José Antonio Cecchini, judoka en Moscú 1980
“El espíritu olímpico de Coubertin ya no existe. No hay formación en el deporte y el deportista interesa para hacerse la foto con él, después ya no”
“El Centro de Estudios Olímpicos de la Universidad de Oviedo debería albergar todas las cuestiones relacionadas con el deporte porque sino el interés se acaba perdiendo”
Cecchini. Reportaje fotográfico: Sergio Vega
José Antonio Cecchini (Oviedo, 1955) lleva toda la vida vinculada al deporte. Pese a que pueda parecer una frase hecha, es una realidad. Casi desde la cuna, parecía que el destino estaba marcado dentro de una saga de hermanos que triunfaron en el mundo del deporte. Al joven José Antonio no le desagradaba la arquitectura, pero se decantó por el deporte al que sigue vinculado, ahora desde la docencia en la Universidad de Oviedo. El bagaje y la experiencia le hacen ser crítico con la situación, especialmente, con cómo se trata a la figura del deportista. “O cambia o va en una dirección que no puede ser”, concluye.
Con semejante saga familiar, ¿usted estaba destinado al deporte?
Para destacar en el deporte tienes que tener una genética, unas capacidades naturales y después la suerte de poder desarrollarlas. En mi caso, todos fueron deportistas porque practicamos diferentes deportes y se nos daban bien. Me acuerdo de que en el instituto siempre me ponían matrícula de honor en Educación Física. Se me daba bien el fútbol, el voleibol… Esa condición sí que la tuve.
“Me fui seis meses a Japón para prepararme para los Juegos Olímpicos porque me lo pagó mi familia. En aquella época el deporte en España era tercermundista”
Sus triunfos se escriben en lucha libre olímpica, grecorromana, sambo y judo. Sin embargo, se decanta por esta última ya que el sambo no le permitía acudir a unos Juegos Olímpicos…
El sambo es un deporte ruso que, en la época en la que lo practicaba, se hablaba de que podía ser modalidad olímpica, pero Rusia se iba a llevar muchas medallas en la competición y era muy complicado. En aquel momento practicaba distintas modalidades y como tenía ilusión por ir a una olimpiada, estuve seis meses entrenando judo en Japón y al final me clasifiqué. Cuando tenía 14 años mi hermano Juan participó en el primer Campeonato del Mundo que hubo en Teherán y aquello me llegó. Yo estaba jugando al fútbol y me decidí a probar el sambo. Junto al judo son muy parecidos, deportes de agarre y se pueden transferir muchas competencias.
¿Se considera un adelantado a su época? Se lo digo porque lo común no es irse seis meses a Japón a entrenar.
La verdad que practiqué deporte porque me gustaba. No tengo nada que reclamar a nadie porque en esta vida tuve la suerte de hacer lo que me gusta. He estado siempre alrededor del deporte, primero como competidor y luego como profesor y nunca me planteé nada más. Tuve la suerte de estar en Japón porque me lo pagó mi familia, yo no tenía dinero. Ahora hay ayudas estatales, pero en aquella época el deporte en España era tercermundista. En ese sentido tengo que reconocer que tuve mucha suerte.
¿Echó en falta medios en la cita olímpica?
Voy a contar una anécdota que da una idea de cómo estaban las cosas. Para preparar la Olimpiada me voy a Japón pagándolo yo. Participo en el Campeonato del Mundo de judo en París y llego a las semifinales, perdí contra un francés que se llama Michel Sanguis. Cuando llegué a los Juegos, Sanguis iba de cabeza de serie, me tocó en el primer combate y en esta ocasión le gané yo a él, con lo cual las expectativas eran muy buenas. En principio tenía un sorteo con el que pensaba que la medalla era factible, aunque en el deporte nunca puedes decir nada. El caso es que acaba la competición y tenía una contractura muscular en la espalda terrible. Ahí estaba mi entrenador Josean Arruza, ahora íntimo amigo mío, y mi compañero porque solo habíamos ido dos españoles, no había nadie más. No teníamos ni médico, ni fisioterapeuta y veía que, según pasaba el tiempo, aquello iba a peor. Me puse en contacto con el entrenador ruso de sambo y me trajo un fisioterapeuta de su equipo. El problema es que cuando llegó me llamaban para competir y salí, pero no podía, tenía un dolor tremendo. Ahí te das cuenta de que es imposible porque realmente era una cosa impensable.
¿Esto es duro de encajar?
Ahora tengo otra perspectiva porque la vida te va cambiando, pero en aquella época para mí era lo más importante, no había nada más y ver que se te escapa por una organización tan terrible del deporte es muy duro. De hecho, cuando viene de la Olimpiada lo dejé, me retiré muy joven con 25 años, porque veía que era imposible. Me di cuenta de que si seguía iba a acabar con más de 30 años sin tener trabajo, sin nada y además me costaba dinero y esfuerzo. En el caso del esfuerzo al no tener apoyo me daba cuenta de que era muy difícil poder llegar arriba porque el judo es similar al tenis: necesitas estar en el circuito profesional y competir con la gente de nivel. España no salía a ninguna competición cuando había citas mensuales, con lo cual, era muy complicado. La verdad es que fue triste.
“El dinero que genera el deporte olímpico debería revertir en los deportistas, sería la manera de salir adelante. Hay deportes que no tienen tirón porque no lo saben promover”
Veamos la parte positiva. Pudo disfrutar del resto de deportes de la cita olímpica y de Moscú, algo que no sucede muy habitualmente cuando uno está de lleno metido en la competición.
Sí, la verdad que todo lo que hice fue porque me gustaba, me divertía y también porque tenía expectativas de llegar, pero un día te levantas y te das cuenta de que es un sueño casi imposible. Cuando el barón de Coubertin diseña los Juegos Olímpicos, lo hace como un deporte amateur y Samaranch más adelante permite que participen profesionales. En la actualidad es un tema que no está resuelto porque a la Olimpiada va gente que gana muchísimo dinero, súper profesionales y otras personas que se lo tienen que pagar de su bolsillo. Soy de los que piensa que el deporte de espectáculo se tiene que profesionalizar. El problema es que el deporte, por desgracia en muchos casos, está en manos de personas que no tienen mucho interés y que tampoco saben demasiado. El deporte y sobre todo el deporte olímpico debe ser deporte profesional, todos los deportes olímpicos deberían profesionales. El dinero que genera el deporte olímpico debería revertir en los deportistas y sería la manera de poder salir adelante porque si no es muy complicado. Hay deportes que no tienen tirón, pero eso es porque no lo saben promover. Por ejemplo, en Japón tienes el sumo que arrastra masas. El judo lo podría hacer también, pero no lo llevan bien.
¿Cómo vivió la cita de Barcelona 92?
Barcelona cambia un poco la estructura del deporte en España. Entra en la universidad, se crean las primeras plazas de profesor universitario, los INEF pasan a ser también estructuras universitarias y por primera vez aparece la ayuda a deportistas de élite, un apoyo que también entiendo que es poco porque tú puedes ayudar a una persona durante el tiempo que está compitiendo, pero cuando acaba no tiene nada. Con todo, es verdad que supuso un avance muy importante y los éxitos de España se vieron porque hubo un interés social en que el deporte olímpico, sobre todo teniendo en cuenta que se celebraba en España, estuviese arriba.
Tras abandonar el deporte de competición, continúa ligado a él, en este caso a través de la docencia. En la actualidad es catedrático de Educación Física de la Universidad de Oviedo, pero no le desagradaba la arquitectura.
Sí, sí (risas). Era un estudiante normal y cuando hice COU elegí las asignaturas en función de la carrera de arquitectura. Lo que pasó es que mis hermanos me dijeron que había unas pruebas físicas en Madrid para la carrera de INEF. Me enteré que se presentaba muchísima gente y fui a probar sin mucha esperanza de entrar porque muchos preparaban las pruebas y yo llegué sin preparar prácticamente nada. Tuve la suerte de entrar, y digo suerte, porque en ese sentido acerté. En mi vida he hecho lo que me gusta y no he tenido sensación de trabajar a pesar de que lógicamente era un trabajo. Recuerdo esos años en Madrid como algunos de los mejores de mi vida porque estudiabas lo que te gustaba, estabas todo el día haciendo actividad física, deporte y tengo amigos con los que todavía mantengo relación. Fue una experiencia y unos recuerdos fantásticos.
¿Existe el espíritu olímpico?
El espíritu olímpico de Coubertin ya no existe. Tenemos una unidad de investigación sobre la relación entre deporte y educación en valores porque existe una creencia de que la práctica del deporte, sin más, desarrolla valores. Los estudios que nosotros hemos realizado, junto con los que han hecho en otras universidades, son concluyentes: el deporte, por desgracia, en su estado natural no desarrolla valores y es más, en determinados deportes de contacto medio alto, lo que se observa es que a medida que se dedica más tiempo a la semana durante más años los niveles de razonamiento moral disminuyen en el deportista. No es el deporte en sí, sino es el contexto sociocultural y educativo. No hay formación en el deporte, es decir, a las federaciones lo que les interesa son los éxitos inmediatos en forma de medallas, pero no les preocupa el deportista, eso es lo de menos. De hecho, hay estudios que observan que cuando ese deportista está formado también en valores, curiosamente tiene más éxito en el deporte de alto rendimiento porque entiende que la forma de llegar es a base de entrenar, mejorar, sacrificarse y no hacer trampas.
¿Desde la docencia y la investigación ha descubierto otra cara del deporte?
El deporte tiene distintas caras. Por un lado, hay una línea que es el deporte educativo, formativo, saludable. Hay muchos estudios que demuestran lo importante que es la actividad física y el deporte para vivir más y mejor y es algo fantástico. Por otro, está el deporte de alto rendimiento que es problemático. Solo hay que ir a un campo de fútbol un domingo para ver lo que pasa ahí. El deporte de élite debería ser un deporte espectáculo, los deportistas deberían ser profesionales y todo el mundo debería saber qué es lo que ocurre ahí. Por eso digo que hay una parte del deporte que es muy interesante y otra no tanto.
¿El olvido de los olímpicos asturianos tiene que ver con el desinterés de la clase política en darles el lugar que merecen?
Hay un uso político del deporte, eso es evidente, incluso económico y social. El deportista interesa mientras pueda servir para hacerse la foto a su lado, pero después no tiene ningún interés. Debería existir una política de ayuda al deportista que representa a Asturias o España y que esa persona tenga un reconocimiento. El ejemplo es lo que está ocurriendo en el Real Madrid, es decir, la gente mira mucho que los jugadores salgan reconocidos porque si no el Real Madrid se viene abajo, pero también el deporte porque cómo vas a decirle a tu hijo que se esfuerce cuando tus experiencias fueron tan tristes y pobres y sobre todo cuando ves a tu alrededor que hay deportistas olímpicos que lo están pasando muy mal. Esto o cambia o va en una dirección que no puede ser.
Bajo el mandato del rector Vicente Gotor nació el Centro de Estudios Olímpicos, uno de los 24 que hay en toda España. Usted era en aquel momento vicerrector de Extensión Universitaria, Cultura y Deporte. Sin embargo, desde hace años permanece sin actividad. ¿La Universidad también debería revisar la implicación que mantiene con el deporte olímpico?
Sí, claro que sí. Con Vicente Gotor cogimos una época terrible porque no había dinero y estábamos en quiebra técnica. De hecho yo lo pasé muy mal, pero el actual rector va a sacar adelante, si todo va bien, los estudios en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Eso me parece un paso fundamental y ese centro tendría que ser el que albergarse todo ese tipo de cuestiones porque si no esos intereses se acaban perdiendo. Mientras fui vicerrector intenté impulsarlo, cuando vino otro entendió que aquello no era de su interés y lo aparcó. Eso cambiaría en el supuesto de que apareciese un centro que realmente se dedicase a estas cuestiones y que se le diese continuidad. La Universidad tendría que estar mucho más implicada y espero que eso ocurra con la nueva licenciatura en Ciencias de la Actividad Física del Deporte a la que van unidas también másteres de investigación, en salud, etcétera.
Con el paso del tiempo, ¿fue un error o por lo menos habría que haber hecho otro planteamiento?
Es muy complicado porque hay ideas que cuando empiezan todo el mundo quiere estar, pero después esos centros llevan muchísimo trabajo y como no haya apoyos, ni financiación es inviable. Mi obligación es la de investigar y estamos intentando buscar el dinero en todos los sitios porque investigar es caro. Si todas estas ideas no van acompañadas de dinero por parte de la administración o de una entidad privada es muy complicado.
“Cuando vas a otros países te das cuenta cómo cuidan lo suyo, a veces incluso de forma exagerada, mientras aquí parece que lo nuestro nos da igual”
Junto a Agustín Antuña y Herminio Menéndez formaban el trío de vicepresidentes de la Familia Olímpica del Principado. ¿Se les habían acabado las fuerzas para seguir peleando?
Estás hablando de dos fenómenos. En la entrevista que le hiciste a Agustín, decía precisamente eso. Es un mundo muy estéril. Queríamos hacer el Museo Olímpico y vimos que era muy complicado. Al final das contra un muro y piensas si merece la pena dedicarle más tiempo porque no parece que tengamos resultados.
Lo cierto es que 14 años después del nacimiento de la Familia Olímpica, el Museo Olímpico sigue siendo un sueño que no se hace realidad.
Es triste porque detrás de todo esto está la motivación de los de los jóvenes. Si hubiese un museo donde pudiesen ir, identificarse, donde algún día ellos quisieran estar… Todas estas cosas son muy importantes y, sobre todo, las culturas que cuidan este tipo de cuestiones son las que al final salen adelante. A veces vas a otros países y te das cuenta cómo cuidan lo suyo de forma que puede parecer exagerada, pero aquí parece que lo nuestro nos da igual.
¿Cómo ve a las nuevas generaciones que pretenden recoger el testigo que ustedes les dejan?
Ojalá tengan éxito y consigan lo que nosotros no pudimos. Les deseo mucha suerte y todo nuestro apoyo.