“Estar lejos es duro, pero lo peor es la incertidumbre de no saber dónde estaré el año que viene”
“Siento que he perdido mi vida adolescente. Me he perdido cumpleaños, Nocheviejas, el nacimiento de mi sobrino…son cosas a las que te tienes que acostumbrar”
Gerardo González Villaverde (Avilés, 1996) quería cantar y acabó bailando. Como sacado de un musical, este asturiano se fue de casa con 16 y una idea muy clara: ser bailarín. Diez años después puede decir que lo ha conseguido. Triunfa en el Ballet Nacional de Eslovaquia y se prepara para ser “el mejor profesor posible” y, quien sabe, volver a casa. Entre medias una vida en la maleta, mucha incertidumbre, sacrificio y la conciencia tranquila de haberse convertido en lo que siempre soñó.
¿Cómo empezó el romance con el ballet?
Mis primas bailaban y a mí me picó el gusanillo y quise probar. Aunque recuerdo que, al principio, lo que yo quería era cantar. Al final lo que salió fue el ballet y, después de muchos años bailando, me surgió la oportunidad de ir a Madrid a estudiar en el Conservatorio. Ya había hecho la prueba el año anterior, y no había pasado, pero a la segunda por fin lo conseguí. Y desde entonces no he parado.
Aunque poco a poco ha ido cambiando, hace diez años eso de que un niño quisiera bailar no estaba todavía demasiado extendido ¿Has tenido que ir derribando clichés?
Hace 15 años ser un niño que baila en Avilés no era ni mucho menos lo más habitual. De hecho creo que, cuando empecé en mi academia, -en la que estuve diez años- era el único que había, aunque luego se fueron sumando algunos chavales más.
No te voy a decir que no fue duro pero creo que fui fuerte y capaz de digerir que lo que me decían me entraba por una oreja y me salía por la otra. Un niño, haciendo ballet…puedes imaginarte lo que se decía. Lo que siempre he tenido es la suerte de tener una familia que me ha apoyado y que ha apostado por mí.
Formarse en ballet en Asturias, ¿ es sinónimo de que luego tocará emigrar?
En Asturias las posibilidades se cierran, pero también en España. Si quieres encontrar una buena base para bailar es probable que te toque ir a Madrid, donde hay tres conservatorios. Yo me fui con 16 años y, aunque fue mi elección, es complejo dejar a tu familia, a tus amigos, estar en un sitio tan grande viniendo de Avilés… es un proceso que te fuerza a crecer y madurar.
De dónde se saca esa madurez para no “perderse” por la noche madrileña como haría cualquier adolescente.
Yo tuve suerte porque mis tíos, que son como mis segundos padres, vinieron conmigo a Madrid y me ayudaron en todo. Además tenía 16 años pero creo que también entendí el sacrificio, también económico, que todo aquello suponía para mi familia. Hacía mis planes, como cualquier chaval de mi edad, pero con un poco más de precaución.
En tu curriculum cuatro años formándote en Madrid y uno más en Miami. ¿Cómo se vive la danza al otro lado del charco?
Lo de Miami surgió porque vinieron a hacer una prueba a Madrid y tuve la suerte de ganar una beca para estudiar allí. Yo era el único español, así que una vez más el cambio fue fuerte, pero fue una gran experiencia. La rutina es muy distinta a la que tenemos aquí en España, tienes que contar con el calor, con una música distinta -allí se trabaja mucho el jazz- y con que el tipo de bailarines es también distinto.
En Europa estamos acostumbrados a un perfil muy particular de bailarín, altos, delgados…y allí hay mucha variedad. Había bailarines de todos los tamaños, más y menos musculados…y eso hace que la manera de moverse y expresarse sea también distinto al europeo.
Después de aquello llega el salto al mundo profesional y la salida al mercado laboral, algo así como acabar la carrera y ponerse a buscar trabajo por LinkedIn. ¿Cómo es este proceso para un bailarín?
Me gradué en Madrid, hice varias audiciones y conseguí un contrato en República Checa para dos temporadas. Llegar a ello no es nada fácil, sé que de mi clase fui el único que pudo acceder a un contrato al poco de graduarme.
Saltar a profesional es cambiar completamente el contexto en el que te rodeas. Vienes de la escuela, de un entorno en el que los profesores están volcados en ti, ayudándote día a día a mejorar. Cuando llegas a una compañía profesional tienes que trabajar por tu cuenta, ya todos son ensayos y depende de ti mantenerte e ir aprendiendo. Creo que es un momento en el que necesitas tener muy claro lo que quieres y encontrarte fuerte mentalmente.
Cada día tienes que luchar por dar lo mejor de ti. En estas compañías cada poco llegan coreógrafos de fuera y pueden seleccionarte o no. Así vas poco a poco ganando oportunidades y avanzando. En ese sentido, República Checa me dio sobre todo mucha experiencia, allí crecí como bailarín.
¿Y dónde podemos verte bailando ahora?
Ahora trabajo para el Ballet Nacional de Eslovaquia. Y, otra vez, empezar de nuevo (risas). En Eslovaquia fue un inicio raro, porque justo me pilló el Covid. Tuve que volver a casa y mentalmente fue un palo. Físicamente tengo que estar activo y durante esos meses era complicado, tuve un bajón horrible. Y luego, cuando por fin retomamos, casi no tuvimos actuaciones. Hay que tener en cuenta que nosotros tenemos un sueldo base y luego cobramos por cada actuación, por lo que económicamente también influyó en nuestro día a día.
Madrid, Miami, República Checa, Eslovaquia…¿cómo se vive tantos años lejos de casa?
Al principio bien: eres joven, estás fuera de casa, sin padres, conociendo mundo, es toda una experiencia. Al ir sumando años vas echando más en falta tu casa, tus amigos, tu familia y lo disfrutas cada vez más. Estoy habituado a tenerlo lejos, aunque creo que lo peor es la incertidumbre de no saber qué pasará o dónde estaré en unos años.
Pero tengo que decir que estoy muy contento. Me acaban de subir de rango a Demi solista, me han dado muchas oportunidades y siento que estoy creciendo y mejorando dentro de la compañía.
¿Qué es lo que más se echa de menos?
De alguna manera siento que he perdido mi vida adolescente. He disfrutado mucho, pero me he perdido cumpleaños, Nocheviejas, el nacimiento de sobrino…son cosas a las que te tienes que acostumbrar. Es una vida dura pero es la que yo he elegido y lo que siempre he querido.
¿Se puede vivir del baile?
Se puede, pero en España solo hay una compañía y muchos y muy buenos bailarines. Como en todo, estar fuera tiene su parte positiva, y pienso que para mí ahora mismo es mejor conseguir más experiencia y así poder crecer como bailarín y acabar mi carrera en mi país.
Hablas de esa incertidumbre sobre el futuro, ¿piensas mucho en ello? ¿Dónde te ves en cinco o diez años?
Sí, claro que se piensa. Después de la pandemia, me planteé estudiar pedagogía de la danza y en ello estoy. Puedo hacerlo gracias a que el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila (Madrid) ofrece el modelo profesional para quienes estamos en activo. Aún así se hace duro, porque muchos días ensayamos hasta las 18 o 19 h de la tarde, y si tenemos actuación no terminamos antes de las 22:00 h. Tienes que tener la voluntad de llegar, después de un día intenso y ponerte a ello. Tengo que agradecer a todo el equipo del Conservatorio, que, en este sentido, me ha ayudado mucho.
Me gustaría formarme también para entender y conocer todo lo que hay detrás de una producción -con un Master en Organización de Empresas- y estudiar Yoga, Pilates…ser un profesor lo más completo que pueda. Mi sueño sería poder trabajar como profesor en un Conservatorio, en una Escuela o en una Compañía. Además, la idea de poder abrir mi propia escuela en Avilés siempre está en mente.
De tener pareja, viajando continuamente, ni hablamos.
Es muy difícil. Tienes que encontrar a alguien que entienda que hoy estás aquí pero mañana puedes estar en la otra punta del mundo. La persona que esté conmigo tendría esa misma incertidumbre que yo tengo. No es fácil.
Eslovaquia es uno de los países que hace frontera con Ucrania, ¿cómo se siente desde allí el conflicto?
Se habla mucho de ello. Tenemos personas ucranianas en la compañía, tenemos una bailarina “invitada” que vivía en una de las ciudades más afectadas y el año que viene se incorporará otro bailarín del Ballet de Kiev. Además se hacen galas y eventos para recaudar fondos para Ucrania.
Incluso en un primer momento se pensó que podría pasar algo aquí… son momentos complicados pero lo que sí veo es mucha ayuda por parte del Gobierno y de las personas de a pie: cada uno aporta lo que puede, comida, un techo… la gente está volcada.