Rocío Ríos, diploma olímpico maratón Atlanta 96
“Si llego a hacer maratón cuatro o cinco meses antes hubiera ido con 23 años a Barcelona. En aquel momento miraba para poder vivir del atletismo y dejar de trabajar”
“Atlanta es lo más importante que hice. Le doy valor a otras competiciones que me hicieron mucha ilusión, pero ser quinta en unos Juegos Olímpicos fue la cima”
Rocío Ríos (León, 1969) podría llenar una casa con sus logros. A lo largo de su carrera no se le resistió prácticamente ninguna distancia y acabó alcanzando la cima en los Juegos de Atlanta con un diploma olímpico. Sin embargo, cuando llegaron las lesiones, desaparecieron los apoyos y el teléfono dejó de sonar. Tan solo el Grupo de Cultura Covadonga se acordó de ella, entidad en la que trabaja en la actualidad. Es la otra cara del deporte: cientos de triunfos acumulados que se resumen en una vida laboral donde apenas existen cuatro años de cotización a la Seguridad Social.
No sé ha cansado de correr en toda su vida.
No, todavía sigo. De hecho, no estoy cansada de correr (risas).
En su trayectoria cuatro campeonatos de España de 10.000 metros, uno de 5.000, tres de Media Maratón y uno de Maratón. A esto se suma el diploma olímpico de Atlanta 96. Quién se lo iba a decir a aquella niña de 14 años…
Era impensable porque empecé a correr por diversión con una amiga y luego cuando gané la primera copa o milla en una carrera popular, me prestó, pero jamás pensé que llegaría a una Olimpiada. Si además me dicen que voy a ser 49 veces internacional absoluta, no me lo creo.
Hay varias curiosidades por las que quiero preguntarle. Estuvo en Atlanta, pero podía haber ido a Barcelona si hubiera hecho caso a su entrenador.
Sí, porque él en 1992 siempre estaba detrás de mí para correr maratón. En 1991 era promesa y corrí el Campeonato de España quedando tercera, luego disputé el 10.000 en el absoluto y quedé quinta. En aquella época la maratón me parecía lo último del atletismo. Encima conmigo entrenaban veteranos como Iglesias o Carrasco, mis liebres cuando corrí la maratón del Nalón e hice récord de España. Total que veía que ellos tenían casi 40 años y yo 22-23 y me fui a correr el Campeonato de España de 10.000 en Gandía quedando subcampeona. Esperaba por una beca nacional, en aquel tiempo unas 600.000 pesetas al año y se pagaba cada tres meses, pero mi entrenador me dijo que no había ganado la beca, algo que no era verdad. En ese momento me planteé hacer maratón y me convenció. Ana Isabel Alonso había hecho 02:36:00, pero no la llevaban a los Juegos Olímpicos porque pedían menos de 02:35:00 y yo hice 02:31:46. Si llego a hacer maratón cuatro o cinco meses antes hubiera ido con 23 años a Barcelona.
“En 2004 me lesioné, se acabó la beca y no tuve una llamada de la Federación Española para decirme: ‘Rocío ¿te pasa algo, tienes algún problema?’. Nada, todo el mundo se olvidó de mí y hasta hoy”
¿Hasta qué punto fue importante en su trayectoria David Méndez?
Estaba entrenando con Claudio Cosío y recuerdo una liga a Santiago de Compostela con el Maybe Gijón Atletismo, corría 1.500 metros y era muy mala perdedora. Aquel día debí quedar segunda o tercera y le dije a Claudio que para eso lo dejaba, me senté y dije: ‘No vuelvo’. En ese momento se acercó David y me dijo: ‘Prueba conmigo’. Era un domingo y dije que no porque veía a compañeras que acababan vomitando, pero de lunes estaba bajando por El Kilometrín con la mochila para entrenar con él. Fue importante porque gracias a David dejé de salir por la noche, me aseguró que tenía posibilidades, que podía hacer muchas cosas en el atletismo y no me lo creía. Le hice caso y conseguí meterme en el Mundial de Cross, ser campeona de España de 10.000 metros, en el 94 hice tres récords de España -en junio hice el de 10.000 en 32:22 que se lo batí a Isabel Alonso, luego marqué el mejor tiempo en el primer campeonato de España de Media Maratón y fui al Mundial y en septiembre en Berlín hice 02:28:59-. En tres meses batí tres récords de España, imagínate. La verdad que fuimos consiguiendo cosas.
¿Vivió la cita de 1992 pensando que cuatro años después sería protagonista?
No. En aquel momento miraba para poder vivir del atletismo y dejar de trabajar. Cuidaba niños de ocho de la mañana a cinco de la tarde y lo más importante para mí era ganar para conseguir una beca y vivir de lo que me gustaba. Iba encantada a entrenar, no lo consideraba un trabajo. De hecho, igual ese fue mi problema, si lo hubiera visto como un empleo me hubiera cuidado más. Cuando conseguí hacer el récord de España pude dejar de trabajar, pero veía los Juegos Olímpicos como algo lejano. Es verdad que al batir el récord de España en el 92 pensé: ‘Podía haber ido a unos Juegos Olímpicos’ (risas).
¿Atlanta fue la cima de su carrera deportiva?
Es lo más importante que hice. Le doy valor a otras competiciones que me hicieron mucha ilusión, pero ser quinta en unos Juegos Olímpicos fue la cima. Sin embargo, en ese momento no pensaba que era el techo. El problema es que luego tuve bastantes lesiones, mi madre falleció en el 97 y me descentré un poco, no seguí con las ganas que le ponía, me vine un poco abajo.
Y si por usted hubiera sido, seguiría corriendo en aquella maratón.
Si hay dos kilómetros más sigo corriendo al mismo ritmo. Es más, cuando llego a meta se ve en el vídeo que le digo al juez si me queda una vuelta (risas). En carrera había pasado a la campeona y subcampeona del mundo de Göteborg del año anterior. La del Nalón y la de los Juegos Olímpicos fueron las maratones que podía haber seguido corriendo porque llegué como una rosa, especialmente la de Atlanta.
“Una persona del PP me llamó para aprovecharse de mi nombre, cuando soy apolítica, y me llevó a un pleno con la ilusión de que podían poner al Kilometrín mi nombre, el lugar donde hice miles de kilómetros”
¿La parte más complicada de gestionar fue la retirada?
Sí, porque fue demasiado pronto. En el año 2000 me quité las distancias largas, aunque hice una maratón en San Sebastián para ver si conseguía acercarme a 02:30:00 y salió muy mal. A partir de ahí, me centré en carreras de cross, 10.000, 5.000 y ligas con mi equipo. Fue como un resurgir con 33-34 años, me decían que era mi segunda juventud y ahora ves atletas de 38-40 años que siguen corriendo y haciendo 02:30:00 o 02:31:00. Tengo que reconocer que siempre las miré con envidia, me quemaba el alma. En el 2003 quedé décimo tercera en el Mundial de Cross, segunda europea; fui subcampeona de España en 10.000 con 32:00, tercera de España con Marta Domínguez en Jerez en el 5000 con 15:31, quinta en el campeonato de Europa y subcampeona de España de cross. Pasé de todo esto a lesionarme en 2004, quedarme sin beca y se acabó. No tuve una llamada de la Federación Española para decirme: ‘Rocío ¿te pasa algo, tienes algún problema?’. Nada, se olvidó todo el mundo de mí y hasta hoy. No tengo ni una placa de la Federación Española, es decir, que hubieran pensado en algún momento: ‘Vamos a hacerle un homenaje Rocío por todo lo que hizo en el atletismo, por los récords de España, ser quinta una olimpiada…’ No me llamaron para nada y eso duele mucho. En Asturias sí he tenido algún reconocimiento, en el Grupo Covadonga se han portado muy bien conmigo porque son los que me han dado un trabajo, también Arconada, pero de fuera nadie se acordó de mí, ni el Ayuntamiento de Gijón.
¿Si hubiera tenido el material que hay hoy en día hubiera arrasado?
Cuando hacíamos circuitos de 30 kilómetros salíamos hasta Deva y vuelta (16 kilómetros) dos veces con un reloj casio normal. Intuías que ibas a 3:30 más o menos, pero no sabías el ritmo, eran todo sensaciones. David venía conmigo en moto o en coche, mirábamos los kilómetros y los memorizaba. En Salinas haciendo tres 7.000 para Atlanta lo medíamos con el coche. El GPS en mi época hubiera sido la leche. Ahora salgo a rodar y sé que si voy muy cansada tengo que bajar o puede ser un día malo. Por ejemplo, las medias de compresión que utilizo para los gemelos hubieran sido lo máximo porque sufrí muchas microrroturas. Todo esto que ha venido hubiera mejorado mis marcas, igual podía haber bajado a 02:25:00 en maratón, y también la calidad de los entrenamientos.
¿Cómo ve hoy en día la cuestión de la nutrición? Porque usted pasaba un poco de todo.
Más de lo mismo. Ahora ves incluso como a los deportistas les regalan cosas y en mi época si quería comprar un complemento alimenticio lo pagaba de mi bolsillo. Comía fatal y no me cuidaba nada. Es verdad que, si tenía que hacer una prueba, dos meses antes empezaba a comer pasta, beber agua, sales minerales, pero tenían que estar muy encima de mi porque no pensaba que era tan importante. El problema de aquella época es que tampoco había Facebook. Ahora va todo por redes sociales y eso ayuda mucho. Antes quedabas campeona de España, salías el lunes en el periódico y ya. En Atlanta salí en el Telediario porque había quedado quinta. Con todo lo que trabajabas, por ejemplo, con los récords de España, maratones en Boston, Berlín, Londres y no salías. Ahora cualquier atleta hace 02:30:00 y está una semana en los periódicos y la televisión. Hay muchos medios que realzan lo que haces y eso es una gran mejora, antes daba igual.
A punto estuvo de que la pista de El Kilometrín (Gijón) llevara su nombre, pero no fue posible. ¿Duele?
Duele mucho porque me llamó una persona del Partido Popular para aprovecharse de mi nombre y me llevó a un pleno al Ayuntamiento con la ilusión de que podían poner al Kilometrín mi nombre, el lugar donde hice miles de kilómetros y mis preparaciones de Atlanta, los mundiales… Se aprovecharon de mi nombre para tratar de ubicarme en el PP cuando soy apolítica, no me decanto por nadie porque nunca me ayudaron. Fui al pleno y Foro dijo que no porque tenían previsto para la zona hacer una reforma como luego se vio.
“Competí entre 1992 y 2004 con becas ADO, estuve en clubs bastante buenos, pero no queda nada. Lo que tengo cotizados son tres meses o cuatro de Unipost y lo demás del Grupo Covadonga”
Lo cierto es que su carrera está plagada de éxitos, pero usted también ha trabajado, por ejemplo, repartiendo cartas después de obtener un diploma olímpico. ¿Merece la pena dedicar media vida al deporte para luego volver a empezar de cero?
En 2004 me quedé sin beca y luego decidí tener a Samuel porque estaba en Madrid y fui a entrenar con unos compañeros de la Blume. Manu, mi marido, fue a opositar, pero no hubo suerte y a los dos años volvimos. Samuel llegó en 2007, en el 2008 tuve a Dani y me dedicaba a ellos. Entrenaba porque mi idea era volver a correr como esas madres que dicen que al tener hijos corres más. No era mi caso, cada vez me encontraba peor, más cansada. Cuando no podía entrenar no es que no supiera que hacer, pero nunca estuve asegurada en mi vida. Trabajé antes de correr dos años y medio para funcionarios de ayuntamientos y nunca me aseguraron. Empecé a cotizar cuando estuve en Unipost y el Grupo, tengo tres o cuatro años. La gente me veía con un carro y debían pensar que no tenía ni para comer y no era por eso porque cuando corrí ahorré dinero, me compré mi casa en El Rinconín y mi marido es profesor interino. Para mi era un reto como cuando competía. Un día un compañero que entrenaba en El Kilometrín me dijo que le habían contratado para repartir cartas y me pareció que era coser y cantar. Eso del estatus y de pensar que tengo que trabajar en una oficina porque soy súper importante no va conmigo. Me contó que le pagaban algo más de 700 euros y asegurado. En la empresa sí les extrañó que con el curriculum que tenía les pidiera trabajo, me cogieron, pero me dijeron: ‘Estamos alucinando que una persona como tú nos pida trabajo’. Entraba a las 08:30 y recogía a los niños a las 15:30, salvo el primer día que acabé a las 17:30 y me quedé en casa, en una cama tumbada. Manu me decía que no tenía ninguna necesidad y yo quería acabar el trabajo, por mis huevos, porque estaba cubriendo una baja de tres meses de una compañera. Sí me di cuenta de lo que es estar arriba con gente importante del deporte y la política y lo que es estar en la tierra. Trabajando en Unipost vi cómo la gente trata a la gente: cuando me conocían todo bien; cuando no, eran muchas veces voces y gritos. Me lo pasé bien repartiendo cartas, pero sí que es penoso que seas 49 veces internacional absoluta, tengas récords de España, las mejores marcas de Asturias durante 20 y 30 años, seas la tercera mujer española con mejor curriculum de todos los tiempos en atletismo y nadie te dé un trabajo, pero la vida es así. Por eso también es muy importante y se lo digo a mis hijos que hacen atletismo, entrenan velocidad con Solís, que estudien porque yo estudié hasta tercero de BUP y lo dejé por trabajar porque me ganaba un sueldo. Luego me llevaron a la Blume, fui tres veces y me volví para casa porque quería entrenar con mi técnico David Méndez. Lo importante es estudiar porque, aunque seas campeón olímpico, puedes tener un trabajo y vivir de él. Ser campeón te puede abrir puertas, pero si no tienes unos estudios no te abre nada.
La semana pasada en una de las entregas de ‘Olimpismo Astur’, el jugador de voleibol Juan Carlos Robles nos contaba que su carrera entre los 18 y los 34 años no tenía reflejo en la cotización de la vida laboral. ¿Hay que replantearse el trato a los deportistas de élite?
Sí, porque al final de mi carrera deportiva (entre 1998 y 2000) el Valencia Terra i Mar era el único club que aseguraba sus atletas. En mi caso nunca estuve asegurada. Competí entre 1992 y 2004 con becas ADO, estuve en clubs bastante buenos, pero no queda nada. Lo que tengo cotizados son tres meses o cuatro de Unipost y todo lo demás del Grupo Covadonga, la entidad que me dio trabajo. En total, tres o cuatro años, no sé qué va a ser de mi vida de mayor, pero es lo que tengo.
Asturias es de las pocas comunidades que no cuentan con una Consejería de Deportes. ¿Esto importa?
Hombre, claro que importa. Si hubiese una Consejería de Deportes habría más subvenciones y los deportistas tendrían más oportunidades porque me acuerdo de ir a Madrid y siempre tenían más de todo y cuando veníamos de provincias parecíamos que éramos los que menos. Si hubiese una consejería sería muy importante para todos los deportes en general.
“Si Asturias tuviese una Consejería de Deportes habría más subvenciones y los deportistas tendrían más oportunidades como, por ejemplo, Madrid”
En septiembre se retoma el proyecto de la Familia Olímpica del Principado. El objetivo sigue siendo un Museo Olímpico. ¿Es difícil entender que esta comunidad autónoma no tenga uno con la cantidad de olímpicos que han salido?
En estas últimas olimpiadas debió ser por el COVID, pero siempre nos reuníamos todos los olímpicos. Una periodista, Carmen de la Agencia EFE, siempre organizaba encuentros. Me acuerdo de un viaje en el Transcantábrico con Manuel Busto, Rosa Fernández y me paré en Bilbao porque me iba a ir a un campeonato europeo y tenía que correr aquel cross. Ella siempre estaba haciendo cosas en Gijón, Oviedo… Por ejemplo, a Dacal lo conozco por este tipo de cosas. Recuerdo que le dejé mi ropa, las zapatillas de los Juegos, fotos y ella lo enmarcó y lo tengo en casa. Con los años la gente también se cansa de organizar todo y no tener apoyos. Por eso, necesitábamos un Museo Olímpico que recuerde todo lo que se hizo.
Ahora está en el Grupo dando cursillos a los chavales. ¿Se ve reflejada en ellos?
Los niños que empiezan también me recuerdan a mí porque empiezan por ir con amigos, quieren probar todo. Es más, los niños que se apuntan con nosotros a cursillos van haciendo de todo: hockey, gimnasia, natación… Conmigo están Lola, Arconada, Sara, Toral, Solís y pasan por todas las modalidades: lanzamientos, concursos, carreras para que aprendan todo y luego cuando pasan a sub14-sub16 se van ubicando.
¿Sus hijos han heredado su genética?
Sí, pero tengo una cosa particular: mucho genio y conmigo el ‘no puedo’ no existe, es quiero y puedo. Samuel y Daniel entrenan con Solís y hacen velocidad. Samuel tiene mucho genio y Daniel es más vaguete, dice que es más velocista. Quizá veo más en mi a Samuel porque tiene mucho amor propio. Yo era una persona que no me rendía ante la adversidad. David me decía que había tres pruebas de 5.000 y si se podía hacer algo más, ahí estaba. En mi caso empecé con 14 años, Dani tiene 13 y Samu 15, y realmente los entrenamientos serios empezaron con 19 años con David. Me crie con mi abuela y no me sacaba a ningún sitio. También empecé por eso, para viajar (risas).
Genial Rocío Ríos. La vi entrenar en el Fumeru, en Gijón, cuando hacer deporte parecía mal. Qué mérito tiene.
Rocio, es una gran atleta(quedó demostrado) y una maravillosa persona, es una pena, que no se le recocociese, como ella se merece ( a veces el mundo del deporte es muy injusto), espero que ahora se den cuenta de que sigue estando presente
Un abrazo enorme Rocio
Rocio es una luchadora con mayúsculas. Los valores que ha demostrado tener como deportista y que le han llevado a lo más alto del deporte son los mismos que tiene como persona. Por eso pienso que es una verdadera pena que se desaproveche su ejemplo para inspirar a otros, niños y adultos porque tiene mucho que enseñar. Asturias debería tenerla en cuenta porque ella ha dado mucho y aún tiene mucho que dar.
Un país que no aprovecha la experiencia y el conocimiento de los que llegan lejos es un país de pandereta. Un gramo de la experiencia de esta mujer es mucho más que las teorías que nos dedican los políticos y los que están en las federaciones.