«No tenemos miedo, tenemos a Ablanedo», cantaba jubiloso El Molinón
Para ser portero de fútbol se necesita una personalidad sólida y al mismo tiempo un punto de locura. Para erigirse en el diferente del equipo, vistiendo otro uniforme, quedando expuesto al error, mandando en el área. La cara del joven Juan Carlos Ablanedo era la de un estudiante aplicado, un rostro de disciplinado oficinista. Ni un atisbo de locura en su mirada, ni en sus movimientos a lo largo de su trayectoria; 398 partidos de templanza casi absoluta con el Sporting, ¿398 o 397?. El 10 de septiembre de 1986, en El Molinón, Hugo Sánchez pisó al guardameta local, Ablanedo reaccionó y le dio una patada al 9 mexicano. Andújar Oliver no dudó, expulsó al portero y pitó penalti. Sánchez siguió en el campo y no falló la pena máxima.
El Sporting, el Real Madrid y los polémicos arbitrajes volvían a ser protagonistas, otra vez. Borrás del Barrio, Ferrero y San José, Ablanedo y Hugo Sánchez… La historia de agravios no dejaba de crecer saliendo indemnes los blancos «de todo mal» con la ayuda de unos trencillas que ejercían como fieles ángeles merengues de la guardia. Nunca llegaré a entender el amor compartido de algunos aficionados por el Sporting y el Real Madrid. De los dos no se puede ser si te late rojiblanco el corazón. Aquel portero bajito y felino llegó a Mareo con diez años, fue pasando por todas las categorías, brillando en el Sporting Atlético. Tuvo su oportunidad en primera con Boskov el 2 de enero de 1983 con el Español por rival, después de la expulsión de Rivero. A Vujadin le gustaban los guardametas altos, no le convencían cancerberos como Claudio o Ablanedo(pequeñitos y muy agiles). Cuando terminó el encuentro Tati Valdés se dirigió al técnico yugoslavo y le dijo: «Míster, vaya partidazo que hizo el porterín». A lo que Boskov respondió desabrido: «Tati, porterín tuvo mucha suerte hoy». Luchó Ablanedo contra su estatura, los centímetros que le faltaban a Juan Carlos le sobraban a su hermano José Luis, pero en el mano a mano con cualquier delantero «el gatu» demostró que era el mejor portero del país. «No tenemos miedo, tenemos a Ablanedo» cantaba jubiloso El Molinón. Ganó el Europeo Sub-21 venciendo a Italia en una final que se decidió en la tanda de penaltis. Detuvo dos de los tres penaltis lanzados por los transalpinos ganándose la admiración de Walter Zenga.
Colecciona Juan Carlos tres Trofeos Zamora, dos Mundiales(86 y 90) viendo a Zubizarreta de titular. Colecciona grandes partidos, palomitas imposibles y cinco lesiones con nombre en el recuerdo: tobillo, menisco, ligamento, hombro y mandíbula. El 15 de marzo de 1998 en El Molinón supuso ese broche final a una larga carrera en primera división. Un broche engastado en hojalata y herrumbre. Y el bueno de Ablanedo no se lo merecía.Cuenta el fisio José Manuel Loza que al final del partido entre el Sporting Atlético y el filial de la Real (en 1981) escuchó en la antesala de vestuarios a Luis Miguel Arconada: «El Sporting tiene portero para dos décadas». Y de porteros Arconada algo sabía.