El ascenso del Sporting de los Guajes y la permanencia en Primera al año siguiente, sus dos grandes obras como míster rojiblanco
Cuando cogió las riendas del primer equipo, por primera vez, la inercia no era buena. En aquella ocasión quedaba un partido más que en esta para el final de liga y los objetivos eran otros. Pero la trayectoria del equipo era similar. Sandoval había sumado un punto en los últimos cinco partidos y ocupaba la última posición de play off en un triple empate con Córdoba y Recre. También es cierto que marchaban séptimos y tan sólo la presencia del filial del Barcelona en la zona noble permitía que esa posición diera acceso a los cruces por el ascenso.
Abelardo tomó entonces las riendas y cumplió con el objetivo. El Sporting jugó el play off, pero se quedó fuera a las primeras de cambio. Las Palmas acabó con la ilusión del regreso a la élite dos años después de la última presencia rojiblanca en Primera.
Primer milagro: sancionados sin fichar y jugadores sin percibir el sueldo
Aquel verano, sin embargo, el miedo se instauró en el club. El Sporting volvía a tener las arcas vacías y los números rojos se amontonaban en las cuentas rojiblancas. Un mal endémico de los gijoneses que volvían, de nuevo, a ver cómo los titulares de la prensa se hacían eco de un riesgo real: la desaparición de uno de los equipos más antiguos de España.
El proyecto, por tanto, se ajustó a las cuentas. Jugadores como Scepovic, que el año anterior había hecho la temporada de su vida, salían de Mareo malvendidos por la acuciante situación económica. LaLiga sancionó al club sin fichar y Abelardo tuvo que tirar de lo que siempre está ahí y de lo que cuando hay dinero nadie se acuerda: Mareo.
Afrontó la temporada con tan sólo dos centrales del primer equipo y un lateral para cada costado. De hecho, acabó reconvirtiendo a Isma López, descartado en verano por el técnico, al lateral zurdo. Tiró de chavales salidos del filial, unos canteranos y otras jóvenes promesas que habían ido llegando a Gijón. Alguno ya era habitual en las alineaciones del primer equipo, como Sergio y Nacho Cases. Pero otros apenas habían probado el fútbol profesional. Pablo Pérez, Carlos Castro, Ndi, Jony o Rachid fueron algunos de los nombres propios de aquella temporada de ensueño. Dos derrotas en 42 partidos y 82 puntos dieron el ascenso en una agónica jornada final en Sevilla. Los chavales no cobraron en casi toda la temporada. Un mérito que da más valor al éxito cosechado.
Segundo milagro: se mantiene la sanción para competir en la Liga de las Estrellas
Con el ascenso a Primera el riesgo de desaparición parecía difuminarse y los pagos de las fichas comenzaban a llegar a las cuentas de los jugadores. Pero LaLiga, manejada con mano de hierro por Tebas, mantuvo al Sporting una dura sanción que parecía una condena de muerte: no podría fichar. Eso sí, ofrecieron a los rojiblancos varias excepciones: podrían traer jugadores si no habían jugado nunca en Primera División, fueran menores de 23 años y si cobraban el mínimo profesional establecido para la máxima categoría del fútbol español. El reto era mayúsculo.
Con aquellas condiciones llegaron tres jugadores: Mascarrel, Tony Sanabria y Halilovic. El croata tuvo un impacto brutal durante el primer tramo de la temporada y Sanabria se haría fuerte en el puesto de delantero centro. Ya en enero llegaron Lichnovsky y Vranjes. El primero apenas tuvo oportunidades, pero el lateral llegó y debutó con un gran partido ante el Valencia.
El sufrimiento y el orgullo de una plantilla joven y descompensada tuvo premio. Llegó el Villarreal de Marcelino a Gijón en la última jornada y se marchó con una derrota. El Sporting se mantenía, otro año, en Primera División. Una permanencia polémica. La mujer de Marcelino, en un ataque de sinceridad en las redes, publicó: “Trabajo hecho, os dejamos en Primera”. El asunto encendió los ánimos de otros afectados, como el Rayo Vallecano o el Getafe. Fue el segundo milagro del Pitu, adorado como la leyenda que fue, es y será en la historia del Sporting.
Descenso y adiós al Pitu
No pudo repetir al año siguiente. Con las restricciones levantadas, el club se inmoló. El director deportivo, Nico Rodríguez, no pudo mantener a tres de los puntales de los milagros anteriores: Luis Hernández se fue al campeón de la Premier, Jony al Málaga y Bernardo al Middlesbrough. Ninguno de los tres dejó dinero en las arcas del club. La remodelación de la plantilla, con unas arcas más holgadas debido a los derechos televisivos, fue muy deficiente y, tras una derrota en casa ante el Eibar, Abelardo puso su renuncia encima de la mesa de Javier Fernández.
Han pasado cinco años desde que el Pitu se despidiera, entre lágrimas, del club de sus amores. Salvó al Alavés en una situación agónica y pasó por el banquillo del Espanyol antes de volver a Mendizorroza en una segunda etapa que no resultó tan brillante. Entre tanto, su nombre siempre sonaba cuando había que buscar alguien que tomara las riendas de su Sporting.
Algunos se acordaron de él cuando cayó David Gallego, pero el elegido fue Josep Lluis Martí. Una apuesta que no habría salido del actual director deportivo, Javi Rico, sino del consejero Ramón de Santiago. El abogado mantenía una buena relación con el entrenador balear desde que ambos se conocieron en el Sevilla. La apuesta no salió bien y, tras una victoria en 11 partidos, Martí decía adiós al banquillo de El Molinón. Había cogido las riendas rojiblancas a seis puntos del objetivo del play off y las dejaba a cuatro puntos del descenso a 1ªRFEF y una dinámica que activaba el pánico. El riesgo de militar en el fútbol semiprofesional por primera vez en la historia del Sporting, era real. Más aún cuando los de abajo dejaron de perder y comenzaron a sumar de tres en tres.
Tercer milagro: la huída del decenso a 1ªRFEF
Llegó entonces la llamada. Abelardo estaba en Barcelona, comentando para Movistar el partido de su otro equipo, el Barça. Un día y medio después, el Pitu volvía a su casa porque “cuando la familia te necesita, no puedes decir que no”. Disponía de tres días para el primer partido de su segunda época como entrenador del primer equipo. La mejoría frente al Huesca no fue la esperada, aunque algunas cosas sí se notaron. De El Alcoraz volvió con un punto, pero la victoria de la Real B dejaba el descenso a dos puntos y con el golaveraje en contra.
Pero el Pitu volvió a pisar el césped de El Molinón. La magia de la Mareona se impuso al ruido y a la decepción y más de veinte mil personas acudieron al estadio a empujar a los suyos. Ya habría tiempo para otras reivindicaciones. En frente esperaba el Girona, peleando por los objetivos que se había marcado el Sporting a principio de curso. El miedo estaba presente en municipal gijonés. Pero el Abelardo, el Pitu, volvía a señalar el camino. Partido ejemplar, con un juego que demuestra que la plantilla tiene más de lo que ha enseñado esta dolorosa temporada. Gragera, ese chaval que fue el timón en los buenos tiempos en las primeras jornadas, abrió el camino. Llegó el sufrimiento con el gol de Stuani pero Uros, ese delantero que no sabía rematar de cabeza, enganchó con un testarazo el centro del Puma – un caramelo – y puso el 2-1 final en el marcador. El Sporting ponía tierra de por medio con el descenso, dejándolo a cinco puntos con seis en juego. Una distancia que, aunque no garantiza matemáticamente la permanencia, sí que la deja a tiro de piedra.
¡Bravo por Abelardo! , ¡con poco de suerte lo va a conseguir!!!! y…. salvará a Sporting!!!