Lleva siendo vecino de Cimavilla desde los doce años, cinco años después tiene claro que su ilusión es vivir de la moda, diseñar o rediseñar modelos
Apura el paso Pablo mirando nervioso a un cielo que de celeste pasa a ceniza en unos minutos anunciando tromba. Caen las primeras gotas en la fuente de Pelayo con la enramada dispuesta para celebrar esa mágica noche que brinda por la llegada del verano con dos rituales entrelazados. De flores y agua, de fuego y baile. Retomando la sonrisa sincera, festiva, dejando atrás miedos larvados en dos largos años. Pasada la Colegiata, en el antiguo Escocia que está tapiado a la luz y empapelado con carteles y pegatinas, se fija Pablo en una fotocopia que anuncia una excursión a San Sebastián de Garabandal (Cantabria). Donde supuestamente se apareció la Virgen María entre 1961 y 1965. Sonríe el muchacho recordando lo escuchado una tarde en La Corrada: «Ahora que todos llevamos móviles con cámara en el bolsillo ya no se aparecen ni la Virgen ni los OVNIS».
Cuando llega a Rosario diluvia con la ferocidad que tienen esos cielos asturianos domeñados por el Nuberu, y da igual calendario o previsiones. En el cerro hay una buena fiesta preparada y los playos terminarán por disfrutarla con lluvia o sin ella. Al llegar a casa Pablo contempla el montón de ropa que colocará la próxima semana en un par de tiendas en Bajovilla. Lleva siendo vecino de Cimavilla desde los doce años, cinco años después tiene claro que su ilusión es vivir de la moda, diseñar o rediseñar modelos. Convertir viejos polos o vaqueros desgastados en un vistoso crop top o en una llamativa tote bag lista para atrapar la mirada de cualquier moderniello gafapasta con moño cebollero. «Su firma» recibe el nombre de Efecto Vintage y ya cuenta con el decidido apoyo de familia, amigos y de la Asociación Vecinal Gigia Cimavilla. Pablo Castro no puede faltar en sus mercadillos frente al Chino. También arrima el hombro el Kiosco Brisamar recogiendo ropa para que este futuro Couturier troque desagaste de algodón por brillo y detalle.
Comenzó enhebrando su sueño un aburrido verano cargado de restricciones gubernativas, amargando la vida a los más jóvenes. Se negó a seguir estudiando soldadura y calderería y apostó por su anhelo como única tabla de salvación para ese náufrago que persigue con tesón lo que realmente le gusta e ilumina sus días. Balenciaga o Rabanne desde el barrio, reciclando, dando una segunda vida a lo que parecía destinado a la basura. Pablo sabe lo mismo que sabía Segismundo: «Que la vida es un frenesí, que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son». Así pues, soñemos con Efecto Vintage.
Tiene razón cuando dice que,desde que existen móviles, han desaparecido las apariciones…!