 y Rayo Majadahonda en la 18-19 sobrevuelan El Molinón como un aviso macabro de lo que puede esperarle al Sporting si no encuentra la senda de la victoria. De un equipo que regalaba ilusión en septiembre como Melchor cualquier 5 de enero, los rojiblancos han pasado a tener que decirle a los niños, esa Mareona que nunca falla, que los reyes no son lo que ellos pensaban. Y que el riesgo de pisar terreno no profesional por primera vez en más de 115 años de historia es real. Como la vida misma.
Se venía mascando en el ambiente, como cada vez que las cartas reparten bastos. Y ya van demasiadas en lo que va de siglo. Cada vez que el Sporting tiene más cerca el descenso que los puestos de arriba, una parte de la grada lanza la canción al viento: hay que ir a por los cincuenta puntos que garantizan la permanencia. Nunca, gracias a Quini, Preciado, o a quien sea que vele por las almas rojiblancas, han tenido razón. Ni siquiera para estar temerosos. Pero este año…
Seis puntos siguen siendo un colchón, un margen prudencial. No están los de abajo para tirar voladores y cada punto les cuesta una vida. Pero el Sporting está abonado al suicidio o, al menos, a pegarse tiros en el pie. Todavía escuece la temporada de los 13 puntos. Y por lo que se vio ayer el pánico puede desatarse. No es la primera vez que un equipo se echa la siesta en la jornada 30 y se encuentra en el barro en junio. En los últimos diez años, por no rebuscar en la prehistoria futbolística, tenemos dos ejemplos. En el año 2017, en la misma jornada que se disputó este fin de semana, el Elche se mantenía en la zona media de la tabla con 7 puntos sobre el descenso. En doce jornadas sumó 4 puntos y se lo engulló la extinta 2ªB. Dos años después, en 2019, fue el Rayo Majadahonda quien acabó en el cieno semi profesional tras derrochar una ventaja de seis puntos, la misma que tiene hoy el Sporting sobre el descenso.
La euforia, en forma de liderato en las primeras jornadas, se ha evaporado y la afición vive entre el desánimo, la decepción y el miedo. Martí ya no tiene como objetivo de un play off que se antojaba milagroso tras el despido de Gallego. Seis puntos separaban al Sporting del sexto puesto hace dos semanas. Un sueño complejo, casi utópico, pero real. Hoy no. El técnico mallorquín mira hacia abajo y, si no hay reacción, puede ser que el año que viene el derbi asturiano sea un Sporting – Langreo.