Fueron amenazadas con el despido, intervino la jefatura desde Madrid y, tras unas cuantas reuniones, las cigarreras ganaron el pulso
Desde el caribe mexicano, Isla Mujeres mira de frente a su pareja turística. La cercana costa de Cancún, la isla cuenta con el beneplácito de visitantes que pisan torpemente sus arenales al trasegar con urgencia: piñas coladas, margaritas, cervezas heladas y gintonics. Cimavilla también posee nombre femenino y podría bailar una lenta pegada a Bajovilla, poniendo alguna condición; tan solo si es fiesta y de madrugada. Tampoco es exactamente una isla, aunque la vecindad tenga querencia por la inevitable mar y el espíritu bohemio de los Crusoe.
Podría trocarse barrio por península cualquier día o cualquier noche, península de luchadoras, calles vividas por amazonas vestidas de negro, sirenas de Santa Catalina, creadoras de la República del Matriarcado Playu. Enclavada entre Los Remedios y La Soledad. Leyendo «Golpes de memoria» (formidable novela de Aida Sandoval ) descubrí la protesta de las pescaderas en el S.XIX. En un caluroso mayo de 1898 se levantaban las vendedoras de pescado contra el impuesto de consumos y el precio del pan. la chispa la encendió un cabo que decomisó dos pescadillas a una asustada adolescente. Y fue entonces cuando las pescaderas levantaron sus puestos sin contemplaciones, cerrando la plaza. Se unieron a la revuelta trabajadoras de la Fábrica de Tabacos cercando el Ayuntamiento.
Obedientes y uniformados intentaron detener a las mujeres pero estas no aflojaron en la gresca, rompiendo los cristales de «La Caridad» (fábrica de harinas ). A la mañana siguiente el gobernador accedía a las peticiones de las pescaderas y obligaba al alcalde Tomás Dimas García Cuesta a presentar su dimisión. En la España de 1898 el enemigo eran los EE.UU. y este cainita país terminaría perdiendo sus últimas colonias de ultramar. A finales del S.XIX unas mujeres del barrio alto plantaron cara a la injusticia. Cinco años después se repetía la lucha, comenzaba el año 1903 y las cigarreras dejaron a la Fábrica de Tabacos sin producción durante nueve días. Pretendían rebajarles el sueldo, de 80 céntimos por cajetilla a 45. Ellas decidieron acudir a su puesto de trabajo diario y cruzarse de brazos.
Fueron amenazadas con el despido, intervino la jefatura desde Madrid y tras unas cuantas reuniones, las trabajadoras ganaron el pulso. Son dos ejemplos en la historia de este barrio, de esta península de luchadoras que pintan un 8 de marzo en un 2 de mayo o en un 16 de enero. Contaba Eduardo Galeano en su delicioso y a la par doloroso ‘Libro de los abrazos’ la conversación entre un niño y su padre, obrero anarquista en pleno franquismo. «Papá (sollozando), y si Dios no existe ¿quién hizo el mundo?». «Tonto (dijo el padre cabizbajo), al mundo lo hicimos nosotros los albañiles». A este mundo, al universo playu, a la península de Cimavilla la hicieron, alimentaron y educaron las mujeres. Y ellas seguirán haciéndolo hasta que la mar conceda el título de único y eterno espejo al cielo…
Hermoso cómo las valientes y generosas mujeres de esa época, solidarias e íntegras, fueron labrando el futuro a quienes venían detrás, sin pensar en las consecuencias, sino en los resultados. Admirables.
Ojalá el Ayuntamiento de Gijón les haga este merecido homenaje.